18 Un milagro.

Quince minutos, eso fue lo que le llevo a Dulce contactar con Pedro, quince minutos le fueron más que suficientes a la reina para acabar con Verónica, pues lo que la reina decía en Chicago, se cumplía a la brevedad.

— ¿Segura que está muerta? — Horus rompió el silencio que flotaba en todo el departamento, provocando que Valentina lo vea incrédula.

— Pregúntale a Pedro, le volaron la cabeza estando a su lado. — no pensaba sentirse mal por decir aquello, no cuando sus gemelos habían encontrado el diario de su hija y le habían mostrado que Dulce había perdido su virginidad con Pedro y este solo nombro a Verónica en ese momento, aunque en aquellas paginas no decía nada de haber follado con Giovanni y mucho menos con Horus, supuso que a su hija el único que le importaba era el demonio.

— Mamá. — susurro Dulce y solo entonces Pedro la vio, su amiga, la incondicional, la que incluso después de humillarla como lo hizo esa noche, se seguía preocupando por cómo se sentía.

— No pienso sentir
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