La mañana siguiente, Laura despertó sintiéndose extrañamente ligera. Había completado la entrega, y eso la había llenado de una sensación de logro que no experimentaba desde hace tiempo. Sabía que el camino que había elegido no era fácil ni seguro, pero algo dentro de ella disfrutaba de la adrenalina y del peligro. Sabía que, con cada paso que daba, se sumergía más y más en el mundo de Alejandro, un mundo donde las reglas eran diferentes, y donde ella había comenzado a encontrar su lugar.Laura se levantó de la cama y se dirigió a la cocina, donde encontró a su madre sentada junto a la mesa, con una sonrisa débil pero sincera. Carmen había tenido una buena noche, y eso era evidente. Su rostro, aunque aún marcado por el cansancio, tenía un brillo que Laura no había visto en mucho tiempo.—Buenos días, mamá —dijo Laura, acercándose para darle un beso en la frente—. ¿Cómo te sientes hoy?Carmen asintió con una sonrisa.—Me siento mejor, Laura. Creo que los medicamentos están empezando a
El sonido del despertador sacó a Laura del sueño profundo en el que se había sumido. La luz del amanecer se filtraba a través de las cortinas, tiñiendo la habitación con un tono dorado. Mientras se incorporaba y se desperezaba, se dio cuenta de que el día que tenía por delante sería uno de los más desafiantes hasta el momento. Alejandro había confiado en ella para ser parte fundamental de la nueva red de distribución, y eso no solo implicaba más responsabilidad, sino también mayor riesgo.Se levantó, se duchó rápidamente y se vistió con ropa que la hiciera sentir segura. Escogía prendas sencillas pero elegantes, algo que proyectara confianza. Sabía que la apariencia era importante en ese mundo, que cada pequeño detalle podía marcar la diferencia entre ser respetada o ser vista como una simple novata.Mientras preparaba el desayuno, su madre se acercó a la cocina, envuelta en una bata cómoda y con una sonrisa serena. Carmen había tenido otra buena noche, y eso hacía que el corazón de L
Laura se despertó temprano, el sol apenas empezaba a asomarse por el horizonte. El aire de la mañana era frío y se colaba por la ventana entreabierta, llenando la habitación con una frescura que le ayudó a despejar su mente. Había algo en el ambiente, una especie de calma tensa que la hacía sentirse expectante. Sabía que los eventos de los últimos días habían cambiado algo en su vida, algo fundamental. Alejandro ya no era solo su jefe, era algo más, una conexión que iba más allá de lo profesional. Y aunque esa idea la llenaba de una emoción intensa, también sabía que las implicaciones eran enormes.Se vistió con esmero, eligiendo un vestido azul marino sencillo pero elegante, algo que proyectara confianza. Mientras se peinaba frente al espejo, sus pensamientos iban y venían, recordando los momentos junto a Alejandro, las palabras que había dicho, la intensidad de sus besos. Una parte de ella quería rendirse por completo a lo que sentía, dejarse llevar sin cuestionamientos. Pero otra p
Laura llegó temprano a la clínica, con la determinación reflejada en cada uno de sus movimientos. Sabía que su próxima tarea sería una de las más difíciles: acercarse a Ramírez, ganarse su confianza y demostrarle que no era una amenaza. El plan que Alejandro había trazado dependía de su capacidad para mantener la calma y la cabeza fría, a pesar del peligro que representaba cada palabra, cada mirada intercambiada con ese hombre.El ambiente en la clínica era agitado, como siempre. Los pacientes esperaban con expresiones de ansiedad y esperanza, buscando en la clínica lo que el dinero podía comprarles: una versión idealizada de sí mismos. Laura intentó concentrarse en las tareas más simples, organizando expedientes y revisando la agenda del día, mientras su mente divagaba hacia la inminente reunión con Ramírez.Poco después del mediodía, Alejandro se acercó a su escritorio. Vestía con elegancia, pero había una tensión en su mirada que Laura no pudo ignorar.—Ramírez está en la sala de r
Laura despertó con una sensación extraña en el pecho, como si el aire estuviera cargado de electricidad y algo importante estuviera a punto de suceder. Se levantó lentamente, intentando que el ruido no despertara a su madre, y se dirigó al baño para prepararse. Se miró al espejo, viendo el reflejo de una mujer distinta a la que era hace unos meses. Había una nueva fortaleza en sus ojos, una determinación que antes no habría imaginado posible. Pero también había algo más, una sombra que revelaba el costo de todas sus decisiones.Tras vestirse, se preparó un café y se sentó en la pequeña mesa de la cocina. Mientras tomaba un sorbo, su teléfono vibró con un mensaje de Alejandro: "Hoy tendrás que reunirte de nuevo con Ramírez. Necesitamos asegurar su compromiso." El corazón de Laura dio un vuelco, aunque había esperado esto. El juego en el que se había visto atrapada seguía evolucionando, y Ramírez se estaba convirtiendo en una pieza clave.De camino a la clínica, Laura trató de calmar su
El sonido del despertador resonó en la habitación, haciendo que Laura se removiera bajo las mantas. Sus ojos se abrieron lentamente, luchando contra el cansancio acumulado de las noches sin dormir. Se levantó con dificultad, sintiendo el peso de las decisiones y los riesgos que había tomado. Sabía que el día de hoy no sería diferente: la tensión seguiría creciendo y el peligro siempre acechaba.Bajo la ducha, el agua caliente la ayudó a despejarse, pero no logró quitar la sensación de incertidumbre que la acompañaba desde la reunión con Ramírez. La noche anterior había sido un éxito, pero no había tiempo para celebrar. Cada prueba superada era un escalón más hacia algo mucho más grande, algo que todavía no podía ver con claridad, pero cuyo peso comenzaba a sentirse.Laura preparó un desayuno rápido, tratando de no hacer mucho ruido para no despertar a su madre. Carmen necesitaba descansar, y Laura se aseguraba de que tuviera la mayor tranquilidad posible, a pesar de todo. De vez en cu
Laura empujó la puerta de vidrio con el hombro mientras sostenía una bandeja con tres cafés humeantes. El aroma amargo llenaba el pasillo de la clínica de cirugía plástica donde trabajaba, una mezcla de lujo y tensión que impregnaba cada rincón de aquel lugar. Los pisos relucientes, pulidos hasta el extremo, y las paredes decoradas con arte moderno reflejaban una sofisticación que contradecía la sencillez de su propia vida. Aquella ostentación la hacía sentir pequeña, como una intrusa que intentaba encajar en un mundo ajeno.El murmullo distante de conversaciones en voz baja y el suave zumbido de las máquinas de la clínica creaban un ambiente controlado, casi estéril. Laura avanzó por el pasillo, con los tacones de sus zapatos resonando de manera acompasada. Al llegar al final del pasillo, tocó la puerta de la oficina del doctor Alejandro Montoya, pero no esperó respuesta. Entró con la misma confianza que había desarrollado tras años de trabajar allí, porque sabía que el tiempo era or
La mañana siguiente, la lluvia había cesado, pero el aire se mantenía húmedo y fresco, con un aroma a tierra mojada que a Laura le pareció extrañamente reconfortante. La clínica de cirugía plástica donde trabajaba no era un hospital común. Desde el momento en que se cruzaba la entrada, era evidente que este era un lugar destinado a los ricos y poderosos. Los pasillos estaban adornados con obras de arte originales y flores frescas, y el personal era discreto, eficiente y siempre perfectamente vestido. Todo en la clínica evocaba perfección, y Laura sabía que cada pequeño detalle contribuía a mantener esa ilusión.Era temprano en la mañana cuando Laura llegó a la clínica. Los primeros rayos del sol se filtraban a través de los grandes ventanales, llenando el lugar con una luz cálida y suave. La tranquilidad del momento le permitía a Laura sentir una fugaz paz antes del bullicio del día. Con cada paso que daba hacia su escritorio, podía escuchar los murmullos de los pocos pacientes que ya