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No me importaban, yo solo corrí por el pasillo oscuro y ya podía ver mi habitación.

— ¡Abre maldici0n! - movía el pomo de la cerradura con fuerza y las manos me sudaban.

Mal momento para que esta vieja puerta se volviese a trabar.

— ¡Ahí está! – venían desde el final del pasillo y cuando casi me encontraba perdida, logré abrir la puerta y entrar de una al cuarto en penumbras.

Se la cerré en la cara a una de las lobas rabiosas, que seguía gritándome insultos e intentando entrar a la fuerza.

Me pegué, con el peso de todo mi cuerpo, para aguantar los empujes a la madera, en lo que pasaba el pestillo.

Caminé con prisas hacia el camastro de Diana y lo arrastré para bloquear la puerta, ¡era lo más pesado que había aquí!

Toda la adrenalina fluyendo por mi cuerpo sudoroso y alerta.

¡Boom! ¡Boom! ¡Boom!

— ¡Abre la maldit4 puerta, estúpida, hoy nos las vas a pagar todas! - fuertes golpes resonaron y sentía como crujía la vieja madera.

Me preocupaba que no aguantara y ahora sí, estaba encerrad
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