13. Cabo suelto.

—Creo que podemos regresarle la felicidad a mi hijo, pero primero, tenemos mucho de qué hablar —dijo Isabella con malicia. Había encontrado una salida al problema que había creado.

La llevó hacia el despacho de Enzo y al mismo tiempo salía de ahí una sirvienta joven con la que había hablado momentos antes. Llevaba una maleta negra aparentemente pesada. Justo en la entrada, Isabella la vio con desprecio. 

—No se te olvide, Eugenia, no te quiero volver a ver. No quiero que te acerques a la propiedad y mucho menos a mi hijo o a mi esposo —dijo Isabella con soberbia y altanería. 

—Sí

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