MadisonNo quería dejar al señor Fairchild solo cuando apenas son las ocho de la mañana, pero la llamada que he recibido requiere que deje todo de urgencia. Salgo apresurada de la casa y tomo el primer taxi que veo. No pensaba aceptar su dinero, sin embargo, debo reconocer que me viene bien para la situación.Cuando eres madre, es una de esas llamadas que no quieres recibir. Del colegio de Caleb me habían marcado para decirme que le ha pasado algo grave. Sinceramente no pude escuchar más allá de eso; mi mente voló muy lejos creando terribles escenarios en mi cabeza.Agradezco que Alec fuese comprensivo y me dejase ir, de otro modo, no sé qué hubiera hecho. Sé que él quería que le dijese lo que está pasando, pero cuando entré al trabajo no mencioné que tuviera hijo, y la verdad es que no quiero que eso afecte su decisión de dejarme en el puesto o no.Antes de subir al taxi, veo a un hombre ya bastante mayor bajarse de una gran camioneta negra. Estaciona justo frente a la casa y me pare
AlecDejé ir a Madison, sin embargo, por alguna extraña razón, siento una angustia en mi interior que no me deja estar en paz.Es curioso, porque ni bien ella se fue, la tranquilidad que me había dado al calmar mi ataque de ansiedad, se disipó.La mucama que la había reprendido por encender programas inadecuados viene de vuelta.—Señor Fairchild, su abuelo está en la puerta.Lo que me faltaba, que ese viejo cascarrabias viniera a visitarme, y justo ahora que me encuentro solo. Suspiro profundo y le hago un asentimiento para que lo deje pasar, si me niego a atenderlo, seguro es capaz de hacer un escándalo.Mi abuelo es el único pariente vivo que me queda. Él es el hijo del fundador de la empresa, el gran grupo Fairchild. Había decidido retirarse cuando le entraron los años, le dio el mando a mi padre, y cuando él falleció, dejó estipulado que sería yo quien heredase la empresa. Mi abuelo estuvo de acuerdo con eso, aunque siempre le molestó un poco mi manera de hacer las cosas.Desde el
MadisonAbandono toda esperanza de que se trate de alguien más cuando veo bajar al mismo señor mayor que vi antes de irme de la casa de Alec. El señor arruga la vista debido al sol, y enseguida se pone un par de lentes oscuros. Se da la vuelta y saca la silla de ruedas de mi jefe.Por instinto, salgo corriendo a ayudarlo, a pesar de que mi corazón va más rápido que el galope de un caballo.—Buenos días, señor —saludo.Mi padre avanza detrás de mí, pero mantiene su distancia.—Señorita, buenos días —responde el hombre. Ahora que lo veo más de cerca, puedo darme cuenta de que es bastante probable que se trate de un familiar de Alec. Se parecen bastante, a pesar de la edad mayor del hombre, que se ve muy bien conservado.Abre la puerta del copiloto y lo primero que veo es la mala cara de mi jefe. No puedo disimular mi sorpresa al verlo ahí, es que realmente no tengo idea de qué está haciendo aquí.—Señor Fairchild, yo…—No se preocupe, no estoy aquí para recriminarle su salida del trabaj
AlecEntre más la conozco, más intriga me causa. Jamás pensé que viviese en un lugar como este. Aunque ella me dijo que era una chica de campo, la verdad no me imaginé algo así.Siento que está ocultándome algo, no sé de qué se trata, pero estoy seguro de que no desea que esté aquí; y no creo que se deba solo al hecho incómodo de que mi abuelo me obligase a venir a visitarla, o el hecho de que tiene a su jefe en casa a pocos días de haber iniciado el trabajo.Paseamos un rato por el campo de su familia. Las vacas pastan tranquilamente a lo lejos, y al otro lado está lo que parece ser un cultivo de maíz destrozado. No imaginé que tuviese tantas dificultades económicas. Es por eso que algo dentro de mí me impulsó a pedirle que se quede en mi casa de forma permanente.—Alec, no puedo. No creo que eso le agrade a su esposa, además, Patrick cubre ya ese horario.—No, no le estoy diciendo que cubra los turnos veinticuatro horas, no soy tan inconsciente. Solo le estoy ofreciendo alojo para q
MadisonTenía terror de que Alec se enterara que tengo un hijo, pero no reaccionó en lo absoluto como yo esperaba. De hecho, fue bastante tierno con él. Jamás imaginé que tuviese un lado amable y bondadoso como ese.Antes de que su abuelo se fuera, me pidió mi número de celular con la excusa de que iba a enviarme unas terapias que consiguió en sus viajes por Europa. Está convencido de que puede curar la parálisis de su nieto, siempre y cuando él se deje. “Te pongo como tarea convencerlo de que busque tratamiento”, fue lo último que me dijo.Increíble que piense que yo podré convencerlo de algo así, si acaso y he logrado levantarlo de la cama. Ni siquiera me ha dejado hacerle los masajes correspondientes a sus músculos.Cuando llegamos a la casa, ya son alrededor de las cinco y cuarto de la tarde, así que seguramente su esposa ya está por volver. Pensar en eso me hace recordar lo de esta madrugada. Aquello se siente muy lejano luego del ajetreado día de hoy.No olvido lo de su amante,
Alec Tres días después de haber conocido la casa de Madison, todo parece haber vuelto a la normalidad. Mi esposa ni siquiera volvió a mencionar el incidente del intento de robo, y como decidimos no denunciarlo a la policía, pues la cosa murió ahí. Hoy es el día que supuestamente llega Mason Rees de su viaje de negocios. Mason es mi mejor amigo desde hace muchos años, lo conocí poco antes de conocer a Jennifer, y desde ese momento, ha sido inseparable conmigo. Al menos hasta mi accidente. Por alguna razón se volvió distante. No quisiera pensar que se trata de algo relacionado, pero es difícil no imaginar que tenga que ver con otra cosa. Por otro lado, me decepcionó que Madison no siguiera quedándose en casa, pero imagino que el problema de agua en su departamento ya se solucionó; y fui yo quien le dijo que debía irse apenas eso estuviera resuelto. —Hasta la noche, señor Fairchild —se despide Patrick. —Adiós —digo haciéndole una seña con las manos. Me quedo solo por un momento, ha
MadisonDe verdad estoy decidida a hacerle ver a ese hombre que se equivoca. No puedo creer lo soberbio y arrogante que es. Al menos logré borrarle la sonrisa del rostro cuando me encontré a Harry, el chofer. Ni siquiera su esposa fue capaz de decirme que había uno disponible en la casa para cualquier eventualidad. Es obvio que no quiere que yo lo pueda sacar de la casa, de otro modo, no me explico cómo es que no me lo dijo.De todas formas, ya no importa. Ahora mismo, Alec y yo; junto al chofer; estamos de camino a uno de los mejores lugares para comer en todo Austin.Lo veo mirar las calles maravillado, como si nunca hubiese salido de la zona residencial donde vive.—¿Alguna vez habías venido por estos lados? —pregunto.—La verdad es que no. No suelo venir a estas zonas de Austin.—Entonces es algo completamente nuevo para ti —concluyo.Alec bufa y gira los ojos, intenta contener una risita, lo sé.Le indico al chofer la ruta que debe tomar mientras miro mi reloj. El único lugar que
AlecTuve mis serias dudas cuando vi esas donas tan inusuales, pero luego de probarlas, toda idea de que no podría disfrutar algo así se disipó. Me costó un poco admitirle que ella tenía razón, al menos en que puedo divertirme todavía, incluso estando en la silla de ruedas.Me doy cuenta que la pregunta sobre el padre de su hijo la incomodó bastante. No pude aguantar la curiosidad de saber lo que le sucedió. Se queda callada y de pronto grita:—¡Llegamos!Es otro restaurante. Creo que Madison pretende engordarme.—Ya no tengo más hambre —advierto.—Aquí no vamos precisamente a comer —me dice con una sonrisa divertida.Cuando me baja del auto, comprendo a qué se refiere con ello. No es un restaurante como tal, es un bar, de esos donde venden una gran jarra de cerveza fresca y barbacoa.—No puedes estar hablando en serio.—Últimamente ha dicho mucho esa frase, señor Fairchild.—No me digas señor Fairchild, me haces sentir como un viejo de setenta años.—Yo diría que de ochenta —contesta