6. Viejos rencores.
—¿Sí? —preguntó Sofía, preocupada por lo que pudiera escuchar.

—¿Sofía? ¿Ocupada? —preguntó gentilmente el doctor Bennet.

—Hola, Tom. —Volteó hacia sus pequeños que la veían con esos ojos cargados de temor. Sabían que una llamada del tío Tom significaba que mamá iba a salir—. Estamos planeando una pijamada.

—Te necesito para una cirugía. Accidente de automóvil. Varón, 28 años, lesión en columna en T12 y L1…

—¿Ya lo revisaste?

—No, yo también estaba en casa, el ECG me lo pasó la doctora de urgencias. ¿Paso por ti?

Sofía echó un vistazo a la tropa esperando su presencia en la pijamada. Cuando vio las miradas tristes de sus cachorros se le rompió el corazón. Los pequeños se escondieron en los sillones, melancólicos y decaídos.

—Bien… —dijo en un susurro.

—Llego en 15 minutos —añadió Bennet antes de colgar.

No era fácil ser doctora y mamá, no podía evitar pensar en todo ese tiempo que le dedicaba al hospital y que tendría que pertenecerles a sus hijos. No quería ser una madre a
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