KaelanEl aire frío de la noche me envolvía mientras cruzaba el umbral de mi villa. Algo oscuro estaba sucediendo en el condado, algo que no podía ignorar. Mujeres habían desaparecido, y ahora también dos niñas. El desespero de las familias era palpable, y aunque las autoridades parecían prestarle más atención a las pequeñas que a las demás víctimas, para mí todas eran igual de importantes. Era inconcebible cómo alguien podía ser tan vil como para secuestrar a inocentes. Sabía que esto no era simple crueldad; los secuestradores tenían un propósito. Mi mente estaba dividida entre teorías, todas igual de siniestras: ¿asesinatos rituales? ¿Explotación? ¿Algo peor? Crear más de su especie.Preparé todo antes de salir. Dejé la casa protegida con inciensos sagrados que purificaban el ambiente y evitaban que cualquier entidad oscura pudiera invadir. Le di instrucciones a mi guardia personal, un hombre reservado pero sumamente confiable. Su habilidad telepática nos mantenía en constante comu
AnyaMe desperté desorientada, con un dolor punzante en las muñecas y los tobillos. Mis manos y pies estaban atados, y una mordaza apretaba mi boca. Mi respiración era rápida y errática; un frío desconocido se colaba por cada rincón de mi cuerpo. Observé a mi alrededor, tratando de comprender dónde estaba y cómo había llegado allí. Lo que vi me dejó helada.Apenas podía procesar la escena frente a mí: mujeres encadenadas, algunas con una mirada vacía, otras comportándose de forma extraña, como si estuvieran bajo algún tipo de influencia. En un rincón, dos niñas apenas mayores de doce años permanecían inmóviles, con un aire enfermizo y pálido. Era evidente que las habían drogado. Mi estómago se revolvió. ¿Cómo era posible tanta crueldad?Cerca de las niñas, vi algo que me dejó aún más impactada: un hombre que se transformaba en lobo ante mis ojos. Su cuerpo cambió grotescamente hasta adoptar la forma de una bestia enorme y negra. Al lado de él, otro ser diferente, uno que me aterrorizó
Kaelan Corría a toda velocidad, el aire frío golpeaba mi rostro, pero mi mente solo tenía un objetivo: llegar al Bosque de Sangre antes de que anocheciera. No podía permitir que esos seres repugnantes y anormales completaran su ritual. Sabía lo que pretendían: sacrificar a esas mujeres para evolucionar, procrearse, y llenar el mundo de vampiros y lobos de la Basta Negra. Mi corazón latía con fuerza, impulsado por la urgencia. No solo eran inocentes en peligro, sino también ella... Anya. Aunque fuera una cazadora, aunque su deber la pusiera en conflicto conmigo, no iba a dejar que nada le sucediera. Mis pies golpeaban el suelo con violencia mientras sentía cómo la rabia y el temor ardían dentro de mí. Anya, esa mujer que sin quererlo había empezado a entrar en mi sistema, se encontraba en riesgo, y yo haría lo que fuera necesario para protegerla, aunque significara revelar mi secreto. Mientras avanzaba, sentí la presencia de Chasquio y Raúl acercándose rápidamente. —Te vamos a acomp
Anya.Abrí los ojos con dificultad. Sentía un fuego en mi interior que no me dejaba estar en paz. Esa m*****a sensación volvía a atormentarme. Miré a mi alrededor, queriendo salir corriendo, pero algo en mi cuerpo no respondía. ¿Dónde estaba? Los recuerdos comenzaron a invadir mi mente como cuchillos: ese hombre… ese monstruo me dio una pócima e incluso me dio su sangre a beber. Quiso forzarme, intimidarme. Fue repulsivo, asqueroso, sucio. Pero entonces apareció alguien más, un hombre que ocultaba su rostro.¿Quién era él? ¿Un nuevo peligro? Sujeté mi cabeza con fuerza, intentando levantarme. Mis manos temblaban al ver lo que llevaba puesto: un vestido hecho de piel. El horror me consumía. —Anya, recuéstate de nuevo —la voz grave me sacó de mis pensamientos—. Aún estás débil, la pócima sigue en tu sistema. Kaelan. Mi salvador. Intenté incorporarme de nuevo. —Esa bestia quería abusar de mí… —murmuré con la voz quebrada. La visión se me dificultaba; apenas podía distinguir su rostr
KaelanMe quedé un momento en la habitación observando a Anya. Su respiración era tranquila, profunda. El remedio que le dio el anciano había surtido efecto, sumiéndola en un sueño reparador. Cerré la puerta con cuidado, giré la llave y la guardé en mi bolsillo. La seguridad era una prioridad, tanto para ella como para mi manada. Cuando salí, varios de mis compañeros estaban esperándome en el pasillo, mirándose entre ellos con expresiones de desconcierto. Era evidente lo que rondaba en sus cabezas: —¿Quién es esa mujer— Murmuraban. Sus miradas se posaron en mí, inquisitivas. —Reúnanse con la manada afuera —les ordené con tono firme. Ellos asintieron, pero antes de salir, pedí a una de las mujeres que se quedara vigilando la puerta. —No permitas que nadie entre o salga de esta habitación. Ella asintió, aunque pude notar la duda reflejada en su rostro. La desconfianza no era algo fácil de disipar, pero debía mantener el control. Salí al patio tras ellos, donde ya me esperaba Kila,
Anya.Corría desesperada. Miles de personas me llamaban al unísono, sus voces eran un eco confuso que retumbaba en mi cabeza. No sabía a dónde ir. Mis piernas me llevaban sin rumbo, y el peso en mi pecho era insoportable. Quería gritar, pero mi voz no salía. Sentía como si algo se hubiese apoderado de mí, algo pesado y aterrador. De repente, noté que mis manos no estaban vacías. En una sostenía una flauta que nunca había tocado en mi vida, y en la otra, unas flechas antiguas. ¿Qué estaba pasando? Miré alrededor, buscando respuestas, pero lo único que vi fue un grupo de lobos negros persiguiéndome. Su aliento se sentía caliente en mi espalda mientras corrían con un odio palpable, queriendo destrozarme. Entonces apareció un lobo plateado. Su mirada era distinta, fría y calculadora. Sin previo aviso, me atacó con sus garras, rasgando mi piel como si estuviera hecha de papel. El dolor era insoportable, pero no podía detenerme. Quería entender por qué estaba ocurriendo esto. Grité en m
Kaelan.Después de cenar, Anya se quedó recostada sobre la cama, mirándome con esa mezcla de curiosidad y misterio que siempre me desconcertaba. Me senté al borde, con la mirada fija en ella, intentando encontrar las palabras para explicarle lo que me atormentaba. Su desprecio por los lobos plateados era evidente, pero no podía dejar de pensar en cómo mi hermano estaba vinculado a la muerte de los padres de Anya. Y luego estaba la flauta en su pesadilla, algo que no entiendo … Esa maldita flauta. Mi esposa fue la única que alguna vez la usó de aquella forma, desatando un poder espiritual tan devastador que podía destruirlo todo. Recordar aquello me llenaba de ira y dolor. Mi hermano había unido fuerzas con el clan de lobos negros y los vampiros para destruirla. Ella era una amenaza para ellos, eso estaba claro. Pero nunca logré entender la verdadera naturaleza de su poder, ni quién era realmente ella aparte de ser humana. Pero era una especial. Solo sabía que había perdido algo inva
Anya.Estaba caminando alrededor de este bosque, un lugar tan frondoso y silencioso que cada crujido de las hojas bajo mis pies parecía resonar como un eco interminable. Había algo en el aire, algo que no podía explicar. Una sensación constante me decía que aquí se ocultaba algo más, algo que los demás querian evitar que yo reconozca. Los que habitaban este lugar no se atrevan a acercarse demasiado a mí, pero había un joven que caminaba tras de mí, siempre a una distancia prudente. Su mirada era tierna, casi inquisitiva, como si quisiera decir algo, pero tampoco se atrevía.Me pregunté qué podía estar pasando. Quise hablar con él, preguntarle por qué me seguía, pero recordé la advertencia de Kaelan "Discreción." Esa palabra resonaba en mi mente una y otra vez. ¿Por qué tanto secreto? Si de verdad eran cazadores, como me había dicho, ¿por qué tanta cautela? Aunque las dudas me asediaban, decidí obedecer. Haría lo que fuera necesario para mantener la calma y entender mejor lo que ocurrí