17 Verdad.

— Prometiste no enojarte… — murmuro en medio de un hipeo la joven, y Giovanni se removió incomodo en su lugar, quería abrazarla, deseaba consolarla, como aquel día en Italia, cuando vio sus ojos cubiertos de dolor, pero ahora tenía un deber, impedir que alguno de los reyes llegue a ella, por lo que aun en contra de su voluntad, se quedó en su lugar.

— No estoy enojado contigo mi princesa, eso nunca hija, pero… ¡no puedes morir Dulce! ¡no puedes hacernos esto! — Dulce sentía cada palabra de dolor de su padre como un golpe directo a su corazón, sus piernas temblaban, su cuerpo se sacudió por el esfuerzo de no romper en sollozos y gritos allí mismo, pero Pedro la contenía, Giovanni se las ingenió para acariciar uno de sus delgados brazos y Horus, susurro un “tranquila, todo estará bien princesa”

— Son tan injustos, tan egoístas. — la voz de Alma sonó tan suave y tranquilizadora, que muchos podrían pensar que por ello su apodo era el Ángel de la misericordia, aunque la verdadera razón era
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