Laura despertó con la luz del amanecer filtrándose a través de las cortinas gruesas del dormitorio de Alejandro. Aún estaba entrelazada con él, su respiración acompasada como si sus cuerpos hubieran sincronizado hasta los gestos más diminutos. Una sensación extraña de tranquilidad la invadía, pero debajo de esa calma también se escondía el eco de la incertidumbre. Sabía que se había sumergido en algo oscuro y peligroso, pero, al mismo tiempo, había algo magnético en la forma en que Alejandro la envolvía.
Se movió lentamente para no despertarlo, tomando unos minutos para observarlo. Alejandro, con su aparente serenidad, parecía un hombre distinto cuando dormía. Era difícil imaginar que este mismo hombre tenía relaciones con individuos capaces de cosas terribles. Laura se levantó con cuidado, tomando el vestido que había quedado esparcido en el suelo la noche anterior y vistiéndose rápidamente. Necesitaba tiempo para aclarar su mente y pensar en lo que vendría después.
Al entrar al pasillo, fue recibida por el aroma del café recién hecho. El olor llenaba la casa con una familiaridad acogedora, y Laura siguió el rastro hasta la cocina. Encontró a Alejandro ya despierto, vestido con una camisa suelta y unos pantalones casuales. Estaba preparando café, y al verla, una sonrisa se formó en sus labios.
—Buenos días, hermosa —dijo con voz calmada, como si la escena del día anterior hubiera sido completamente natural—. Espero que hayas descansado bien.
Laura asintió, tratando de esconder su nerviosismo tras una sonrisa.
—Buenos días. Dormí bastante bien, gracias.
Alejandro se acercó y le ofreció una taza de café. Laura la tomó y se sentó en uno de los taburetes de la isla de la cocina, sintiéndose repentinamente consciente de lo que significaba estar allí con él, como si estuvieran en una burbuja separada del resto del mundo.
—Laura, anoche fue... especial —dijo él, mirándola fijamente a los ojos—. Pero también sé que estás lidiando con muchas dudas.
Laura se quedó en silencio por un momento, sopesando sus palabras. Tenía que ser honesta.
—Alejandro, no puedo negar lo que siento, pero todo esto es nuevo y complicado. Lo que está pasando aquí... entre nosotros, y lo que me pediste que hiciera, no es algo que pueda tomar a la ligera.
Alejandro asintió, su expresión se suavizó, y su voz se volvió más baja.
—Entiendo. No te estoy pidiendo que tomes decisiones apresuradas. Solo quiero que sepas que estoy aquí para ti, en cualquier forma que necesites.
Laura respiró profundamente, agradecida por sus palabras. Parte de ella quería confiar plenamente en Alejandro, dejarse llevar por las emociones que sentía, pero la realidad era más complicada que un simple deseo. Terminó el café y se levantó.
—Gracias por entender, Alejandro. Necesito volver a casa. Mi madre... bueno, quiero asegurarme de que está bien esta mañana.
Alejandro la acompañó hasta la puerta, sus ojos clavados en los de ella con un sentimiento que Laura no podía descifrar del todo.
—Por supuesto, Laura. Llámame si necesitas algo, lo que sea.
Laura asintió y, con una última mirada hacia él, se marchó de la casa. Mientras el taxi la llevaba de regreso, su mente era un torbellino de pensamientos y emociones encontradas. Alejandro representaba muchas cosas: una esperanza para el tratamiento de su madre, una atracción que nunca había sentido antes, y también un peligro latente.
Cuando llegó a casa, el departamento estaba en silencio. Su madre aún dormía, y Laura aprovechó para darse una ducha y dejar que el agua caliente la ayudara a organizar sus pensamientos. Después de cambiarse y prepararse un desayuno ligero, se sentó junto a la ventana, mirando las calles mientras su mente repasaba una y otra vez las palabras de Alejandro.
Sabía que su vida había tomado un giro del cual no podría retroceder, y aunque había una parte de ella que temía las consecuencias, otra parte estaba dispuesta a asumir el riesgo.
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Al llegar a la clínica ese día, Laura se sorprendió al encontrar un sobre sobre su escritorio. No tenía ningún remitente, solo su nombre escrito a mano con una caligrafía firme. Lo abrió con cuidado, encontrando en su interior una nota y una llave. La nota decía simplemente: "Confío en ti. La información que necesitas está en la oficina del fondo. Usa la llave".
Laura sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Sabía que esta era otra prueba de Alejandro, una forma de demostrar que estaba dispuesta a ser parte del mundo que él le había mostrado. Respiró profundamente y tomó la llave, guardándola en el bolsillo de su chaqueta.
El día transcurrió como de costumbre, con pacientes entrando y saliendo, y la tensión en el aire creciendo a medida que se acercaba la hora de cerrar. Laura notó la mirada de Yair, quien parecía preocupado por ella más que de costumbre, pero evitó el contacto visual. No quería mentirle, pero tampoco podía contarle la verdad. Yair era un buen hombre, pero su bondad y transparencia lo hacían vulnerable, y Laura no quería arrastrarlo a sus problemas.
Cuando finalmente llegó el momento, Laura se dirigió al fondo del pasillo, donde se encontraba la oficina que Alejandro mencionaba. La llave encajó perfectamente en la cerradura, y al abrir la puerta, se encontró con una habitación llena de archivadores y una computadora que parpadeaba con una luz tenue.
Se acercó al escritorio y encendió la pantalla. Aparecieron varios archivos, todos con nombres crípticos. Laura sabía que no podía quedarse mucho tiempo allí, así que abrió el primer archivo que parecía relevante. En la pantalla aparecieron una serie de documentos financieros y registros de envíos. La magnitud de lo que Alejandro estaba manejando comenzó a ser más clara para ella. Los nombres de las empresas, las cantidades involucradas... todo apuntaba a algo mucho más grande de lo que había imaginado.
Laura tomó algunas notas rápidas en su cuaderno antes de cerrar los archivos y apagar la computadora. Sentía el corazón latiéndole con fuerza, pero también una especie de determinación que la sorprendía. Sabía que cada paso que daba la hundía más en este mundo, pero también sabía que no había vuelta atrás.
Cerró la puerta con cuidado y regresó a su escritorio, intentando parecer tranquila mientras organizaba los últimos documentos del día. Alejandro pasó por su lado cuando se iba, y aunque no dijeron nada, la mirada que intercambiaron fue suficiente para entender que él sabía que ella había cumplido con lo que le había pedido.
Esa noche, Laura volvió a casa sintiéndose diferente. Había cruzado otra línea, y aunque una parte de ella temía lo que podía venir, otra parte se sentía viva, más viva de lo que había estado en años. Mientras se sentaba junto a la cama de su madre, viendo cómo dormía en paz, Laura se prometió que haría lo necesario para protegerla y darle la vida que merecía, sin importar el costo.
El teléfono vibró en su bolsillo. Un mensaje de Alejandro: "Estoy orgulloso de ti". Laura cerró los ojos, dejando escapar un suspiro. Sabía que aquello no era solo un reconocimiento, sino también una promesa de que estaba entrando más y más en su mundo.
El día siguiente comenzó como cualquier otro, pero Laura ya no era la misma. La tensión y la adrenalina de lo que había hecho la acompañaban como una sombra constante. Había una frialdad en sus acciones, una claridad que la guiaba mientras realizaba sus tareas, y una parte de ella se preguntaba hasta dónde podría llegar. Sabía que el camino que había elegido era peligroso, pero también había algo emocionante en ello, una sensación de poder que la atraía inexorablemente.
A medida que avanzaba el día, Alejandro se mostró más cercano, pasando más tiempo junto a ella. Hablaban en susurros sobre detalles menores de los contratos y los depósitos, pero también había momentos en los que la tensión se volvía palpable, cuando sus manos se rozaban y sus miradas se encontraban por más tiempo del necesario. Laura sabía que su relación con Alejandro iba más allá de lo profesional, que estaban construyendo algo frágil y peligroso, pero también inevitable.
Hacia el final del día, Alejandro la invitó nuevamente a su casa, esta vez con una sonrisa cómplice que dejaba claro que no solo se trataba de negocios. Laura aceptó, consciente de que cada vez que decía sí, se sumergía más en esa relación compleja y arriesgada.
Laura se preparó para ir a la casa de Alejandro, con la sensación de que algo importante estaba por suceder. Había elegido un vestido que era cómodo pero sofisticado, algo que reflejara su disposición a aceptar lo que fuera que la noche le ofreciera. El taxi la llevó por las avenidas iluminadas, y Laura se perdió en sus pensamientos mientras miraba la ciudad pasar por la ventanilla. Sabía que, al aceptar esta invitación, estaba tomando decisiones que la empujaban cada vez más lejos de la persona que alguna vez había sido. Pero esa persona también había sido alguien atrapada, alguien que necesitaba el tipo de libertad que solo Alejandro parecía ofrecerle.Cuando llegó, Alejandro la estaba esperando en la puerta, su figura imponente destacando bajo la tenue luz del porche. Sonrió al verla y la saludó con un suave "buenas noches" que se sintió más íntimo de lo habitual. Laura siguió a Alejandro dentro de la casa, y una vez más se encontró en la elegante sala de estar, donde una botella d
La noche había caído sobre la ciudad, y con ella, una sensación de anticipación se extendía en el aire. Laura caminaba por los pasillos de la clínica, con el archivo que Alejandro le había entregado bien sujeto entre sus manos. Sabía que ese archivo representaba el siguiente paso en la dirección en la que había decidido avanzar. No se trataba simplemente de organizar contratos o revisar depósitos; ahora estaba inmersa en decisiones que tenían un impacto directo en personas y situaciones que no podía controlar.Al abrir la puerta de su despacho, dejó el archivo sobre el escritorio y se dejó caer en la silla. La luz tenue de la habitación iluminaba los papeles con un brillo amarillento, proyectando sombras alargadas. Laura abrió el archivo, sus ojos recorriendo las instrucciones y los nombres. Nombres de personas que no conocía, pero que de alguna manera serían parte de las operaciones que se llevarían a cabo en la sombra.Tomó una pluma y comenzó a tomar notas, organizando la informaci
La mañana siguiente, Laura despertó sintiéndose extrañamente ligera. Había completado la entrega, y eso la había llenado de una sensación de logro que no experimentaba desde hace tiempo. Sabía que el camino que había elegido no era fácil ni seguro, pero algo dentro de ella disfrutaba de la adrenalina y del peligro. Sabía que, con cada paso que daba, se sumergía más y más en el mundo de Alejandro, un mundo donde las reglas eran diferentes, y donde ella había comenzado a encontrar su lugar.Laura se levantó de la cama y se dirigió a la cocina, donde encontró a su madre sentada junto a la mesa, con una sonrisa débil pero sincera. Carmen había tenido una buena noche, y eso era evidente. Su rostro, aunque aún marcado por el cansancio, tenía un brillo que Laura no había visto en mucho tiempo.—Buenos días, mamá —dijo Laura, acercándose para darle un beso en la frente—. ¿Cómo te sientes hoy?Carmen asintió con una sonrisa.—Me siento mejor, Laura. Creo que los medicamentos están empezando a
El sonido del despertador sacó a Laura del sueño profundo en el que se había sumido. La luz del amanecer se filtraba a través de las cortinas, tiñiendo la habitación con un tono dorado. Mientras se incorporaba y se desperezaba, se dio cuenta de que el día que tenía por delante sería uno de los más desafiantes hasta el momento. Alejandro había confiado en ella para ser parte fundamental de la nueva red de distribución, y eso no solo implicaba más responsabilidad, sino también mayor riesgo.Se levantó, se duchó rápidamente y se vistió con ropa que la hiciera sentir segura. Escogía prendas sencillas pero elegantes, algo que proyectara confianza. Sabía que la apariencia era importante en ese mundo, que cada pequeño detalle podía marcar la diferencia entre ser respetada o ser vista como una simple novata.Mientras preparaba el desayuno, su madre se acercó a la cocina, envuelta en una bata cómoda y con una sonrisa serena. Carmen había tenido otra buena noche, y eso hacía que el corazón de L
Laura se despertó temprano, el sol apenas empezaba a asomarse por el horizonte. El aire de la mañana era frío y se colaba por la ventana entreabierta, llenando la habitación con una frescura que le ayudó a despejar su mente. Había algo en el ambiente, una especie de calma tensa que la hacía sentirse expectante. Sabía que los eventos de los últimos días habían cambiado algo en su vida, algo fundamental. Alejandro ya no era solo su jefe, era algo más, una conexión que iba más allá de lo profesional. Y aunque esa idea la llenaba de una emoción intensa, también sabía que las implicaciones eran enormes.Se vistió con esmero, eligiendo un vestido azul marino sencillo pero elegante, algo que proyectara confianza. Mientras se peinaba frente al espejo, sus pensamientos iban y venían, recordando los momentos junto a Alejandro, las palabras que había dicho, la intensidad de sus besos. Una parte de ella quería rendirse por completo a lo que sentía, dejarse llevar sin cuestionamientos. Pero otra p
Laura empujó la puerta de vidrio con el hombro mientras sostenía una bandeja con tres cafés humeantes. El aroma amargo llenaba el pasillo de la clínica de cirugía plástica donde trabajaba, una mezcla de lujo y tensión que impregnaba cada rincón de aquel lugar. Los pisos relucientes, pulidos hasta el extremo, y las paredes decoradas con arte moderno reflejaban una sofisticación que contradecía la sencillez de su propia vida. Aquella ostentación la hacía sentir pequeña, como una intrusa que intentaba encajar en un mundo ajeno.El murmullo distante de conversaciones en voz baja y el suave zumbido de las máquinas de la clínica creaban un ambiente controlado, casi estéril. Laura avanzó por el pasillo, con los tacones de sus zapatos resonando de manera acompasada. Al llegar al final del pasillo, tocó la puerta de la oficina del doctor Alejandro Montoya, pero no esperó respuesta. Entró con la misma confianza que había desarrollado tras años de trabajar allí, porque sabía que el tiempo era or
La mañana siguiente, la lluvia había cesado, pero el aire se mantenía húmedo y fresco, con un aroma a tierra mojada que a Laura le pareció extrañamente reconfortante. La clínica de cirugía plástica donde trabajaba no era un hospital común. Desde el momento en que se cruzaba la entrada, era evidente que este era un lugar destinado a los ricos y poderosos. Los pasillos estaban adornados con obras de arte originales y flores frescas, y el personal era discreto, eficiente y siempre perfectamente vestido. Todo en la clínica evocaba perfección, y Laura sabía que cada pequeño detalle contribuía a mantener esa ilusión.Era temprano en la mañana cuando Laura llegó a la clínica. Los primeros rayos del sol se filtraban a través de los grandes ventanales, llenando el lugar con una luz cálida y suave. La tranquilidad del momento le permitía a Laura sentir una fugaz paz antes del bullicio del día. Con cada paso que daba hacia su escritorio, podía escuchar los murmullos de los pocos pacientes que ya
Laura terminó su turno en la clínica con una mezcla de nerviosismo y anticipación. Alejandro la había llamado a su oficina al final del día, algo que no era inusual, pero esta vez la invitó a cenar. Había algo en su tono, una insinuación de que la conversación sería más personal, más reveladora. Laura no podía evitar sentirse como si estuviera a punto de cruzar una frontera de la cual no había retorno.Mientras se dirigía a la oficina de Alejandro, su mente repasaba los eventos de los últimos días: las camionetas lujosas, los hombres con trajes oscuros y la oferta de Alejandro que la había dejado sin palabras. Sabía que aceptar la invitación a cenar era como jugar con fuego, pero su necesidad de entender más, de encontrar una solución para el dilema de su madre, la empujaba hacia adelante.Alejandro la recibió con una sonrisa enigmática cuando ella entró en su oficina. Vestía un traje oscuro que realzaba su presencia imponente, y su mirada tenía esa intensidad que siempre lograba dese