Capítulo 3: Cuento para adultos.

La besó, Dante la besó como ambos querían...como ambos lo necesitaban. Un beso con sabor a champagne y con un suave toque de pecado.

Su lengua recorrió cada rincón de la boca de Nerea, que se abrió para recibirle gustosa y totalmente entregada a subir al paraíso en aquellos brazos. Sus labios eran un verdadero delirio y la mujer temblorosa pegada a su cuerpo demostraba estar embriagada con su aliento.

Ella estaba mareada y seguramente recordaría aquella noche como un sueño, pero eso no importa. Lo importante era vivir el momento, pues hay momentos, sensaciones y experiencias que solo podrás vivir una vez.

Todo alrededor de Nerea se sentía más intenso. El perfume del cuerpo que la envolvía, la dureza que prometía ser una bestia encerrada y que rozaba su vientre; sus labios carnosos que devoraban los suyos succionándolos y mordiéndolos con una urgencia alarmante. Eran elementos que la perseguirían por el resto de su vida y más allá de la vida terrenal.

La cabeza de Nerea daba vueltas y apenas se escuchaba a sí misma pidiendo más, sintiendo como él le arrancaba las bragas con la boca. Era un salvaje, era una bestia cegada por el deseo sexual de poseerla y no se molestaba ni por un segundo en frenar sus impulsos.

Nerea vibraba ante la caricia de la lengua caliente y suave de Dante recogiendo su sexo entero sobre la enorme mesa que había en el comedor, y los cientos de besos que repartió entre sus muslos con la cruel intención de enloquecerla.

La bebida burbujeante mojando sus cuerpos y vertiendo por su miembro que él empuñaba orgulloso para ella, demostraban que sería un antes y un después en la vida sexual de Nerea y que no lo olvidaría.

Nerea miró su entrepierna pensando que no la había asustado, sino que había estado a punto de arrodillarse ante él y rezarle. Dante era un hombre grande y su herramienta hacía justicia a su imagen tan imponente. Grande, grueso, con un mapa espectacular de venas que se extendían por su piel aterciopelada, y las gotas de su líquido preseminal. Era perfecto y definitivamente iba a romperla de todas las formas posibles.

Con la mente nublada por el deseo, Nerea no se resistió a envolverlo con su boca lo mejor que podía descubriendo su sabor y notando como palpitaba, y Dante se empujó entre sus labios buscando su placer en ella.

La chica traviesa y descarada probó la liberación de Dante, al igual que él se deleitó con la suya.

Pero luego, después de darle unos minutos para recuperarse de su primer orgasmo y quitarle las esposas, Nerea se tensó por el miedo que sintió cuando él la elevó del suelo colocando sus piernas alrededor de su cintura para cargarla hasta la terraza.

-¡¿Estás loco?!-gritó desesperada cuando la sentó sobre la barandilla a varios metros de altura sujetándola con una fuerza que posiblemente dejaría marcas en su cuerpo.-¡Déjame bajar!

-No.-gruñó posicionando su enorme miembro, en la entrada estrecha de la vagina empapada de Nerea mientras se ponía un preservativo demostrando una asombrosa habilidad. -Si te bajo ahora pasaré el resto de mi vida arrepintiéndome de haber cometido semejante estupidez, porque quiero follarte aquí...en mi paraíso personal y casi rozando el maldito cielo.

-¡Podrían vernos! -exclamó Nerea agarrándose a sus fuertes brazos y clavando las uñas en su piel.

-Que vean, que vean todos como me follo a la diosa que atravesó mi camino esta noche. Quiero que la escuchen gritar para mí, y aunque no sea para siempre, que sepan que ahora...en esta puta noche...eres mía.

Dante la reclamó con un beso que la dejó sin aire y se enterró entre las paredes de su sexo abriéndola para él, estirando su piel rosada, sensible y mojada hasta que sus cuerpos chocaron con violencia.

La hizo suya por una noche, la embistió separando sus piernas sobre aquella barandilla y la hizo chillar de placer hasta que Nerea se olvidó de donde estaban. La penetró con fiereza, con crueldad y demostrando que su “hombría” era todo lo que ella necesitaba para sentirse completa.

Nerea gritaba y sonreía al mismo tiempo. Pues descubrió en los brazos de su dios que realmente tenía una segunda virginidad que Dante estaba reclamando para él, así que se dejó follar. Ella disfrutó del mejor sexo de su vida hasta que juntos explotaron en un orgasmo brutal y por un segundo creyó que estaba volando, volando con aquel hombre enterrado por completo en su cuerpo, palpitando una liberación que ella deseó tener en su boca y no se resistió a bajarse para chuparlo, ignorando sus piernas que se hacían mantequilla.

Nerea le quitó el preservativo y comenzó a lamerlo hasta dejarlo limpio y listo para el segundo asalto.

Para cuando terminaron, cansados, sudados y con sus corazones acelerados por un encuentro ardiente que quedaría grabado en sus memorias, Dante la acostó en su cama y la abrazó viendo como ella, tan cómoda y extasiada, apoyaba la cabeza en su pecho. Era evidente que estaba a un beso más de quedarse dormida en sus brazos.

-¿Estás segura de que no quieres saber mi nombre? -preguntó fascinado con su belleza y lo viciosa que había demostrado ser.

-Los nombres son reales. -dijo Nerea adormilada.-No quiero sentir que esto sea real.

-¿Prefieres creer que ha sido un simple sueño? -preguntó y ella miró alrededor pensando que ellos pertenecían a mundos muy distintos y que no tenía lugar en el mundo de un hombre como él. El hombre que le había dado los mejores orgasmos de su vida.

-Prefiero quedarme con la idea de que tal vez se pueda vivir un cuento de hadas, aunque sea uno especial para adultos. -afirmó besando sus labios y lo miró por unos minutos grabando aquel rostro perfecto en su memoria. -Eres un bonito cuento semental, uno que no quiero olvidar.

Nerea terminó dormida en sus brazos y Dante, por primera vez, se quedó embelesado viendo dormir a una de tantas mujeres que habían pasado por su cama. Era bella, pero la belleza no era algo nuevo entre aquellas cuatro paredes de su suite.

Dante sabía, estaba seguro de que había algo especial en aquella chica. En ese fuego que poseía y que lo dejó cautivado, o en la manera como se refugiaba en él buscando dormir protegida. Era preciosa, era un cuento que él tampoco quería olvidar.

Un par de horas más tarde volvieron a follarse como salvajes, volvieron a entregarse a una pasión que quedaría tatuada en sus cuerpos y en sus almas, que juntas encontraron un infierno donde ser felices, aunque ellos no lo sabían...todavía.

Nerea no era de las que se iban con un extraño así sin más en búsqueda de sexo, pero aquella noche nada le preocupaba. Sabía que había perdido su trabajo y que a la mañana siguiente tendría que volver a poner los pies en la tierra. Así que iba a disfrutar de lo que quedaba de la noche sin miedo a nada, sin saber que lo estaba haciendo en los brazos del hombre que había sido el causante de la destrucción de su familia.

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