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Un odioso desconocido y una entrevista

—¿Qué no va a disculparse? —Esta vez se cruzó de brazos, sacudiendo la cabeza con reprobación—. Niña torpe y engreída.

Lo último lo dijo en inglés, pero lo entendí perfectamente.

Estúpido millonario arrogante.

—No soy ninguna torpe y mucho menos engreída, ha sido usted el que me ha dado miradas despectivas todo el tiempo —respondí en su idioma, dejándolo petrificado.

—¿Hablas inglés? —Su tono de incredulidad, era incluso ofensivo.

—¿Cree que en este país no hay gente capacitada para hablar su idioma? —exclamé con ironía, alzando una ceja.

—No con su apariencia, señorita —me miró de arriba abajo y creí ver una chispa de burla en sus ojos azules.

—Cabrón —hablé entre dientes, antes de darme media vuelta y alejarme definitivamente de allí.

Ya me había hecho perder más tiempo de lo que ya había perdido y encima, me había insultado.

—¡Taxi! —llamé rápidamente a uno, alzando un brazo. Se detuvo a pocos metros de mí y subí.

Indiqué a dónde debía llevarme y en menos de 10 minutos, estaba a las afueras del edificio Korsak.

Había oído hablar mucho sobre esta corporación, era una compañía adinerada que ha pasado por una larga línea de linaje Norton. La cabeza de la familia es una mujer, cuya edad es confidencial para los medios de comunicación.

Sabía que había más mujeres, pero esta vez, el presidente era un hombre importante que lleva por nombre Harvey Norton.

Según los rumores, ese hombre era el demonio; no lo conocía y esperaba pasar desapercibida delante de él. Escuché también gracias a los medios, que era un rompecorazones, Casanova, inteligente, pulcro en su trabajo y por supuesto, no buscaba un compromiso.

Já, como si me importara.

—Buenos días, vengo…

—En el último piso —comentó la recepcionista sin verme siquiera, se ocupaba más en ver lo que sea en su computadora que a mí.

Le di las gracias y proseguí. Tomé el ascensor y quedé impresionada al ver que este edificio estaba compuesto por ochenta pisos.

Madre santa, en dónde vivía apenas y tenía cinco.

Reaccioné y presioné el botón del último piso, sintiendo los nervios aflorar en mi estómago, por lo que tomé mi celular para distraerme.

Noté que alguien alto había entrado, pero ni siquiera le presté atención, trataba de reducir lo más que podía mis nervios, esperando que de verdad pudiera conseguir el empleo.

De un momento a otro, me entretuve detallando el vestuario del que estaba a mi lado.

No llevaba traje, así que no era ejecutivo, tenía en su cabeza un gorro de lana negro, audífonos colgando hasta la nuca hasta el pecho, una camiseta roja que lo cubría y una chaqueta sin mangas, abierta de color negro, de calzado tenía puesto unas botas grandes con agujetas.

El sonido del ascensor llegando a su destino, me sacó de mis cavilaciones.

Miré al frente y entraban más personas al ascensor, me empujaban un poco, logrando pegar mi cuerpo al espejo que decoraba el espacio. Sentí frío y me estremecí al sentir mi espalda chocar contra el cristal.

Al dar por finalizada la entrada de las personas, el ascensor continuó con su curso y se fue deteniendo en cada piso que subía, reduciendo el número de personas que antes se hallaban en el ascensor. En todo ese trayecto, ninguna persona decía nada, las pocas que quedaban, al parecer iban al mismo piso que yo, al igual que el hombre simpático del gorro.

Se abrieron las puertas del ascensor y fueron saliendo las primeras personas, después iba a salir yo, pero el hombre chocó su hombro conmigo.

—Disculpe, pase usted —lo escuché decir, pero no le presté mucha atención, solo me limité a hacer un gesto con mi cabeza, agradeciéndole.

Caminé antes que él, había muchas personas en cubículos charlando, unos trabajando en sus computadoras, habían unas cuantas mujeres platicando cerca de la cafetera al fondo. El último piso era impresionante, lo más seguro era que en todos los otros pisos había más personas trabajando.

—Hola, ¿me puedes decir dónde…? —Intenté hablarle a alguien, pero todos pasaban de largo, evitando mi pregunta.

—Hola, ¿vienes para la entrevista? —giré sobre mis talones, encarando a una chica pelirroja.

—Sí, gracias por no ignorarme —comenté riendo un poco, ella sonrió animadamente.

—Ven conmigo, es por aquí —caminó hacia unas escaleras.

¿Había otro piso?

—Tienes que formarte en la fila, todas ellas vinieron también por un puesto, así que deberás esperar hasta que termine con ellas —explicó, sin dejar de verme fijamente, parecía una mujer que en verdad se tomaba su trabajo en serio.

Me cayó bien.

Asentí y me formé detrás de la última mujer que se encontraba en la fila, la pelirroja terminó por dejarme y subir las escaleras.

Desde aquí no pude visualizar bien hasta donde había girado, si hacia la izquierda o la derecha, aunque no me preocupaba, de todas formas, esta fila me llevaría a donde tenía que ir.

—¿Llevas mucho tiempo aquí? —le pregunté a la chica delante de mí.

Ella me miró por encima de su hombro y volteó completamente hacia mí, observando mi atuendo de arriba a abajo, hasta que plantó su mirada en mi rostro.

—Desde las 6:00 —formuló con tono monótono.

—Entiendo…

Lo que entendía bien, es que esta fila iba muy lenta y no tuve siquiera tiempo de comer bien, por culpa del imbécil al que le había derramado mi café.

M****a, ahora tenía que esperar a que me pasaran.

Me entretuve mirando mis papeles para revisar que todo estuviera en orden, tal parecía que sí lo estaba.

Volví la mirada a la chica al sentir que me miraban y efectivamente, era ella la que me veía con ojos críticos.

—¿Algún problema? —espeté, llevando mi carpeta a mi axila.

—Ninguno, excepto que no soporto tu ropa —respondió como si me conociera de toda la vida y le hubiera pedido su opinión.

Me di un vistazo desde mis zapatos bajos hasta mi camisa amarilla, observando luego a la chica con una ceja arqueada.

Repentinamente, me acordé del idiota con el que había tenido la discusión en dos idiomas. Arg, qué atrevido y ególatra.

—¿Y?

—No es de mi incumbencia, pero si quieres un consejo, te diría que esa ropa que traes no es la adecuada para una entrevista como esta.

—¿Y qué clase de entrevista es esta? —inquirí, rígida por lo entrometida que era.

—Una en la que hasta con tu vestuario, debes impresionar —finalizó, sonriendo de lo mejor.

Apreté mis labios, sintiendo los latidos de mi corazón en mis oídos.

Solo esto me faltaba, por supuesto tenía que dejarme humillar de nuevo por la segunda persona desconocida del día y tan solo por mi ropa. ¿Era en serio?

Le di la espalda al verla sonreír triunfante, prefería que creyera que había ganado que dejarme ver irritada.

Al subir la mirada, quedé helada, porque por el ascensor iba saliendo un hombre bastante atractivo. Era rubio con reflejos castaños, ojos azules profundos y una mandíbula bien afeitada y marcada.

Llevaba un traje a la medida que le quedaba como anillo al dedo, marcando sus fuertes y enunciados brazos.

Dejé de observarlo cuando lo vi caminar en nuestra dirección, bajé la mirada por inercia al sentir sus ojos apuntar hacia nosotras. Tan solo pude ver sus fino zapatos negros pasar por en medio de mi campo de visión.

Había bajado la mirada, no solo por su imponente presencia, sino porque me di cuenta de que era el mismo idiota al que le había derramado mi café encima.

"Genial, ahora sí estamos jodidas, le echamos el maldito café a alguien importante de la compañía", atacó mi inoportuna conciencia, hundiéndome en la miseria.

—Ahora sí que no voy a conseguir el empleo —murmuré en voz baja, pero la chica qué me había criticado, escuchó y me dirigió una mirada de suficiencia.

—¿Acaso esperabas lograrlo? —se burló y tuve que apretar los dientes para no soltar una grosería en ese momento.

Intenté levantar de nuevo la mirada, pero para observar el otro lado de donde nos encontrábamos, continúe observando todo e inevitablemente, miré las escaleras.

¿Realmente sería uno de los jefes?

Bueno, por lo menos si llegaba a conseguir el empleo, lo sería.

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