Capítulo 119

Durante el resto de la tarde trato de ser un buen amigo. Navegamos por los pisos de alquiler en su aplicación inmobiliaria francesa y le doy consejos sobre cómo preparar un armario cápsula elegante. Ha legado sus numerosas plantas de interior a varios amigos, pero a mí me quedo con el higo de hoja de violín: su orgullo y alegría. Juro poner el escaparate como su representante y cuidarlo como si fuera mío.

—¿Estás seguro de que estás de acuerdo con esto? — Quinn vuelve a comprobarlo cuando salimos a la acera.

—No—, doy un suspiro triste. —Pero lo seré. Excepto por extrañarte como un loco, lo cual haré todo el tiempo.

—¡Todavía estaré por aquí! — ella protesta. —FaceTime, DM, llamadas… Será como si nunca me hubiera ido.

—Excepto que vivirás en el futuro—, señalo. —¿Qué es, una diferencia de cinco horas?

Ella asiente.

—Te avisaré sobre cualquier invasión alienígena.

—Bueno, en ese caso—, bromeo, dándole un fuerte abrazo. —Mierda, ahora tengo que poner mi cara de juego y decir: ¡guau, St
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