Quince minutos, eso fue lo que le llevo a Dulce contactar con Pedro, quince minutos le fueron más que suficientes a la reina para acabar con Verónica, pues lo que la reina decía en Chicago, se cumplía a la brevedad. — ¿Segura que está muerta? — Horus rompió el silencio que flotaba en todo el departamento, provocando que Valentina lo vea incrédula. — Pregúntale a Pedro, le volaron la cabeza estando a su lado. — no pensaba sentirse mal por decir aquello, no cuando sus gemelos habían encontrado el diario de su hija y le habían mostrado que Dulce había perdido su virginidad con Pedro y este solo nombro a Verónica en ese momento, aunque en aquellas paginas no decía nada de haber follado con Giovanni y mucho menos con Horus, supuso que a su hija el único que le importaba era el demonio. — Mamá. — susurro Dulce y solo entonces Pedro la vio, su amiga, la incondicional, la que incluso después de humillarla como lo hizo esa noche, se seguía preocupando por cómo se sentía. — No pienso sentir
Los milagros existen, puedes creer en ellos o no, puedes pensar que alguna fuerza mística está interfiriendo en tu vida o que es simple conciencia, puedes darle el nombre que sea, suerte, buen karma, o simplemente milagro, cualquier cosa que explique, lo inexplicable. — Esto no tiene sentido, me refiero a que no es lo que había pensado, ¿cómo cambio todo de un momento a otro? — Horus veía el pasillo del hospital, las personas que aguardaban pacientemente sentadas en las bancas se veían casi normales, salvo por sus ropas de diseñador, que más ameritaban ser lucidas en alguna alfombra roja y no en un hospital. — ¿Que pedo decir? ellos son así, si mamá habla todos acatan, solo… — el mayor giro para ver a la joven a su lado, sus mejillas rojas lo tentaban un poco más a cada minuto. — ¿Qué? — la incito a que continuara hablando. — Estoy segura de que mamá querrá que regrese con ellos a casa y creo que sería lo mejor, nos hemos adueñado de tu hogar, tu calm
— ¿Puedo comer chocolates? — pregunto en un susurro mientras Horus y Giovanni disparaban preguntas y cuestionamientos a Michel sin descanso.— ¿Disculpa? — respondió ya que ante la tempestad de los primos Zabet, casi no había escuchado su pregunta.— Pregunte si puedo comer chocolates. — el mayor y el menor la vieron casi con asombro y porque no con molesta, no podían creer que preguntara esa estupidez cuando había cientos de cosas más importantes.— Si. — respondió Michel igual que sorprendido que los demás.— ¿Escuchaste Pedro? — solo entonces giro a ver al latino, dejando ver las lágrimas que corrían por su rostro.— Lo escuche princesa, iremos ahora mismo a tomar un chocolate caliente. — el demonio limpio una de las lágrimas que ca
Horus disfruto del suspiro que Dulce libero, cuando sus grandes manos la tomaron del trasero y la elevaron obligándola a que enrollara sus piernas en la cintura del mayor, sin querer perder un segundo más Horus, tomo con desespero los labios de la princesa, su lengua experta y experimentada recorrieron el interior húmedo y cálido de la joven, que le sabían a Vainilla, quizás por el helado que acababa de tomar, o simplemente era el aroma a juventud tan propio de alguien como Dulce.— Eres tan malditamente deliciosa. — murmuro cuando se obligó a liberar tan delicados labios, provocando que la joven sonriera complacida.— Gracias, pero quiero follar, la hora de hablar ya acabo. — rebatió demandante como toda su vida fue, y los ojos de Horus brillaron una vez más, provocando el temor en Dulce, pero también esa sensación de adrenalina que la joven sintió en el automóvil del mayor aquella noche en Italia, Horus era peligro, Horus era experiencia, Horus era un hombre que le aceleraba el cora
Dulce sentía la gran mano de Horus acariciar su trasero, se retorció ansiosa por sentirlo aún más, pero lo que obtuvo de respuesta la aturdió, el chasquido se escuchó fuerte y claro en la habitación y de la misma impresión la joven quedo en silencio y completamente rígida, hasta que otro chasquido resonó y ahora si fue consiente del ardor en sus trasero.— Pero ¿Qué rayos crees que haces? — dijo casi gritando y tratando de colocarse de pie, algo inútil por supuesto, ya que Horus tenía una de sus manos sujetando el lazo con el que había atado sus muñecas y con su otra mano estaba acariciando el trasero de la joven.— ¿No querías que sea tu Daddy? Bien, este daddy te enseñara a respetar a tus mayores. — la gran mano de Horus descendió una vez más, golpeando las nalgas de Dulce, provocando un fuerte chasquido y el subir y bajar de su frondoso trasero.— ¡Ay! — se quejó porque eso no era divertido. — Duele. — dijo como si Horus no lo supiera.— Esa es la gracia, es un castigo niña.— Tú n
— Por favor, Pedrito, te aseguro que no me pasara nada malo. — No lo sé, papá Felipe dice que no puedes comer chocolate, ni… — Si ya sé lo que dicen, pero confía en mí, solo esta vez, será apenas un pedacito muy, muy chiquito. — como negarse a su pedido cuando lo veía con esos hermosos ojos avellana, Dulce era la niña más tierna que Pedro pudo conocer, no se parecía a nada a sus primas, ni siquiera a Alejandra y eso que la pequeña rubia era una santa. — Solo un mordisco. — Pedro sabía que se metería en problemas si lo descubrían, por lo que confió en la pequeña de cinco años y le entrego la caja de chocolates que Dulce había encontrado en la oficina de su madre. — Yo vigilaré que nadie te descubra. — claro que lo haría, Pedro haría cualquier cosa por Dulce, era su mejor amiga, además de Gabriel. El error del joven de 12 años fue creer que la niña se conformaría con solo un mordisco, aunque tampoco la podían culpar, era solo una niña. Para cuando Dulce salió de la oficina de Valent
Horus tomo los labios de Dulce con pasión, le estaba costando todo de él no hundirse en ella de una buena vez, pero quería mostrarle a la princesa todo lo que le podría brindar, la joven paso sus manos por su amplia espalda, entonces Horus comenzó a descender, mordisqueo su cuello, mientras Dulce suspiraba sobre su oído, la joven jalo su cabello a la vez que gimoteo cuando el mayor llego a uno de sus pechos y lo devoro con ahínco, mientras su mano amasaba el otro, Dulce cerro sus ojos y hecho la cabeza hacia atrás, tratando de contener en vano, los gemidos que se agolpaban en su garganta, la lengua del mayor hacia círculos sobre su pezón y con sus dedos pellizcaba el otro, sentía placer y dolor a la misma vez y no podía creer, lo mucho que le gustaba esa sensación. La mano de Horus dejo su pecho y descendió hasta su clítoris, comenzó a presionar y rozar aquel lugar, a la vez que repartía besos en su abdomen, en esta ocasión la joven no se dio cuenta de la ternura de aquel acto, Horus
Horus besaba la espalda de Dulce, mientras su pelvis chocaba con fuerza contra sus nalgas, la vagina de la princesa apretaba cada vez más el venoso pene del mayor, se podría decir que Horus estaba batiendo récord controlando sus ganas de vaciarse en su interior, mientras que la princesa sentía tensarse la parte baja de su abdomen y sus piernas temblaban al igual que sus brazos, no sería la primera vez en la noche que alcanzara el orgasmo, pero este lo sentía diferente, su clítoris estaba hinchado y sensible, tanto que solo basto conque Horus lo rozara una vez más con sus dedos para que la joven se dejara ir bañando la mano del mayor y gritando mientras lo hacía, sin poder evitarlo.— Si pequeña, así… Dios Dulce. — tuvo que apretar sus dientes para no gritar en el momento que el semen comenzó a salir, tan abundante como el orgasmo que la joven acababa de tener.Ambos temblaban, a Dulce porque las fuerzas la estaban abandonando y Horus porque aún seguía llenando a la princesa con su sem