Capitulo 1

Cada ser humano tiene una historia que contar de su propia vida; hay quienes viven felices y sin complicaciones. Que tienen todo con que disfrutar y no preocuparse por el mañana.

Aun así, también hay quienes sueñan por llegar a la meta que se plantean y cada vez se vuelve lejos, con deseo de renunciar a todo y solo conformarse y como obsequio adicional, sin contar con el apoyo que debía ser el más importante

—Mamá, te he dicho que ya no soy esa niña de la cual te aprovechaste por tener un novio con dinero, dile a tu marido que trabaje y te dé —le habló Noelia con mucho respeto, a pesar de todo, seguía siendo su madre.

—Mi hija eres tú, me debes la crianza que te di, ¿sabes cuánto trabajé para que comieras bien? —Le sacó en cara la mujer molesta.

—No puedo creer que me sigas diciendo eso —murmuró Noelia, al mismo tiempo que sacó de su bolso el dinero que cargaba en efectivo y se los dio.

—Llegará un día en el que me iré y no sabrás qué hacer mamá —declaró Noelia.

—¿Para dónde piensas ir? Búscate un hombre rico y serás feliz o seremos feliz —Noelia abrió sus ojos, asombrada por sus palabras.

—¡Dios mío!, ¿acaso me recogiste de la calle? —indagó Noelia con asombro y tristeza.

—No digas estupideces, somos muy parecidas —Afirmó la mujer.

—No lo somos mamá, yo estudié y trabajo para darme mis gustos, que estés bien —finalizó Noelia con la conversación, antes que dijera algo más que la lastimará.

Con poco ánimo observó la carpeta que muchas veces metió a la empresa CK, una muy famosa empresa internacional de productos de belleza y perfumes.

Su sueño más anhelado, poder llegar a ser la asistente, secretaria o algo en esa empresa tan famosa y porqué no, la asistente personal de Cristina Kigman.

De dolo imaginarse eso, se llenaba de una inmensa alegría que en ese momento la llevaba a jurar que ya trabajaba ahí.

En ese mismo instante, a muchos kilómetros de allí, en Argentina, en el amplio y caro sofá de cuero color negro, con lámparas plateadas y flores naturales recolectadas por la mismísima Carlota Kigman, se encontraba madre e hijos en una discusión que no tenía fin.

—Cristina, no me parece que te vayas a Venezuela y dejes a tu marido aquí, solo hacer desastres que dañan tu imagen —reclamó su madre, una mujer de 65 años, con un temperamento fuerte.

—Y a mí no me parece tener que abandonar la empresa que mi padre levantó allá con tanto sacrificio para mí, por andar detrás de un hombre que no sabe el valor de una familia, el sacrificio de tener una empresa y una esposa al mismo tiempo, lo siento mamá, no soy sumisa y nunca lo seré —recalcó Cristina, con una seguridad en sus palabras, suficiente tenía con los malos comentarios sobre su matrimonio, aun así, ella no perdería su tiempo en querer buscar la atención de su propio esposo, no después de años, donde ya tenían una hija adolescente.

—Ya abuela, mi papá no pone de su parte, por algo mi tío lo odia —expresó la chica después que su madre se fue, había escuchado todo como siempre, así trataba de tranquilizar a su abuela que casi le daba algo.

—Ya deberías dejar que se divorcie de ese cretino —interrumpió Leonel, llegando a casa de su madre.

—¡Tiooo! —exclamó Ámbar, su hermosa sobrina de 14 años, quien recibió a su tío con abrazo.

—No digas eso, sería la burla de todos y Ámbar es muy joven —aseguró su madre.

—Yo soy más padre de Ámbar que ese idiota —afirmó serio

—Eso no debe ser así, y bueno, ¡Qué milagro que vienes a visitar a tu madre! —indaga Carlota.

—Si no lo hago mucho, es por mi trabajo —expresó el guapo hombre de 39 años.

—¿Y tu novia? —empezó a molestar Carlota.

—¿Tienes novia, tío? —preguntó Ámbar curiosa.

—Sabes que tu abuela sueña despierta —bromeó Leonel tomando asiento en el lujoso sofá.

—Quiero un nieto tuyo, ¿No piensas casarte? —presionó Carlota.

—¿Para divorciarme mañana? No, señora, estoy bien así —recalcó molesto por la insistencia de su madre.

—¿Y quién te cuidará cuando seas viejo? —indagó, buscando tener la razón.

—Yo abuela, no dejaré solo a mi tío —aseguró la chica feliz.

—Tu soltería es culpa de esta niña, no le agradan tus novias —reclamó molesta.

—Son unas caza fortuna abuela, entiende —trató de explicar la chica, pero Carlota estaba renuente, no entendía de razón, para ella lo más importante era ver a sus hijos en matrimonios y con hijos. Sin entender y aceptar las decisiones que ellos tomaban.

Cristina no prestó atención a las quejas de su madre y fue a Venezuela de igual manera, como lo iría haciendo muy seguido tal como lo hacía a Colombia y otras partes donde su padre le había dejado empresas.

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