AnyaObservaba a mi abuela una y otra vez mientras daba vueltas, mirándome y luego a Kaelan. Finalmente, con una expresión de reproche, comento:—¿Qué hiciste, hija? No me digas que… ¿Eso? —soltó, enfatizando la última palabra.—¿Qué cosa, Abi? Yo no hice nada —mentí, desviando la mirada. Sentí cómo el calor subía a mis mejillas y reprimí una risa que amenazaba con escapar. No debía saber lo que realmente hice con Kaelan, aunque algo en sus ojos me decía que, en el fondo, ya lo sabía.Mi abuela suspiró, y en voz baja me dijo: —¿Podemos hablar en privado, hija?—Bueno, creo que debo irme —intervino Kaelan, llamando mi atención.—¿A dónde? Nosotros también vamos al pueblo, ¿verdad, Abi? —le dije a mi abuela, ella le sostuvo la mirada a Kaelan —Si quieres, vamos juntos.— No quiero ser una carga.—Pero y tu herida —Quise saber.—Ya no me duele.—¿Cómo que no te duele? ¡Si ni siquiera has reposado! —dijo mi abuela, con una mezcla de sarcasmo y preocupación, arqueando las cejas.Le devolv
Kaelan Al llegar a la casa grande, limpie mi herida, esta me estaba quemando por dentro de la noche de ayer, aunque logre soportarla con mi poder, tuve suerte. La flecha solo me rozó. Si hubiera impactado de lleno, probablemente estaría muerto o, peor aún, sufriendo mientras ardía por dentro. Estas flechas no son cualquier cosa; están diseñadas para acabar con nosotros, los lobos alfa, lincantropos pero especialmente con los vampiros de sangre pura. A ellos, una herida de este tipo los desintegra en minutos. Por fortuna, no fue mi caso. Sin embargo, algo más me inquieta. Esa chica… Esa cazadora me hace sentir cosas que pensé haber enterrado con Sarada, mi esposa. Desde su muerte, nunca había sentido esta urgencia, este impulso por estar cerca de alguien. Y con ella, es diferente. Es visceral. Quiero envolverla en mis brazos, protegerla, amarla... poseerla sin cansancio. Pero no puedo. Ella odia a los lobos, y aquel enfrentamiento lo dejó claro. No tiene idea de quién soy en realid
Anya Mientras limpiaba la parte trasera del rancho, rodeada de plantas y flores, me sentía en paz. Quería dejar todo perfecto, como a mis padres les gustaba. El rancho iluminado con rosas silvestres y plantas exóticas que daban vida al lugar. Me detuve un momento, admirando el paisaje. Luego me senté en uno de los banquillos y dejé que la brisa acariciara mi rostro. Cerré los ojos, disfrutando de la hermosa mañana. Pero, como si mi mente me traicionara, la imagen de Kaelan se filtró entre mis pensamientos. Un escalofrío recorrió mi espalda. Sentí que perdía el control de mis emociones. ¿Qué me pasaba? ¿Por qué él me hacía sentir tan vulnerable? Suspiré, intentando apartarlo de mi mente. “Esto no puede ser”, me dije a mí misma, chasqueando los dientes con determinación. Me levanté y seguí sembrando las flores, decidida a distraerme. Cuando terminé, entré a la casa. María estaba en la cocina, preparando el almuerzo. Le entregué unas batatas dulces para que las cocinara y luego fui
Kaelan —¿Estás diciendo que son humanos reales los que están manipulando a las mujeres para que vayan al bosque usando esa pócima? Afirmé con la cabeza mientras respondía: —Eso creo. No tienen la esencia de los demás. No podemos percibirla de manera convencional, pero la esencia de los humanos es diferente a la de los vampiros y los lobos. Estos individuos han encontrado una manera de ocultar su verdadera naturaleza mientras conspiran para atraer a las mujeres al bosque. Obviamente que incluso hay vampiros, tendré que ir a ese club nocturno que esta en el condado.Chasqui frunció el ceño, incrédulo. —¿Y cómo sabes todo esto? Me crucé de brazos y bajé la voz. —Porque me acerqué a varios de ellos y usé unas semillas que me dio una de las hadas. Esas semillas me permitieron distinguir sus esencias. —¿En serio? No tenía idea de que tenías algo así bajo la manga. Sonreí con algo de autosuficiencia. —No vinimos aquí solo a mirar. Mientras los demás devoran o permanecen in
AnyaMi mente era un torbellino de pensamientos. ¿Cómo era posible que mi padre hubiera firmado un contrato que me obligara a casarme con el idiota de Uriel? Algo que ni siquiera quería hacer. Nunca tuve la intención de formar una familia o tener hijos; mi prioridad siempre ha sido cazar a esos lobos que infestan este mundo y amenazan a la humanidad. Erradicarlos. Hacerlos desaparecer. Sin embargo, parece que no tengo escapatoria. Si no me caso con ese estúpido, perderé mis tierras y tendré que irme al demonio. Y entonces quienes podrán evitar que esas bestias entren al territorio de los humanos, harán un caos y destruirán todo.No, eso no debe suceder.—¡Mierda! ¡Qué verga es esta estupidez! —grité furiosa, a punto de destrozar todo en mi habitación.—Cariño, cálmate. Romper cosas no va a resolver este asunto —la voz de mi abuela, serena como siempre, interrumpió mi arrebato. Ella estaba de pie en la puerta, observándome con una mezcla de paciencia y preocupación.—Abi, a tu hijo se
KaelanEl aire frío de la noche me envolvía mientras cruzaba el umbral de mi villa. Algo oscuro estaba sucediendo en el condado, algo que no podía ignorar. Mujeres habían desaparecido, y ahora también dos niñas. El desespero de las familias era palpable, y aunque las autoridades parecían prestarle más atención a las pequeñas que a las demás víctimas, para mí todas eran igual de importantes. Era inconcebible cómo alguien podía ser tan vil como para secuestrar a inocentes. Sabía que esto no era simple crueldad; los secuestradores tenían un propósito. Mi mente estaba dividida entre teorías, todas igual de siniestras: ¿asesinatos rituales? ¿Explotación? ¿Algo peor? Crear más de su especie.Preparé todo antes de salir. Dejé la casa protegida con inciensos sagrados que purificaban el ambiente y evitaban que cualquier entidad oscura pudiera invadir. Le di instrucciones a mi guardia personal, un hombre reservado pero sumamente confiable. Su habilidad telepática nos mantenía en constante comu
AnyaMe desperté desorientada, con un dolor punzante en las muñecas y los tobillos. Mis manos y pies estaban atados, y una mordaza apretaba mi boca. Mi respiración era rápida y errática; un frío desconocido se colaba por cada rincón de mi cuerpo. Observé a mi alrededor, tratando de comprender dónde estaba y cómo había llegado allí. Lo que vi me dejó helada.Apenas podía procesar la escena frente a mí: mujeres encadenadas, algunas con una mirada vacía, otras comportándose de forma extraña, como si estuvieran bajo algún tipo de influencia. En un rincón, dos niñas apenas mayores de doce años permanecían inmóviles, con un aire enfermizo y pálido. Era evidente que las habían drogado. Mi estómago se revolvió. ¿Cómo era posible tanta crueldad?Cerca de las niñas, vi algo que me dejó aún más impactada: un hombre que se transformaba en lobo ante mis ojos. Su cuerpo cambió grotescamente hasta adoptar la forma de una bestia enorme y negra. Al lado de él, otro ser diferente, uno que me aterrorizó
Kaelan Corría a toda velocidad, el aire frío golpeaba mi rostro, pero mi mente solo tenía un objetivo: llegar al Bosque de Sangre antes de que anocheciera. No podía permitir que esos seres repugnantes y anormales completaran su ritual. Sabía lo que pretendían: sacrificar a esas mujeres para evolucionar, procrearse, y llenar el mundo de vampiros y lobos de la Basta Negra. Mi corazón latía con fuerza, impulsado por la urgencia. No solo eran inocentes en peligro, sino también ella... Anya. Aunque fuera una cazadora, aunque su deber la pusiera en conflicto conmigo, no iba a dejar que nada le sucediera. Mis pies golpeaban el suelo con violencia mientras sentía cómo la rabia y el temor ardían dentro de mí. Anya, esa mujer que sin quererlo había empezado a entrar en mi sistema, se encontraba en riesgo, y yo haría lo que fuera necesario para protegerla, aunque significara revelar mi secreto. Mientras avanzaba, sentí la presencia de Chasquio y Raúl acercándose rápidamente. —Te vamos a acomp