La Alfa Nain.
La Alfa Nain.
Por: Migdalia Lineth
Prólogo.

Prólogo.

Mi vida no podría ser más caótica de lo que es ¿no?

Mi tío él que a estado conmigo durante estos ocho años en los cuales me he hecho cargo de mi manada Blades Moon, como fue bautizada hace siglos, ahora se le ha ocurrido que contraiga matrimonio con uno de los Alfas del norte, no se porque tan lejos, y no es que quiera contraer matrimonio con alguien, si lo hiciera sería con mi destinado y nadie más.

Ni siquiera he tenido la dicha de conocer a mi destinado y ya quiere casarme con alguien que he visto solo en reuniones, y eso no es lo malo, ¡oh! No, lo malo es que el tipo me cae de lo peor y creo que el sentimiento es mutuo, además de eso él fue uno de los primeros que se opuso cuando el Alfa Supremo, me cedió el cargo de alfa ya que solo yo podía tomar el cargo.

En primera: porque yo tengo la marca que dice que soy la siguiente Alfa y esa marca nadie la puede borrar porque es la marca que designa la diosa luna cuando un nuevo Alfa nace.

Segundo: soy la única hija del Alpha anterior o sea mi padre.

Tercero: sólo yo sé cómo guiar esta manada, mi padre me preparó durante años ya que él sabía que los Alfas se iban a oponer que una mujer tomara el cargo de alpha, su machismo y litros de testosterona no los deja ver más allá de sus malditas narices.

Creen que porque son hombres están mejor capacitados para llevar una manada, ja pues se equivocan, una mujer también puede, malditos imbéciles.

Y yo les he demostrado que si puedo liderar una manada y estoy cien por ciento segura que ni siquiera mi beta lo podría hacer mejor que yo.

No se cual es el interés de mi tío que me casé con ese Alfa grotesco y subdesarrollado. Además de eso un anormal sin cerebro, pueda que su manada sea una de las más fuertes del norte, pues a mi me vale madre su grandeza, la agarro y me sacudo los mocos con ella.

—Tu unión con el Alfa Brenon es un hecho —Me anuncia entrando a mi despacho, gruñó por su interrupción.

—Cuántas veces te he dicho que toques la m*****a puerta —Gruñó cada palabra.

—Vivo aquí también —Lo miró con los ojos rojos, él agacha la cabeza porque sabe que a mi loba tampoco le ha gustado su atrevimiento y mucho menos la noticia. —Lo siento mi Alfa.

—Vete antes que se me olvide que eres mi tío.

—Un tío que quiere casarte con un maldito despiadado.

—Lo sé, no me lo recuerdes.

(*********).

—¿Qué haces aquí? —Miro al subnormal quien se ha tomado el atrevimiento de entrar a mi habitación, me cruzo de brazos.

—Seré tu esposo dentro de poco, deberías darme lo que deseo de ti.

—Y que se supone que es lo que te tengo que dar —Él mira mi cuerpo el cual solo está cubierto por un albornoz.

—Complacerme en la cama es para lo único que sirven las mujeres—. Pero qué mujer crió a este imbécil.

—¿Tienes madre? —preguntó. —Pareciese que fuiste criado por animales no por una mujer, acaso ella no vale nada para ti, supongo que tu padre te enseñó eso, si ese es el caso te equivocas conmigo no te voy abrir las piernas ni hoy, ni nunca, podremos casarnos, pero eso no sucederá —Se acerca a mí con rostro enfurecido.

—Serás mía ahora y cuando me plazca —Sonrió internamente, me encanta que me desafíen y más si es un hombre con un ego más grande que su cerebro.

Me toma del antebrazo, y me pega a su cuerpo, levanto mi pie y le estrelló mi rodilla en sus genitales con fuerza, me suelta y antes que caiga le doy una buena patada en la cara y como a mi no me gusta la violencia lo termino de rematar al caer, le meto una patada en el abdomen con intenciones de sacarle el hígado si es posible.

(******).

Al descubrir la causa y el motivo por el cual él imbécil se quería casar conmigo decidí dejar todo y no eso no era lo peor, lo peor era saber que habían más personas de mi entera confianza detrás de todo esto, pero juro que me las van a pagar ahora sí conocerán lo peor de mí.

Subí a mi auto y conduje y conduje hasta llegar a un establecimiento donde había un bar.

Entre, no porque quisiera ahogar mis penas en el alcohol, solo quería un trago para calmar mis ansias.

No se cuanto tiempo estuve ahí hasta que me llegó ese olor tan agradable y exquisito a la vez, mi piel se estremeció y mis ojos estaban deseosos de verlo.

Era él, no quería verlo, este no era el momento, yo estaba dolida, pero mi enojo era mucho peor, no presté atención y solo me dejé embriagar por su aroma.

—Hola puedo acompañarte —Me dijo una voz grave que hizo que suspirara por ella.

—Si por qué no —Le respondí.

Él llegó a mi vida a darle giros inesperados, pero sobre todo a ser la luz de mi vida.

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