La Elegida Del Alfa Supremo
La Elegida Del Alfa Supremo
Por: Elizabw26
Prólogo

Dedicatoria:

Antes de sumergirse en esta historia de amor y misterio, permítanme ofrecerles una advertencia: las líneas entre la luz y la oscuridad se desdibujan aquí. Los corazones pueden ser tan traicioneros como los hechizos más poderosos, y las almas pueden encontrar su destino en los lugares más inesperados.

Así que, con valentía, adéntrense en los reinos celestiales y los antiguos clanes. Acompañen a Kael, y a Lunara en su búsqueda de amor, poder y redención. Pero tengan cuidado, queridas, porque en este mundo, incluso los ángeles pueden caer y los demonios pueden ascender.

Que las estrellas guíen sus pasos y los suspiros de los dioses les acompañen en esta travesía.

Con cariño, Elizabw

P.S.: No olviden llevar un abanico para los momentos de tensión. 🌟🌙✨

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Prólogo:

En un mundo donde la noche y el día se entrelazan con leyendas, tres sectas ancestrales se alzan en el horizonte de la historia. El clan Shenduhui, demonios que danzan bajo el manto celeste; el clan Tiandaopai, ángeles cuyas alas resplandecen con la promesa de la inmortalidad; y el clan Yingpai, lobos que aúllan al compás de secretos oscuros. Entre ellos, una figura emerge de las sombras, todos la llaman la diosa de la vida y la muerte.

Kael, de la secta Sizulux, renunció a su humanidad para abrazar un poder oscuro. Transformado en un monstruo desprovisto de emociones, lideró un ejército de 100,000 soldados en una marcha de destrucción sin igual. El Mar de Aetheris y el Lago de Miraluna, corazones de la secta y el mundo mortal respectivamente, temblaban ante la inminente aniquilación.

La guerra fracturó el equilibrio del cosmos.

En medio del caos, la diosa antigua se presentó ante un ángel elegido para una misión especial. Con una mirada que irradiaba sabiduría y tristeza, le entregó un frasco dorado lleno de un líquido centelleante.

—Guardián del equilibrio, tú eres la esperanza —dijo la diosa con voz suave pero llena de autoridad—. Toma este elixir antiguo, símbolo de nuestra fe en la humanidad. Debes encontrar a la niña por nacer, aquella que llevará consigo el destino de todos los mundos.

El ángel tomó el frasco con reverencia, sintiendo el peso de la responsabilidad en sus hombros.

—¿Qué debo hacer con ella? —preguntó, buscando orientación en los ojos de la diosa.

—Protegerla, guiarla y prepararla para el camino que le espera —respondió la diosa, con un destello de tristeza en sus ojos divinos—. El futuro de todos depende de ella, y de ti, guardián.

Con estas palabras, la diosa se desvaneció en una bruma plateada, dejando al ángel solo con su misión y el elixir que contenía el destino de mundos enteros.

—La diosa nos ha abandonado —murmuró un anciano sabio, su rostro arrugado por los años—. Solo el destino dirá si sobrevivimos a esta oscuridad.

Para contrarrestar esta marea oscura, el primer dios de la guerra de Sylvan, el ángel supremo, hizo el sacrificio supremo. Con la destrucción de su espíritu primordial, el ejército de Kael fue sellado, y su esencia encerrada en la Torre de Sylpharion. La leyenda susurraba que si el espíritu de Kael fuera alguna vez restaurado, la calamidad volvería a asolar el mundo. Solo la Diosa Nocturna, una figura envuelta en misterio, poseía la clave para evitar tal desastre. Pero ella se había esfumado, dejando tras de sí solo el eco de su leyenda.

El nacimiento de Lunara fue un evento marcado por el rechazo y el misterio. Su familia humana, conocedora de un secreto profundo y oscuro, la despreciaba. Lunara no era hija de mortales, sino descendiente directa de una loba de noble cuna, una reina de las sombras. Movidos por la ambición, los humanos secuestraron a la heredera de la realeza lupina, alejándola de su legítimo destino.

Creciendo en un mundo que no era el suyo, Lunara se enfrentó a desafíos que moldearon su carácter y su alma. Un día, el amor la llevó a arriesgarlo todo por su enamorado, un ángel cuyo destino estaba entrelazado con el suyo de maneras que ni siquiera los astros podrían haber predicho.

—Te seguiré hasta los confines del universo si es necesario, Lunara —dijo el ángel, su voz llena de determinación—. Nada nos separará.

Treinta milenios pasaron, y la barrera de la Torre de Sylpharion vibró con una perturbación desconocida. Mientras los sabios y magos luchaban por restaurar la barrera, una loba de rango inferior, despreciada y subestimada por los mortales, tropezó hacia el interior de la torre prohibida. Su nombre era Lunara.

Atrapados en una dimensión olvidada, Lunara y el demonio, conocido como Kael, se vieron obligados a dejar de lado sus diferencias para idear un plan de escape. En su lucha por la libertad, Kael revivió una vieja derrota, una que amenazaba con repetirse y consumirlos a ambos en las llamas de una guerra ancestral.

—Debemos unir fuerzas si queremos sobrevivir —declaró Kael, su mirada fija en el horizonte.

La presencia de Lunara dentro de la Torre de Sylpharion no fue un simple accidente. Era el hilo del destino tejiéndose en el tapiz del tiempo. Kael, cuyo espíritu había languidecido en la soledad de su prisión, encontró en Lunara no solo a una adversaria, sino a una aliada inesperada. Juntos, descubrieron que la perturbación en la barrera no era un fallo, sino una señal: la Diosa Nocturna estaba dentro de Lunara, llamándola, guiándolos hacia una verdad que había permanecido oculta durante eones.

—Eres más de lo que pareces, Lunara —murmuró Kael, su voz casi un susurro en la oscuridad de la torre—. Y juntos, podemos desatar un poder que cambiará el mundo para siempre.

La lucha por la libertad de Kael y la búsqueda de Lunara por su verdadera identidad los llevará a través de reinos olvidados y a enfrentarse a enemigos que desafían la imaginación. En su viaje, descubrirán que la línea entre héroe y villano es tan tenue como la frontera entre la noche y el alba. Y en el corazón de esta odisea, un poder que puede salvar o condenar al mundo espera ser despertado.

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