*—Callen:
El comentario de su asistente la dejó sorprendida.
¿El padre de Chloe?
Chloe era su nueva empleada de medio tiempo, la que contrató vía sus hermanos menores. Se había integrado a la tienda recientemente, con la excusa de que necesitaba experiencia y que también quería ayudar. La chica provenía de una familia rica, puesto que estudiaba con sus hermanos becados en un instituto de renombre, en donde varias familias adineradas de la ciudad tenían a sus hijos.
Callen había estado negada la primera vez que vino, ya que no entendía cómo era que una chica como Chloe, adinerada y sin necesidades, quería trabajar en una tienda de ropa de segunda mano, una que ya no era ni la sombra de lo que fue hace ocho años. Chloe había insistido bastante, la visitó todos los días para hablar y tratar de convencerla. Al final tuvo que aceptarla, pero lo hizo con la condición de que tuviera el permiso de sus padres.
Miró el hombre que en ese momento se giró y tomó una prenda de un perchero. Chloe le había dicho que su padre no tenía problemas con que trabajara allí, incluso le había firmado el permiso. Además de eso, había mencionado que su padre no se acercaría a la tienda, ya que, estos lugares no eran los que su progenitor frecuentaba. Sumándole que mencionó que él siempre estaba muy ocupado con su trabajo. Miró la hora, él debería estar laborando a esa hora según le había comentado la chica.
Entonces, ¿qué hacía el hombre allí?
Callen tragó nerviosa y esperó que no fuera algo malo. Miró a Anabelle, buscando que le informara algún detalle más sobre su visita.
—Se nota un poco enfadado —comentó a la nada, viendo hacia la pantalla—, ¿quieres que le haga entrar? —le preguntó la chica.
Asintió. No era buena idea intentar rechazar una reunión con él; quizás le traería inconvenientes con su empleada, pero si no lo hacía, podría ser peor. Suspiró. Ya evaluaría más tarde la situación por la que estaba pasando. Además, quería saber porque estaba allí. Se supone que este hombre, quien era un reconocido magnate, no pondría un pie en una tienda como la suya, pero allí estaba.
Anabelle abandonó la oficina, Callen se apresuró para recoger los papeles del escritorio y hacer que su oficina se viera decente. Echó un poco de aromatizante para disimular el olor a moho y dar una buena imagen. Se sentó en su sillón y se arregló la ropa. Gracias a Dios que se había vestido decente para el día, ya que, los últimos días, Callen había estado vestida con chándales y con las camisetas de la tienda, pues habían estado haciendo inventario, pero hoy llevaba una camisa de rayas coloridas y un vaquero desteñido, pero usable. Su cabello, el cual era rubio, estaba recogido en una coleta en lo alto de su cabeza y llevaba un maquillaje suave. Sí, se veía decente.
Escuchó voces del otro lado de la puerta de su oficina y se acomodó en el sillón. La puerta de metal de color blanco de abrió y Callen observó la figura de un hombre alto, que tuvo que bajar la cabeza para pasar por el umbral al entrar en la oficina.
Sus ojos se abrieron sorprendidos al verlo. Este hombre era guapo y Callen notó las similitudes entre padre e hija. Chloe tenía el pelo oscuro como su padre, pero no había sacado los gélidos ojos grises de este. Además de eso, Chloe se veía amable, este hombre frente a ella, se veía aburrido y para nada agradable. Tragó nerviosa. Sacó su mejor sonrisa mientras se ponía de pie para recibirlo.
El hombre cerró la puerta a sus espaldas y se volvió hacia ella.
—¿Es usted, Callen Marie Townsend? —preguntó el padre de Chloe girándose por completo hacia ella. Callen odiaba su nombre, pero le sonrió al hombre.
—Llámeme solo Callen —respondió con su tono más servicial, pero el hombre hizo una mueca y se movió para tomar asiento frente a Callen. Trató de no ser grosera, pero ahora entendía lo que Chloe decía: su padre era un hombre adinerado y narcisista que miraba todos por encima de su hombro. Era la primera vez que lo veía y ya lo estaba leyendo, pero era fácil de ver.
—Soy Sebastián Edevane —se presentó el padre de Chloe.
—Sí, eso lo sé —dijo Callen—. Un placer, señor Edevane —comentó antes de extender una mano hacia él, pero Sebastián miró la mano con reserva, sin tomársela. ¿Qué? Su mano estaba limpia y aunque no tenía la manicura hecha, sus uñas estaban decentes. Callen frunció el ceño, mordió su lengua con disimulo. Retiró la mano comprendiendo que el dinero no te dota de modales y tomó asiento en el sillón con un porte cargado de dignidad—. Entonces… ¿en qué puedo ayudarle? —le preguntó Callen yendo al meollo.
Mientras más rápido saliera de este hombre, mejor.
—Tengo entendido que mi hija Chloe trabaja aquí —comenzó diciendo con tono apacible, casi como si dudara de sus propias palabras. Callen asintió. Ya lo sabía, pero, ¿que tenía eso que ver? —. Lo que deseo saber es: ¿Con qué permiso está respaldándose? ¿Quién la autorizó para emplear a una estudiante que aún es menor de edad?
Callen parpadeó confusa.
¿Con qué permiso? Pues era obvio que era con el suyo, tenía una carta firmada junto al resto de documentos de la chica. ¿¡Quién la autorizó?! ¡Por supuesto que él también! Incluso poseía el acta en un sobre timbrado y sellado. Lo último que a Callen le gustaría añadir a su lista, como era de esperar, serían más problemas. Mucho menos con los que pudiesen llevarle a un tribunal.
—Con el suyo —le respondió aún aturdida.
Sebastián soltó una carcajada, fue una risa muy burlona.
Callen apretó las manos en puños. No entendía lo que pasaba, pero este señor frente a ella estaba a punto de sacarla de sus casillas. ¿Por qué era tan cretino? ¿Era lo que el dinero provocaba en las personas? ¿Acaso hacía que estos dejaran de ser educados? Sebastián posee esa aura de caballero con su pulcra apariencia y el completo dominio de sus gestos al moverse; sin embargo, en cuanto esos carnosos labios se separaban para hablar: la fachada caía, dejando al apático tirano en todo su mugroso esplendor.
—¿Estás segura?
—¡Por supuesto! —aseguró, ni siquiera permitió un segundo de duda—. Tengo una carta que lo amerita.
Cuando Chloe llegó una hora después de la exitosa entrevista, trajo consigo el sobre que contenía el acta de consentimiento. Y si bien todo parecía correcto, las alarmas de Callen se activaron y no quiso tomarla, quizás porque sabía que los chicos falsificaban las firmas de los padres o porque ni quiera anexaron algún modo para contactar al señor Edevane. Como sea, no le creyó en primera instancia.
Conversaron un poco más mientras tomaban una taza de café, hasta que la tertulia tomó ese tono, la intención comenzaba a notarse en el tono de voz de la gerente: rechazar esta postulación.
Sin embargo, Chloe fue astuta e hizo una llamada a… su padre, quiso creer Callen. Media hora después, un hombre llamado Donato Maserati, o algo así, llegó a su tienda. Dijo ser íntimo afiliado a la familia Edevane, algo así como un tío para Chloe, y le dejó su tarjeta de negocios, también mencionó que Sebastián no pudo asistir al encuentro porque era un hombre ocupado. De su chaqueta sacó tres sobres timbrados, firmados y sellados, similares al que la chica le había extendido con anterioridad, confirmó la autenticidad del documento e incluso estuvo de acuerdo en él hacer de representante legal.
¿Acaso ese documento era falso? ¿Ese Donato Maserati era un impostor?
¡¿Cómo podría ser posible eso?!
—No recuerdo haber firmado algún documento que incluya el nombre de su tienda —dijo Sebastián negado, luego la observó con detenimiento—. Tampoco a usted o que le vincule. Créame, tengo excelente memoria.
Entonces, aún incrédula, Callen decidió demostrar la valía de tienen sus palabras.
Alzó su dedo índice para que aguardara un momento, luego hizo girar la silla ejecutiva. Fue hacia pesada credenza de metal y abrió una de las gavetas, donde guardaba los expedientes del personal; incluyendo desde postulantes hasta los antiguos empleados. Tomó el de Chloe y lo colocó sobre el escritorio. Buscó el acta firmada por el señor Edevane entre los pocos papeles apilados del archivo, extrayéndola junto al distinguido sobre para acercárselos al hombre.
Sebastián los tomó, esta vez no hizo una expresión de repugnancia o algo por el estilo.
Callen observó cómo Sebastián evaluaba la carta para luego soltar otra carcajada, pero esta fue diferente a la anterior, se vio muy divertido y relajado. ¿Había dejado por fin de atacar? Callen no se relajó, sin embargo, esperó el próximo ataque.
El señor importante podía verse como un modelo de catálogo, pero era un ogro por naturaleza.
—La rúbrica, los sellos, el sobre... son mi refrendo, lo admito —dijo Sebastián y los regresó al sobre, deslizándola por el escritorio sin despegar su mano de el—. Pero no fui quien la firmó —concluyó, remarcando su punto mientras acaricia el papel. Callen lo miró sorprendida.
¿Qué acababa de decir? Callen tomó los documentos y miró los finos trazos del señor Edevane. Este mismo decía que era su firma, pero que a la misma vez no había sido él quien firmó. ¿Acaso Chloe…?
—Pero vino con su tío —dijo Callen de inmediato, sin entender cómo Chloe había hecho, mucho menos por qué razón lo hizo.
—¿Con su tío? —preguntó Sebastián arqueando una ceja.
—Un hombre alto que parece italiano—respondió Callen recordando al atractivo hombre que vino con Chloe ese día.
Los ojos grises de Sebastián se abrieron sorprendidos antes de suspirar. Se pasó la mano derecha por el rostro, para luego hacer un delicado movimiento con la cabeza. Se veía enfadado ahora, pero no parecía que estuviera de esa manera con ella.
—Dante —murmuró Sebastián y Callen recordó que ese sí era el nombre del sujeto que su empleada trajo. Ella asintió y Sebastián soltó otra carcajada—. Ese imbécil —insultó al hombre con gracia.
¿Quién era? ¿En verdad era el tío de Chloe? Viendo al señor Edevane y al tal Dante, no había similitudes entre ambos, solo que eran atractivos.
—¡Sí, ese mismo! —exclamó Callen aliviada, ya que, por donde iba el asunto, ella pudo verse liada con todo esto, pero se notaba que Chloe había falsificado la firma y que le había pedido ayuda al tal Dante.
—Así que Dante sabía que Chloe trabajaba aquí desde antes… —comentó Sebastián tomándose la barbilla con una mano—. Aun así, lo que no entiendo es porque Chloe ha decidido trabajar en este basurero —dijo el hombre haciendo una mueca de asco y dando una mirada hacia el techo, donde había una enorme mancha de humedad.
Callen miró al magnate con furia.
—¡Mi tienda no es un basurero! —exclamó golpeando las manos en el escritorio. Sebastián la miró con una ceja arqueada, pero con las facciones tranquilas.
¡¿Quién diablos se creía para insultar su humilde tienda de esa forma?!
Sebastián le dio una larga mirada y se rio.
—La fachada es un asco, pero eso no es lo único de lo que tienes culpa: hay perros callejeros vigilando tu entrada y haciendo sus necesidades en ella; el olor de la tienda no es agradable debido a las fallas de la instalación; por lo que veo, la ubicación no es la adecuada y pareces no darte cuenta. Podría mencionar la asquerosa bienvenida que obtuve, pero, en definitiva, la peor parte es la localización que has elegido —dijo y movió la cabeza—. ¿Me quieres decir que no es un basurero? —volvió a soltar una carcajada seca—. Si estuviera en otro lugar, te hubiera dicho algo diferente, pero con eso ahí afuera… no se diferencia de un almacén olvidado que lo han transformado en vertedero de harapos —se jactó, haciendo un ademan de manos.
¿Cómo se atreve a insultar el trabajo de su madre?
*—Callen:¿El señor Edevane estaba llamando a su tienda un basurero?La cólera bulló en su interior, lastimando su garganta con el enorme nudo que se instauró en ella. Lo sabe, por supuesto que sí: no estaba en su mejor momento. Sin embargo, cuando Pandora dejó escapar todos los males en el mundo, su pequeño recipiente retuvo al espíritu de la esperanza en su interior. Como ella, dejaría escapar las desgracias que tiene consigo misma y sólo albergaría esperanzas en su interior; no puede desenfocarse, sabe que resurgirá de las cenizas y el negocio será prospero. Callen no perdió los estribos con circunstancias que se le escapaban de las manos, tampoco lo haría por este hombre sin escrúpulos.—Señor Edevane… —lo llamó Callen.Pese a que su voz parecía un dulce susurro entre aman
*—Sebastián:La jefa de Chloe era una mujer muy interesante.Sonrió divertido mientras salía de la tienda y comenzaba a caminar hacia donde había dejado su auto. Empezó a silbar, sintiéndose muy feliz. En verdad el encuentro había sido más que interesante. No había conocido una mujer como Callen en mucho tiempo.Cuando se imaginó la dueña de la tienda, creyó que iba a ser una chica no agraciada físicamente, pues había pensado que las fotos de antes estaban llenas de Photoshop, pero se había equivocado en grande.Callen Marie Townsend, era una mujer atractiva. Era alta y delgada, tenía curvas en los lugares que Sebastián adoraba, y mierda, era una mujer fuerte. No importó lo mucho que la insultó, que pisoteó tanto a la tienda como a ella, Callen mantuvo la compostura, y aunque l
*—Callen:La idea de Chloe era muy buena, pero sugerir que de paso pidieran ayuda a su rico padre, estaba fuera de los límites y viendo que no tenían presupuesto para tal cosa, tenía que declinar la idea.—No podemos —murmuró Callen.—Quieres que la tienda crezca, pero no quieres arriesgarte, Callen —señaló Chloe y Callen se encogió de hombros. No es arriesgarse, es saber qué paso dar. Se había arriesgado varias veces y no quería seguir fracasando más. La próxima decisión que tomará, debía de ser ya la definitiva.Aun así, Callen no le respondió, pero observó que Chloe no iba a dejarlo ir. Se le había olvidado que la chica era más que insistente, era un grano donde no le daba el sol. ¿Qué había estado pensando al dejarla trabajar allí?&
*—Sebastián:Tamborileó los dedos sobre la mesa de aquel restaurante en donde se encontraba esa noche.Estaba esperando a Dante para que se reuniera con él para tomar la cena. Después de salir de la tienda de Callen, Sebastián había contactado a su amigo para que hablaran sobre lo que estaba pasando con su hija, pero Dante se hizo el difícil. Durante el resto de la tarde, Sebastián estuvo detrás de este hasta que al final, Dante decidió dar la cara. Era obvio que no quería verse con él por lo que pasó. Dante desde el inicio supo lo que Chloe ocultaba y hasta la ayudó para entrar a la tienda.Lo que Sebastián no entendía era la obsesión de su hija por la tienda o por Callen, sea como sea, la cosa era que estaba obsesionada con ambas. Ahora entendía porque había dejado ciertas cosas de lado. La prioridad de su
*—Sebastián:Había regresado a casa y esperaba a Chloe sintiéndose muy nervioso. Su nerviosismo le había hecho recorrer su casa desde arriba abajo, esperando el momento en que su hija apareciera y le reclamara por lo que hizo en la tienda con Callen.Sebastián miró la hora en el reloj de pared de la cocina. Chloe normalmente llegaba a las nueve, pero eran casi las diez.Extraño.¿Debería preocuparse?Sacó su móvil del bolsillo del pantalón de pijama que tenía para marcarle a su hija en el mismo momento que escuchaba la puerta abrirse.Rápidamente, Sebastián fue al encuentro con Chloe, quien estaba caminando hacia las escaleras para ir hacia su cuarto. Sebastián la interceptó antes.—¡Chloe! —exclamó.Su hija, alta y con el cabello oscuro como él, pero con l
*—Callen:No había dormido bien.Las preocupaciones a las que se enfrentaba, agregándole ahora la idea de Chloe, habían hecho mella en ella anoche. No pudo conciliar el sueño, pues no había dejado de pensar en las posibilidades.¿Podría recobrar sus ingresos si iba al bazar y vendía su mercancía?¿Podría esto ayudarle a subir las ventas?Las preguntas iban y venían, y Callen no estaba segura, pero tampoco quería perder la oportunidad, y a la misma vez, no quería arriesgarse.Callen bufó mientras caminaba hacia la entrada de su tienda.No sabía con quién consultar. Sus hermanos no podían ayudarla a tomar esta decisión, eran menores de edad y aun no sabían del todo sobre la vida en sí, así que los había descartado. También, Callen no quería m
*—Callen:El café que había decido preparar para el señor Edevane y ella estaba listo.Olvidándose de las conclusiones a las que había saltado mientras esperaba el café, con delicadeza, sirvió el líquido en la taza del señor Edevane y tomó la bandeja, se lo serviría primero y luego vendría a buscar el suyo. Fue hacia su oficina, pero ni bien empujó la puerta, se topó con Sebastián, con el cual chocó de bruces con ella haciendo que la bandeja y todo el contenido de esta, terminara encima de Sebastián, el cual saltó hacia atrás mientras aullaba de dolor. Se había quemado con el café.Callen dejó caer la bandeja mientras saltaba hacia su ayuda. Podía ver la mancha de café en su camisa inmaculada en su vientre y parte de sus pantalones. Tenía que buscar algo frío p
*—Callen:Sebastián quería comenzar de nuevo, ofreciendo su mano hacia ella y ya que lo pedía con tanta amabilidad, no debía de negarse a ello.Tomó la mano que este le ofrecía y la estrechó. Sus manos eran grandes y se sorprendió de que no eran suaves. Extraño, ya que el señor Edevane era un trabajador de oficina y la textura de sus manos parecía como si hubiera trabajado en el campo.—Callen Townsend —se presentó Callen una vez más y Sebastián soltó una carcajada.—Tienes un nombre masculino —señaló este y Callen frunció el ceño. Así que lo había notado.—Mi padre pensaba que iba a ser un chico, pero cuando mamá dio a luz, se llevó la sorpresa de que no lo era al no tener un pene —le informó Callen tomándolo en forma