En el entrelazado de destinos y magia, cada elección resuena a través del velo de la realidad, tejiendo el tapiz de un mundo donde la libertad y el poder se encuentran en la encrucijada de lo prohibido y lo sagrado.
𖡨❯╅╾┽┄╼❮ཤ𖢘ཥ❯╾┄┾╼╆❮𖡨 Lunara: —Eres el inmortal pecador que está encerrado dentro, ¿quieres engañarme para que te libere? —le dije mientras ella aprieta más mi cuello, sus dedos como garras de acero, su aliento un vaho helado que me erizaba la piel. —Te aconsejo que no me compares con esos don nadies, mi paciencia es ilimitada. Date prisa y rompe la matrix Sylpharion, de lo contrario, te mataré ahora —me amenazó con una voz que parecía arrastrar las cadenas de mil almas condenadas. Intenté safarme, golpeando su brazo con la desesperación de quien lucha contra la muerte misma. Yě Líng, el espíritu ancestral que habitaba en mi mente, me animaba a enfrentarla. «Vamos, enfrentalo» —susurró con una voz que era como el viento entre los bambúes. Con un movimiento rápido, pasé mi dedo índice sobre el hombro de ella, y ella bajó la mirada a mi dedo con un odio que parecía capaz de incinerar el mundo. —Eres solo un inmortal pecador, no eres gran cosa —le dije, desafiante, aunque al encontrarse nuestros ojos, sentí la promesa de muerte en su mirada. Pero continué, alimentando la rivalidad entre nosotros—. Sigues hablando de ti como si fueras más poderoso que yo. Cualquiera en Sylpharion es más poderoso que yo. Además, hemos cambiado de cuerpo; si me matas ahora, te matas a ti mismo. Simplemente podemos morir juntos —alcé mi cuello, invitándola a terminar su trabajo, a rivalizar con la muerte. El pecador me lanzó una mirada cruel, sus ojos dos abismos sin fondo. —Me acabas de recordar —dijo con una voz profunda, llena de odio. Alzó dos dedos y, con un gesto, invocó una magia de color azul profundo. El aire a nuestro alrededor se cargó de electricidad, y su cabello se alzó como si estuviera vivo. Con un movimiento de tijera, cortó mi propio cabello hasta dejarlo en los hombros. Observé, horrorizada, la transformación que se operaba ante mí. La tensión entre ambos se intensificaba con cada palabra, cada gesto cargado de un poder que amenazaba con desgarrar el tejido mismo de Sylpharion. «¡Oh no!» —exclamó Yě Líng, su voz una mezcla de incomodidad y premonición. Ella ya sabía lo que iba a pasar, y yo, saliendo de mi asombro, lo miré con los ojos vidriosos. —¡Mi cabello! —grité, observando los mechones caídos en el suelo, cada uno un recuerdo de la libertad que me había sido arrebatada. —No lo olvides, ahora también estás en mis garras —me espetó el pecador, su voz destilando odio. —No te voy a dejar escapar —le respondí, la ira hirviendo en mis palabras mientras comenzaba a jalar su cabello, forzando su cabeza a moverse al ritmo de mi furia. —¡Te dejaré calvo hoy! —le grité, entre la ira y el dolor, mis berrinches escalando a tal punto que mis manos tiraban de su cabello con más fuerza, sollozando. —¡Detente! —rugió él, molesto, pero yo no escuchaba, continuaba con mi tarea, arrancando su cabello. —¿Cómo te atreves a ser tan presuntuosa? ¿Crees que no voy a romperte los brazos ahora? —me desafió, su mirada llena de un odio aún más profundo. —¡Entonces te cortaré el cuello! —le repliqué, molesta, mientras seguía tirando de su cabello hasta tener mechones en mis manos. —Te atreves a decir tonterías, parece que te quieres quedar sin lengua —me amenazó, su enojo palpable en cada sílaba. —Si te atreves a tocar mi lengua, voy a... usar mi poder para destruir tu cultivo inmortal —lo desafié de nuevo, mi voz firme a pesar del peligro que enfrentaba. La confrontación entre ambos alcanzaba un clímax emocional, cada palabra y acción cargada de una intensidad que resonaba a través de las antiguas piedras de Sylpharion. —¿Te atreves? —preguntó él, su voz un cuchillo afilado por el odio. —¿Por qué no? Mi cultivo inmortal está dañado de todas formas. Voy a destruir la tuya; no tengo miedo —respondí con desafío, mis ojos brillantes de lágrimas mientras me dejaba caer de rodillas al suelo, abrazando mis piernas y llorando por la pérdida de mi cabello, mi orgullo, mi identidad. —No llores —dijo el pecador, intentando suavizar su tono, pero el veneno de su odio aún goteaba de cada palabra. —Todo se ha ido... ya no puedo trenzar mi cabello, ya no puedo usar una horquilla, incluso tengo que quedarme en este pecaminoso cuerpo tuyo, inmortal —continué, sollozando como una niña pequeña, mi dolor tan profundo como las raíces de los árboles milenarios de Sylpharion. —Te dije que no lloraras —insistió él, molesto, su mirada aún llena de desprecio. Yě Líng, mi loba interior, gruñía con furia, deseando arrastrarlo por toda la torre, pero yo estaba demasiado ocupada en mi duelo para prestarle atención. —No puedo pasar el examen inmortal, tampoco nunca podré volver al salón de los suspiros. Solo tengo 500 años, todavía soy tan joven... ¿Por qué mi vida es tan miserable? —sollozaba, mientras él solo suspiraba, frustrado por mi resistencia. —Levántate —me ordenó fríamente. —¡Devuélveme mi cabello! —exigí, mi voz quebrándose en un sollozo descontrolado. —¡Levántate! —gritó él, su paciencia agotada. —¡Devuélveme mi cabello! —repetí, mi desesperación creciendo con cada palabra. La magia de Sylpharion era caprichosa y poderosa, y en un instante, el pecador inmortal había restaurado mi cabello a su antigua gloria. Me levanté, secando las lágrimas de mi rostro con cuidado, aún con el corazón latiendo desbocado por la emoción del momento. —Eres la primera persona en la historia que me amenaza —dijo él, su voz fría como el hielo de las montañas eternas, su mirada afilada y peligrosa. —También eres la primera persona en la historia que me hace llorar como un hombre —respondí, bajando la mirada para ocultar la tormenta en mis ojos—. No quiero quedarme en tu estúpido cuerpo por más tiempo. Es solo la matrix de Sylpharion; hoy la romperé —declaré, pasando a su lado con una determinación que sentía arder en mi pecho. —Para ti, cuando salgamos, vamos a encontrar una manera lo antes posible —prometí, cada paso que daba resonaba con la promesa de libertad y venganza. —Las personas del reino celestial siempre afirman ser honorables, pero cuando las cosas pasan, solo se preocupan por sí mismos. Todavía no me ayudas a romper este sello —me reprochó, su suspiro cargado de frustración y una amenaza velada. Mi lucha interna, se intensificaba con cada palabra de Yě Líng, mi espíritu guía. La sabiduría ancestral chocaba con las reglas impuestas por la sociedad de Sylpharion, y en ese momento, me encontraba en una encrucijada entre el deber y la libertad. —Solo soy una lykan. Si quieres que una lykan piense en estas cosas, entonces ¿por qué necesitamos a los soldados ángeles celestiales, emperadores celestiales y líderes de los lykans? Además, mi maestra dijo que robarse el trabajo es como matar a la madre; no puedo hacer estas cosas —dije, mi voz temblorosa, revelando la confusión y el conflicto que me atormentaban. Yě Líng, con su sabiduría milenaria, intentaba abrir mis ojos a un mundo más allá de las restricciones. «Puedes hacer mucho más de lo que piensas, niña, solo que te limitas a explorar más allá de lo permitido» —me instó Yě Líng. «No me limito, solo sigo las reglas» —respondí, pero ella solo bufa, claramente frustrada con mi obstinación. «Niña, a veces debemos romper esas reglas para ser libres, o siempre serás un pájaro enjaulado que no hace algo solo porque unas tontas reglas se lo impiden» —me retó Yě Líng, su tono un poco molesto. «Sean tontas o no, se hicieron para seguirlas y ser mejores» —repliqué con confianza, aferrándome a la estructura que me había definido toda mi vida. «Niña, espero te des cuenta muy pronto que las reglas solo te limitan a tu verdadero tú» —dijo Yě Líng con tranquilidad, sus palabras resonando en mi mente como un eco distante. El pecador inmortal observaba la escena, su mirada intensa y calculadora. —Pequeña Espíritu de lobo, tienes algunos rasgos de la secta Sizulux —comentó, como si pudiera ver a través de mi alma. —Suficiente, no me molestes —le dije, mi paciencia agotada, mientras me dirigía hacia la salida. Colocando mis manos lado a lado, intenté encender mi poder, pero este solo parpadeaba. Alcé las manos, intentando romper el sello, pero lo único que logré fue que mi magia solo parpadeara, un reflejo de mi propia incertidumbre. Mi frustración era palpable en cada intento fallido de liberarme del sello que me ataba a un cuerpo que no era el mio. Yě Líng, mi loba interior, me advierte que detuviera mis esfuerzos inútiles, pero mi determinación era más fuerte que cualquier advertencia. «Detente, no lo lograrás» —insistió Yě Líng, su voz una mezcla de preocupación y sabiduría antigua. «Debo intentarlo una vez más» —respondí, mi ceño fruncido en concentración mientras sacudía mis manos y las alzaba hacia el cielo, liberando un grito de desafío. Pero nada sucedía, y con un movimiento brusco, mis manos brillaron con una luz intensa que me lanzó por los aires. En una maniobra desafortunada, aterricé cerca de los pies del pecador, mi rostro contra el suelo frío y duro de la torre. Levanté la cara, tocándome la frente con una mano y quejándome como una niña pequeña. Mis manos se apilaban una sobre la otra, mi barbilla descansando sobre ellas mientras fruncía el ceño y me lamentaba. —No sé cómo usar tu cuerpo —le dije al pecador, quejándome de la extrañeza de la situación. —¿Cómo podría haber una persona tan estúpida en este mundo? —respondió él con una molestia evidente en su tono. —¿Tienes alguna idea? Solo sabes dar órdenes a la gente —repliqué, aún sintiendo el dolor del golpe que me había dado. El pecador se giró, dándome la espalda mientras reflexionaba. —Olvida lo que dije, realmente no puedo contar con una perdedora como tú. Todo tiene su causa; debemos haber hecho algo que hizo que cambiáramos de cuerpo. Ahora, si repetimos lo que estábamos haciendo antes de cambiar, tal vez podamos cambiar de nuevo —dijo, pensativo. Yě Líng interrumpió mis pensamientos con una urgencia que me sorprendió. «El beso, el beso hizo que cambiaran de cuerpo» —dijo, y tenía razón. Cuando caí en la torre y las esferas me empujaron, nos besamos, y luego nuestro beso... «Yě Líng, era mi primer beso y me tuvo que haber pasado esto. Estoy perdida en la desgracia» —me quejé mentalmente, sufriendo por la ironía del destino. Sailius: En el palacio de la fuente de Sylpharion, la noche se desplegaba como un manto de misterio y promesas. Sailius, con la serenidad de quien conoce el poder que reside en sus venas, recorría los pasillos con una calma que contrastaba con la agitación que se respiraba en el aire. —Mi señor, estás de vuelta. El señor Róng Yè está aquí, él está esperando adentro —me informó Chuān Lǐng, su voz un susurro de lealtad y alegría contenida. —Tráeme el vino de llama verde que he traído de regreso del mar más septentrional. Él no es bueno en otras cosas, solo le gusta el buen vino. Vamos —le instruí, con la autoridad que me confería mi posición. Con un gesto fluido y lleno de significado, llevé mi brazo izquierdo hacia atrás, rozando mi columna vertebral en un abrazo fantasmal, mientras mi brazo derecho se mantenía elevado, como si sostuviera el peso de los secretos que guardaba la noche. Chuān Lǐng asintió y se retiró, su reverencia un eco de la oscuridad que se cernía sobre la habitación. La penumbra era apenas interrumpida por el suave resplandor de las linternas que flanqueaban la gran puerta abierta, y la brisa nocturna danzaba con las cortinas de seda, susurrando historias de tiempos antiguos. El espacio en el que me encontraba era un santuario de tradición y elegancia, con elementos que evocaban un estilo asiático, posiblemente coreano. La cama, un trono de descanso, estaba adornada con almohadas decorativas y dispuesta con meticulosa atención al detalle. Sobre ella, un cuadro capturaba la esencia de la serenidad que impregnaba el lugar, y las linternas dentro de la habitación proyectaban una luz tenue que prometía confort y calma. Cuando Chuān Lǐng regresó con el vino de llama verde, su reverencia fue un preludio a su partida. Sonreí brevemente mientras me acercaba a la pintura que colgaba sobre la cama, un paisaje de montañas y árboles tradicionales que me llamaba, susurrando promesas de aventuras desconocidas. La tela translúcida que me envolvía brillaba con un resplandor etéreo, como si estuviera impregnada de magia. Al tocar el marco de la pintura, una oleada de luz cegadora brotó desde el punto de contacto, envolviéndome en un torbellino de colores y sensaciones. Era el comienzo de algo extraordinario, un presagio de los eventos que estaban por desencadenarse en el reino de Sylpharion. La luz que emanaba de la pintura era un portal, una puerta hacia lo desconocido que Sailius no podía ignorar. La intensidad de su brillo lo envolvía, y por un momento, el mundo físico se desvanecía, dejándolo flotando en un vacío de posibilidades infinitas. La sensación era liberadora, un escape de las cadenas de la realidad hacia un reino donde todo era posible. En el país de los lykans, la música flotaba en el aire, una melodía que emanaba de una figura solitaria en un barco. La celebración en el pabellón del agua, Líng Yún Gé, estaba en su apogeo, pero Sailius se mantenía aparte, su presencia ausente entre los festejos. —Hay una celebración de regreso victorioso en el pabellón del agua, Líng Yún Gé es muy animado, pero te niegas a ir. ¡Qué arrogante! —le dije a Róng Yè, el señor de los lykans, con una sonrisa que ocultaba mi verdadero sentir. —Soy solo un mero inmortal, no tengo que ir. Tú, el protagonista de esta celebración del regreso victorioso, no asistes. ¿No tienes miedo de que Wèi Chuán Qí te culpe? —respondió Róng Yè con una calma que contrastaba con la energía de la fiesta. Nos sentamos, y el silencio se extendió entre nosotros mientras él reflexionaba. La confesión que se avecinaba pesaba en mi alma como una losa. —Cuando el sello fue reforzado hoy, una joven inocente cayó en la torre Sylpharion. No pude salvarla; perdí una vida, pero mi hermano y los demás no tenían alguna respuesta a eso en absoluto —confesé, la frustración de la impotencia marcando cada palabra. Róng Yè me miró, su expresión inmutable. —Como se esperaba, esos hipócritas del reino celestial. Por eso nunca quiero beber o hablar con ellos, tú lo sabes —dijo, y yo solo pude inclinar la cabeza hacia atrás, mirando hacia el cielo en busca de respuestas que sabía que no encontraría allí. —Yo también prefiero estar con este lago solitario y montaña vacía. Preferiría tomar una copa contigo —le dije, alzando la botella de vino en un brindis silencioso a la soledad compartida. El vino de llama verde brillaba en la penumbra, y mientras lo servía, la luz de la luna se reflejaba en su superficie, prometiendo un momento de paz en medio de la tormenta que se avecinaba.En la danza eterna entre la luz y la sombra, cada susurro del destino teje el hilo de un futuro incierto, donde el valor y la traición son los artífices de leyendas inmortales.𖡨❯╅╾┽┄╼❮ཤ𖢘ཥ❯╾┄┾╼╆❮𖡨Sailius:—¿Vino de llama verde del mar más septentrional? —preguntó Róng Yè, su voz teñida de asombro. Asentí levemente y le entregué la botella. Él la agarró con rapidez y comenzó a beber, sus ojos cerrándose en señal de aprobación.—Está a la altura de su reputación —sonrió suavemente y me devolvió la botella. Yo bebí también, disfrutando del momento, aunque sabía que nunca antes había probado el alcohol. Era un placer prohibido por mi posición y deberes.—Xī Shān Gǔ es realmente un buen lugar. Creo que la diosa Liuyue debe ser impresionante. ¿Qué estás sosteniendo? —preguntó, su curiosidad despertada mientras yo sacaba un pañuelo de la manga de mi vestido.—¿Algo de tu amante? —bromeó Róng Yè, una sonrisa juguetona en sus labios.—No es nada, solo es un pañuelo —respondí, pero Róng Yè
En el susurro del viento y el fulgor de la llama, el destino se teje con hilos de valor y magia.𖡨❯╅╾┽┄╼❮ཤ𖢘ཥ❯╾┄┾╼╆❮𖡨Lunara:Con el libro del destino firmemente sujeto entre mis manos y la máscara la desaparezco, me adentré en el bosque. La penumbra se cernía sobre los árboles, y cada sombra parecía cobrar vida propia. Aunque el miedo me instaba a correr, mis pasos eran medidos; cada hoja que crujía bajo mis botas resonaba como un grito en la quietud.De repente, una figura etérea apareció entre los árboles. Era mi ángel, Eerlang, cuya presencia siempre había sido mi guía y mi consuelo. Pero algo en su silueta me hizo detenerme. Algo no estaba bien. Me oculté detrás de un árbol, conteniendo la respiración, mientras él miraba a su alrededor.—¿Quién anda ahí? —su voz, aunque serena, llevaba un filo de alerta.«Dame paso que te saco de aquí rápido», —susurró Yě Líng, mi loba interior. No dudé ni un segundo; me transformé en mi forma lupina y corrí a través del bosque, veloz como un r
En el entrelazado de destinos y el susurro de antiguos secretos, la verdad se revela solo a aquellos que desafían los límites del mundo conocido.𖡨❯╅╾┽┄╼❮ཤ𖢘ཥ❯╾┄┾╼╆❮𖡨Kael:La noche se cernía majestuosa cuando un resplandor de media luna se dibujó en el cielo. La energía oscura fluía a través de mí, y el círculo de media luna comenzaba a completarse lentamente. Emergí de las sombras, desplegando mis alas negras que destellaban con una energía oscura y poderosa. Con un gesto fluido de mi mano, invoqué hilos de luz azulada que danzaron alrededor de la pequeña niña malcriada, impidiendo que cayera en el caldero infernal que se abría a sus pies. Los hilos se entrelazaron, atrayendo a la pequeña hacia mí, hasta que finalmente quedó segura en mi palma. Me erguí imponente, mi poder demoníaco resonando en cada rincón del firmamento. La niña, ahora bajo mi control, emitía un brillo intenso.Los guardias que osaron desafiarme se desvanecieron en cenizas ante mi presencia. Con una mirada depre
El equilibrio entre la luz y la oscuridad pende de un hilo en el jardín de los suspiros.𖡨❯╅╾┽┄╼❮ཤ𖢘ཥ❯╾┄┾╼╆❮𖡨Sailius:Al llegar de regreso a mi palacio, sentí una mezcla de alivio y anticipación. El aire estaba cargado con el aroma familiar de incienso y el susurro de los jardines aledaños, donde el viento hacía danzar las hojas de los árboles de cerezos en flor. Mis pasos resonaron en los pasillos de mármol, cada eco recordándome la nobleza de mi linaje, hasta llegar a mi cámara privada.Allí, en el centro de la sala, reposaba el cofre antiguo que había heredado de mis ancestros. Con manos temblorosas, me acerqué y toqué con suavidad su superficie. El cofre era de un profundo color ébano, adornado con intrincados grabados en oro que representaban dragones enredados en una danza eterna. La madera parecía viva bajo mis dedos, como si guardara los secretos de siglos pasados, pulsando con una energía latente que solo los herederos de mi linaje podían percibir.Respiré hondo y, con sum
En el umbral de la oscuridad, donde las sombras se entrelazan con los suspiros del viento, encontré mi destino sellado en un pacto de sangre.🌑🔥𖡨❯╅╾┽┄╼❮ཤ𖢘ཥ❯╾┄┾╼╆❮𖡨Lunara:Miro a mi ángel con una mezcla de sorpresa y temor, mis ojos brillando con lágrimas no derramadas.—Señor Erlang —la voz temblorosa del pecador resonó en el aire—. Señor Erlang, no me mate.Erlang avanzó con pasos firmes, su presencia emanaba un poder que hacía temblar a cualquiera que osara enfrentarlo. Su mirada, helada y calculadora, se posó en el pecador, y su voz resonó como un juicio inapelable.—¿Cómo te atreves a escapar de prisión? Debes ser ejecutado de acuerdo a la ley.Sin un ápice de piedad, Erlang desenvainó su espada con un movimiento fluido. La hoja destelló bajo la luz de la luna, y antes de que el pecador pudiera reaccionar, la espada se hundió en su carne. Un grito de dolor se ahogó en el aire, y el cuerpo del hombre cayó al suelo con un sordo golpe. La sangre se esparció como un macabro río
En el silencio del Salón de los Suspiros, el destino se entreteje con cada palabra y cada acción𖡨❯╅╾┽┄╼❮ཤ𖢘ཥ❯╾┄┾╼╆❮𖡨Kael:—Es fascinante. —la pequeña malcriada se ríe con desdén— Sí, esta es la espada Fēngyǐng Jiàn, de la diosa de la guerra, Liuyue. Empújala contra Emberfall aquí. —dice, clavando la pequeña espada en el pecho de la bolita. La observo, furioso, por un largo momento.—Luego, gira y gira. —continúa, retorciendo la espada en la bolita blanca hasta dejarla en perfecto estado.—¡Detente! —ordeno con voz gélida, haciendo que la pequeña malcriada se sobresalte. La miro con una frialdad que congela el alma, mis ojos se tiñen de un rojo amenazante, señal de que mi lobo está a punto de tomar el control. Sin embargo, relajo mi expresión, mirando al horizonte con una calma aterradora.—Estás equivocada. Liuyue se suicidó con la espada Fēngyǐng Jiàn. —digo con desdén, y ella me mira asustada.—No tienes que ser tan cruel. ¿No es suficiente que el significado y la trama sean cas
El bosque susurraba secretos antiguos mientras la oscuridad de la noche se cargaba de un misterio que prometía desvelarse con la llegada del alba.𖡨❯╅╾┽┄╼❮ཤ𖢘ཥ❯╾┄┾╼╆❮𖡨Lunara:—¿Él ha desaparecido? —inquirió Yuebai, sus ojos destellando curiosidad.—¿Realmente se ha ido? —preguntó Heiyu, su seriedad cortando el aire como una hoja afilada.—¿Quizás se esconde? —meditó Fenghuang, frunciendo el ceño con pensamientos profundos.—¡Por favor, dejen de mirar! Lo he buscado en cada rincón. No está aquí. ¡Se ha marchado de verdad! Siempre lo esperé, pero ya no está. ¡Es increíble! —exclamé con júbilo, sintiendo una oleada de emoción al mirar a mis amigos.—Sí, se ha ido. —afirmó Yuebai, con una chispa de emoción en su voz.—¡Es maravilloso! —gritó Huolong, sus ojos brillando de alegría.—Gracias a los cielos —murmuró Fenghuang, con una sonrisa de alivio.—Él es un inmortal pecador, —susurró Fenghuang, su voz como el eco de un antiguo hechizo—. Una vez que alguien descubra su presencia, serás
En la oscuridad de la noche, la fría frialdad se enfrenta a la desesperación, revelando la vulnerabilidad oculta tras un poder implacable.𖡨❯╅╾┽┄╼❮ཤ𖢘ཥ❯╾┄┾╼╆❮𖡨Kael:Me levanté de golpe de mi asiento, sintiendo la furia arder en mi interior como un fuego inextinguible. Mis pasos resonaban con eco por los oscuros pasillos del castillo, cada paso un recordatorio de mi poder inquebrantable. Al llegar a la habitación de la pequeña malcriada, abro la puerta de un tirón, el chirrido resonando en la quietud de la noche.Allí estaba ella, durmiendo plácidamente, completamente ajena a la tormenta que se avecinaba. Me acerqué a ella con pasos firmes, mi presencia llenando la habitación con una tensión palpable.—Levántate y ven conmigo —exigí, mi voz cortante y fría, el ceño fruncido. Ella abrió los ojos lentamente, mirándome con desdén durante unos segundos antes de hablar.—Erfall, ¿estás loco? Aún no amanece. ¿A dónde me llevas? —murmuró adormilada, su voz impregnada de reproche.—Lo sabrá