Dante podía tener a cualquiera, con un chasquido podría tener en su cama a las mujeres más hermosas del país. Las más sádicas o a las más santas, no importaba. Era un hombre irresistible y conocía su poder, pero por primera vez reconoció en otra persona el mismo fuego que había en él y quería descubrirla...explorarla...probarla o incluso poseerla.
—Soy real, rubita, muy real. —contestó Dante devorándola con la mirada. Aquella chica era una rubia muy sexi de piernas largas y mirada inocente, lo que demostraba que debería ser una verdadera pupila de Satanás en la cama y era justamente lo que le faltaba a él en su colección de amantes. —¿Estás seguro de que eres real? No es por nada, pero el alcohol sirve de magia para la gente fea y tú estás demasiado bueno para ser de carne y hueso, bombón. —respondió Nerea limpiándose la baba que se le caía viendo a semejante dios, y después apoyó los codos en la barra intentando echarle una mirada sexi, pero ya estaba tan borracha que a Dante le hizo gracia su intento de seducción, que obviamente no era necesario con una cara tan bonita y con aquel cuerpo de infarto. —¿No me vas a decir porque te estás emborrachando en tu ambiente laboral? —preguntó Dante con interés humedeciéndose los labios. —Lo que pasa es que me han despedido ¿sabes? — contó Nerea mirando con desprecio a su jefe, que estaba al lado del DJ como si fuera el rey del lugar y después continuó soltando todo lo que pensaba. —Mi jefe es un cabrón y no me va a pagar las horas extras que hice en este mes de m****a… ¡Y que sepas que fueron muchas! Así que estoy cobrando esas horas con el alcohol. Porque ese gordo con cara de Buldog no me va a pagar ni un euro. —Que buena manera de cobrar. Así te paga las horas extras y te regala una buena despedida. —entendió el dios griego y la chica sonrió orgullosa de lo que estaba haciendo, entonces le sirvió una copa. —Toma belleza, para que celebres conmigo mi fracaso laboral. —declaró y Dante agarró la copa mirándola con picardía. —¡¡Que le den a mi jefe y tintín por mí!! Nerea brindó y después se tomó la copa entera de un solo trago mientras que el semental de traje la miraba deseando probarse sus labios tan carnosos y rosados. —Ya que te van a despedir porque mejor no te vienes conmigo a otro lado y celebramos como es debido. —ofreció y Nerea lo miró con curiosidad. —Y eso como sería, ¿Cómo crees que debo celebrar mi despido, guapo? —preguntó acercando su boca a la de él inclinándose sobre la barra. —Con una buena botella de champaña de las más caras y no con ese alcohol de garrafón que venden aquí, y en mi cama con unas vistas espectaculares de toda la ciudad; totalmente desnudos y yo sirviéndote una copa por cada orgasmo que te voy a dar con una buena follada. —contestó y Nerea se mordió los labios, era una propuesta tentadora, pero a pesar del alcohol seguía siendo una chica objetiva. —Podría aceptar tu propuesta, pero depende de algo. —murmuró Nerea sirviéndose otra copa levantando una ceja. —¿De qué depende, rubita? —De cuánto mide lo que tienes ahí abajo. —indicó la chica volviendo a inclinarse sobre la barra, casi sacando la mitad de su cuerpo fuera señalando la entrepierna de aquel monumento de hombre. —No es por parecer exigente, pero yo solo me hago el esfuerzo de quitarme las bragas por algo que valga la pena. Así que dime, ¿Cuánto mide la espada de tu hombría? —preguntó con un tono burlón y él bajo la vista al suelo riéndose. —¿Eres siempre tan descarada? —indagó y ella asintió haciendo un piquito con los labios. —Bueno, digamos que mide lo suficiente para asustarte. —Mmmmm tentador, pero eso puede significar muchas cosas y algunas no son buenas. —respondió Nerea jugando con la corbata del hombre. —Si tienes una Anaconda me voy a asustar, eso está claro, pero si tienes una oruga recogida también y después me darás pena. Él soltó una carcajada y ella lo miró con expectación fijándose en lo bonita que era su sonrisa y se derritió enterita, aunque lo más correcto sería decir que se había mojado entera. —Estoy seguro de que no te voy a defraudar y hoy descubrirás que tienes una segunda virginidad. ¿Entonces que me dices chica sexi, ¿Sexo y Champaña o perder tu tiempo trabajando gratis para un cabrón con el ego más grande que su panza? —preguntó y ella sonrió agarrando su mochila que estaba debajo de la barra. —Tener sexo es fácil nene, eso me lo puede dar cualquiera. Yo quiero orgasmos asegurados y champaña. —demandó y él sonrió con satisfacción. —Te daré todo los que quieras y mucho más. —afirmó con la voz ronca acercándose a su oído hasta que ella sintió como se erizaba toda su piel y después pasó la lengua por su lóbulo terminando de enloquecerla. Con aquella respuesta Nerea saltó por encima de la barra llamando la atención de todos, incluyendo a su exjefe, entonces levantó su dedo del medio bien alto en la dirección de Jesús, que la miró furioso, y después se marchó de aquel club acompañada del hombre más guapo que había visto en su vida. Nerea supo que su amante misterioso no le había mentido cuando entró en aquel ático desde donde podía ver toda la ciudad, las estrellas y escuchar el caos de la Gran Vía y el ruido nocturno de las calles madrileña en noche de fiesta. Todo eso la tenía impresionada hasta que sintió la mano de aquel hombre en su cintura, paseando por su cuerpo y quitándole el vestido con mucha calma, como si tuviera todo el tiempo del mundo mirando sus senos con deseo, tomándose su tiempo para lamerlos y pellizcar sus pezones. Para luego rodearla y pegarla al calor de su cuerpo mientras sujetaba sus brazos. -¿Qué estás haciendo?-preguntó Nerea sintiendo como él apretaba sus manos en su espalda y notó algo frío rozar su piel.-¿Qué es eso? El corazón de Nerea latió desbocado cuando Dante le puso unas esposas y ella intentó alejarse, pero él la agarró con más fuerza y con mirada predadora que la asustó por unos segundos. -Tranquila rubita, no voy a hacer nada en contra de tu voluntad. -¡Acabas de esposarme! -exclamó Nerea encarándolo.-Y que yo sepa no me pediste permiso para hacerlo. -No soy de los que piden permiso. Tomo lo que quiero, la mujer que quiero y me la follo como quiero. -gruñó deslizando la lengua por el cuello de Nerea esbozando una sonrisa al sentirla estremecerse. -Seamos sinceros rubita. Tú no eres una buena chica. -¿Y tú qué sabes? -cuestionó Nerea retándolo con la mirada. -Puedo verlo en tus ojos. Veo un infierno y me pone duro las ganas que tengo de arder entre tus piernas. -susurró Dante contra sus labios, subió la mano por su rostro, recorrió su cabello en un puño y tiró de sus mechones rubios con fuerza.-Eres una chica mala y yo no soy precisamente un príncipe encantado. Así que vamos a seguir nuestra naturaleza y follarnos como los demonios que somos. Dante se perdió en sus ojos verdes como dos esmeraldas y acarició su rostro con si de una obra de arte se tratase. Nerea pensó que todo en él, en su mirada tan oscura, en la maldad que había detrás de su sonrisa y en la forma como tocaba sus labios; la tenían a punto de venderle su alma, porque era el cabrón más hermoso que había visto en su vida y estaba chorreando por él. Nerea abrió la boca cuando Dante acercó la botella de champaña. Ella se tomó un trago que desbordó por la comisura de sus labios y que él no dudó en recoger con la lengua, probando lo dulce que era la rubita. -¿Así es como te animas a probarme? -preguntó Nerea sintiendo un frío en el estómago, algo que jamás había sentido con otro hombre y no se resistió a desafiarlo. -No estoy aquí para perder el tiempo, me tienes desnuda e indefensa. Si vas a besarme hazlo un poco mejor. -Si te beso como tanto deseo hacerlo no querrás probar otra droga en toda tu existencia. -advirtió Dante y ella sonrió traviesa. -Supongo que todos debemos tener una adicción en la vida. Estoy preparada para la mía y que sea fuerte, tan fuerte que ninguna rehabilitación me la pueda quitar.La besó, Dante la besó como ambos querían...como ambos lo necesitaban. Un beso con sabor a champagne y con un suave toque de pecado. Su lengua recorrió cada rincón de la boca de Nerea, que se abrió para recibirle gustosa y totalmente entregada a subir al paraíso en aquellos brazos. Sus labios eran un verdadero delirio y la mujer temblorosa pegada a su cuerpo demostraba estar embriagada con su aliento. Ella estaba mareada y seguramente recordaría aquella noche como un sueño, pero eso no importa. Lo importante era vivir el momento, pues hay momentos, sensaciones y experiencias que solo podrás vivir una vez. Todo alrededor de Nerea se sentía más intenso. El perfume del cuerpo que la envolvía, la dureza que prometía ser una bestia encerrada y que rozaba su vientre; sus labios carnosos que devoraban los suyos succionándolos y mordiéndolos con una urgencia alarmante. Eran elementos que la perseguirían por el resto de su vida y más allá de la vida terrenal. La cabeza de Nerea daba vuelt
-Papá te va a matar, Nerea.-advirtió Iago, que a sus catorce años ya actuaba como si fuera el hombre de la casa. Sobre todo, cuando se trataba de ser sobreprotector con la joya de la familia, su hermanita dos años menor que él.-Al final tendré que contarle lo que hiciste. Como varón de esta familia debo protegerte, aunque sea de ti misma.-¡Cállate estúpido!-demandó Nerea mirándose delante del espejo con un pesado collar de oro en el cuello, admirando el amuleto, una rueda hecha de oro con varios rubíes que representaba el viaje para el pueblo gitano.-Papá no tiene por qué saber que tengo el collar que perteneció a la abuela.-No seas tonta Nerea, papá lo sabe todo. Sabe cuando hacemos cosas malas incluso antes de que las hagamos.-respondió Iago poniendo los ojos en blanco.-Ahora lárgate de mi habitación, quiero dormir.Nerea se giró para verlo y se llevó las manos a la cintura.-¡Mentira!-replicó.-Tú solo quieres quedarte solo para ver videos de mujeres desnudas. Eres un degenera
Madrid.Diez años después.Nerea entró al club saludando a los porteros a toda prisa, rápidamente mientras que ellos se reían viendo como la chica entraba intentando no llamar mucho la atención. Ella llevaba por lo menos dos años trabajando en el club nocturno Opium, que era conocido en toda Madrid por ser un lugar frecuentado por las altas esferas de la capital. Políticos, artistas, nobles, jugadores de futbol. Aquel club era la sensación para todos, pero para Nerea era su pan de cada día.Era la cuarta… no, la quinta… no tampoco… bueno, era como la décima vez que Nerea llegaba tarde en aquel mes, y su jefe ya estaba harto de sus constantes retrasos. La chica iba corriendo por el pasillo, que daba a los baños de los empleados, quitándose algunas prendas de ropa para ganar tiempo. Tenía que cambiar rápidamente los jeans y la sudadera azul por su típico vestido corto rojo y zapatos de tacón antes de ocupar su puesto detrás de la barra. Se sentía como un trozo de carne vestida de aque