Capítulo 0002

Juliet estaba nerviosa, angustiada, y ansiosa, pues ya llevaba varios minutos en su camerino preparando su mente para lo que venía a continuación, porque dentro de su cabeza solo había un pensamiento: “Xander”

«Xander cumplirá con lo prometido, lo sé, y debo confiar en mi esposo. Él no irá hacia ella, vendrá a mí, yo soy la mujer que ama, y la que conoce todo de él», se dijo muy segura de que por la puerta de su camerino entraría su esposo y todo lo sucedido sería parte de un miedo estúpido. Esperaba con ansias que él apareciera con un ramo de rosas, un gesto romántico que la haría sentir especial; sin embargo, el tiempo pasaba y Xander no llegaba.

La angustia comenzó a apoderarse de ella y decidió tomar acción, así que se dirigió hacia el salón del evento. Caminó deprisa, con el corazón latiendo fuertemente en su pecho y al llegar, se dio cuenta de que algo estaba mal. El salón estaba lleno de gente, pero Xander no estaba en ninguna parte; en su lugar, vio solo a Maximus con una copa de vino en la mano, de la cual no había probado ni un sorbo, porque parecía estar pasando desapercibido.

Con paso decidido y una mirada demandante en sus ojos se acercó a Maximus y aunque no quería ser grosera ni herir sus sentimientos, igual se mostró irritante.

— ¿Y mi esposo? —, inquirió con un tono exigente.

El beta de carácter pasivo enarcó una ceja, desconcertado por la situación, no le desagrada Juliet; al contrario, la aprecia, y no quería verla llorar, pues tenía claro que Xander amaba a Juliet con locura y si ella se sentía triste, estaría furioso con él, por eso fue que, con cautela, y después de un largo silencio, decidió responder.

— Tal vez fue a los baños — dijo, intentando encontrar una mentira plausible.

Pero Juliet no se dejó engañar, sino que gruñó furiosa, y de puro coraje sus ojos se llenaron de lágrimas.

— Sé que estás tratando de protegerme y no tienes la culpa, pero no me mientas tú también — le exigió con voz entrecortada.

Maximus se sintió mal consigo mismo al ver el dolor en los ojos de Juliet y se dijo que no podía dejarla así, por lo que decidió actuar y corrió detrás de ella con preocupación.

— Juliet, espera — la llamó, intentando tranquilizarla.

Juliet se detuvo en seco, pero no se dio la vuelta. Estaba dolida y confundida, pero también quería escuchar lo que Maximus tenía que decir.

—¿Qué quieres, Maximus? — preguntó, apenas conteniendo el llanto, pues su voz sonaba quebrada y llena de tristeza.

Maximus se acercó con cuidado y gentileza. Extendió su mano hacia ella, ofreciéndole consuelo y finalmente Juliet volteó a mirarlo con sus ojos llenos de esperanza y desesperación.

—Solo espera a que Xander venga, no te vayas de este modo, hace poco sufrimos un ataque, y sé que él no querrá que nada malo te suceda.

Juliet tomó la mano de Maximus, aferrándose a ella con fuerza, pues se sentía vulnerable y asustada.

— De verdad piensas que Xander ahora se preocupará por mí.

Ella rió con amargura.

—Sí que lo hace— le contestó el beta con firmeza y en su tono no había una pizca de duda.

—Sabes, a pesar de todo esto, lo más chistoso es, que no puedo soportar estar sin él. La simple idea me atormenta, ve y encuéntralo por mí, dile que su esposa lo espera— suplicó, con los ojos llenos de lágrimas.

Y a Maximus no le quedó de otra que asentir.

, preguntó por el enlace mental pero no obtuvo respuesta.

— Por favor, Maximus, encuéntralo. Necesito saber que sigue siendo mío, no puedo soportar el pensar en perderlo — susurró Juliet, dejando escapar una lágrima que reflejaba su profunda agonía.

Mientras que en el camerino de Isa Xander observaba impasible cómo los acompañantes de Isa salían uno tras otro, mirándola expectantes, y esperando una palabra de ella que les impidiera marcharse. Aunque Xander es un alfa, sabían que no es el alfa de Isa y, por lo tanto, no le debían obediencia; sin embargo, ella permanecía abrumada y sin emitir ninguna orden.

, pidió Itzel la loba de Isa, exigiendo sus derechos sobre el macho que está parado frente a ellas.

Cuando finalmente quedaron a solas, Isa se levantó rápidamente y buscó un albornoz para cubrirse y justo cuando estaba a punto de hacer el nudo, Xander tiró bruscamente de uno de los lazos, rompiéndolo e Isa quedó expuesta frente a su penetrante mirada.

—Entonces, ¿frente a todas esas personas estabas descubierta, y frente a mí te cubres? ¡Qué ridiculez la tuya! —, bramó Xander, dejando ver la furia destilando por sus ojos, pero Isa lo encaró con una mirada severa y decidida.

—Ellos son mis amigos y mi equipo de trabajo, sin embargo, tú eres un desconocido —, le gritó, plantándole cara.

Xander se acercó invadiendo su espacio, reduciendo la distancia entre sus cuerpos hasta que prácticamente no había separación entre ellos. Verlo a esa distancia y oírlo, aunque sea enojado le erizaba la piel, y una corriente eléctrica que nunca había sentido se adueñaba de su nuca, y recorría su anatomía hasta finalizar en los dedos grandes de sus pies.

Y más fue su estremecimiento cuando en un tono cercano y amenazante, él le contradijo:

—¿Un desconocido? Eres mi destinada. Eso no me hace un desconocido.

Xander miró fijamente a Isa, reclamando su propiedad sobre ella, sin embargo, ella se defendió.

—No lo soy, como tú no eres mío, Xander. Estás marcado por otra loba —, le contestó Isa con desprecio.

Un gesto de asco se dibujó en su rostro cuando vio la marca en el cuello de Xander y con dolor en su mirada, agregó:

—El día que permitiste que otra loba clavara sus colmillos en tu cuello, ese día renunciaste a nuestra conexión destinada. ¡Por favor, retírate!

Xander gruñó furioso e incapaz de detenerse a sí mismo. Sin poder resistirse a la atracción que la conexión de pareja creaba entre ellos, él la tomó de la cintura de manera posesiva y unió sus labios a los de ella.

Isa, histérica, le golpeó en el pecho, pero él no se apartó, extrañamente la fuerza de voluntad lo abandonó, dominado por la atracción, descendió hasta su cuello y lo olió.

Irritada y sin poder soportar que el hombre que le pertenece por designio esté impregnado con el aroma de otra hembra, Isa dejó salir sus caninos de loba y estaba a punto de morderlo sobre la marca para anularla cuando Xander la soltó bruscamente y con voz autoritaria de alfa, le dijo:

—¡Te lo prohíbo!

Isa se rió amargamente y respondió:

—Entonces, desaparece de mi vida.

—Ya que me lo estás pidiendo de este modo, no lo voy a hacer.

Isa, llena de rabia, agarró sus maquillajes y todo lo que encontró en el tocador y se los lanzó. Y sus ojos de loba alfa brillaban con un intenso amarillo, como llamas ardientes, al igual que Xander, quien también mostraba sus ojos de alfa desafiante.

Por más que Xander esparcía feromonas para calmar a Isa, ella no respondía a la estimulación que creaban sus glándulas y solo se volvía más furiosa.

—Deja de querer dominarme. Soy igual de poderosa que tú y solo provocas que quiera arrancarte la cabeza—, amenazó Isa con facciones casi desfiguradas por la ira.

A pesar de la ruidosa discusión Xander no podía evitar sentirse admirado, pues Isa es como una pieza única que lo hipnotiza, pero cuando finalmente logró controlarse y su lobo pudo percibir algo más, notó un sutil pero perceptible olor que indica la pertenencia a una manada y fue entonces cuando descubrió algo en Isa que lo dejó impactado.

Sin decir una palabra más, Xander salió de la habitación, dejando a Isa furiosa, llena de tristeza y encima de todo eso sintiéndose despreciada.

Xander caminaba por los pasillos con una mirada ensombrecida y un aire de frustración. Se sentía verdaderamente molesto consigo mismo por su propia debilidad.

—Me encabrona no poder rechazarla—, refunfuñaba entre dientes, mientras apretaba los puños con fuerza. —Solo debía decir las palabras indicadas y no lo hice ¡Maldición!

Se recriminaba internamente por su falta de control y determinación. Había ido a encontrarse con Isa con la firme intención de pedirle que rompieran el vínculo que la diosa ha creado entre ellos, sin embargo, al verla junto a ese hombre, aunque parecía homosexual, sintió una oleada de celos que lo desequilibró.

Se contuvo para no actuar impulsivamente y agredir a Maik, porque no quería perder el control de esa manera, pero, en lugar de rechazar a Juliet, la besó. Y ahora, el sabor de sus labios se había quedado grabado en su mente, como si no pudiera deshacerse de él; las sensaciones de las caricias sutiles y delicadas que había experimentado aún le provocaban cosquillas sobre los labios, lo cual, aumenta su sentimiento de culpa.

—No puedo sucumbir a esto—, se amonestó a sí mismo con rabia.

—Ella está prohibida.

Se prometió firmemente que, la próxima vez que la viera, la rechazaría. Estaba decidido a resistir la tentación y a enfrentar las consecuencias de sus acciones.

En cambio, Maximus sin ganas de caminar sin rumbo, regresó con Juliet, y movió la cabeza hacia los lados.

—¿Me dirás que no sabes en dónde está tu alfa? —inquirió ella con ironía y una risa sardónica salió de su garganta.

Y él no respondió, solo la veía destrozada.

—Dile a tu alfa que no olvide que soy su esposa. Lo he sido durante 25 años. Que reflexione, si yo merezco esta traición.

— Juliet, creo que debes esperar un poquito más, no actúes por impulso o dolor. Sabes que esto en algún momento tendría que ocurrir, es parte de nuestra naturaleza—, le aconsejó, tratando de ser racional, pero sin darse cuenta de lo hirientes que podían ser sus palabras.

Maximus entendía que ella está herida y enojada, pero también quería que considerara todas las perspectivas, ya sean negativas o positivas.

No obstante, las palabras del beta, de igual modo, la lastimaron profundamente y aunque ella sabía que él tenía razón, eso no hacía que su dolor fuera menos intenso.

—Sí, lo sabía—, respondió con amargura.

» Al igual que él, es obvio que hasta los más inocentes de la manada saben que esto tendría que pasar, pero la promesa que me había hecho Xander me hizo pensar que, cuando esto sucediera, él siempre tendría claro cuál sería su lugar, ¿ahora se supone que debo perder y aceptar la derrota? Solo porque siempre supe lo que vendría ¿debo resignarme?, ¿no es cruel que me lo digas?

Ella hizo una pausa, y miró a todas partes.

—Sí tu alfa llega a preguntar por mí, cosa que la dudo, dile que no soy tan masoquista como para esperar por él —, le solicitó con resentimiento, dejando en claro su desilusión y dolor.

Con un movimiento brusco, ella limpió sus lágrimas, y sin mirar atrás; tomó un taxi en la calle y, con voz firme, le pidió al conductor en un perfecto italiano:

—Lléveme al aeropuerto.
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