― ¿Qué tal, doc? ―Preguntó Alex diez minutos después.
―Sus pupilas responden bien y el sangrado se ha detenido―Respondió el doctor que Alex había llamado apenas había visto lo que ocurría en la habitación cuando llegó.
Cumpliendo su palabra, Alex había llegado unos minutos después ya que vivía un piso arriba de nosotros.
La sorpresa de encontrarme a un lado de un muy pálido Louis y sosteniendo una toalla en la herida de su cabeza se había desvanecido a los pocos segundos y había procedido a llamar al doctor que ahora Evaluaba con atención dicha herida.
Agradecía haber reaccionado a vestirme y arreglar la ropa interior de Louis antes de que nadie llegase, aunque Aiden no había corrido con la misma suerte ya que había visto cada parte tanto de Louis como de mí.
― Entonces, ¿Qué, doc? ¿Por qué no reacciona? ―Preguntó Alex mirando detenidamente al hombre inconsciente en la cama.
―Porque, aunque el golpe no fue lo suficientemente fuerte com
Hmm... Algo olía increíble. Aspiré profundamente y mis pulmones volvieron a llenarse del mismo aroma rico y seductor. Al moverme un poco mi cuerpo hizo contacto con otro y recordé a mi esposa. En algún momento de la noche habíamos cambiado posiciones y yo había terminado con la cara enterrada en su cuello y sus brazos abrazándome a ella. No quería moverme, estaba en el paraíso. ―Mi secreto es el suero de leche―Dijo una voz rompiendo mi momento de ensueño. ― ¿En serio? Louis nunca usa eso. ―Y chispas de chocolate. Los mejores panqueques llevan chispas de chocolate, sino no son panqueques. ―Entonces no sé qué me ha ofrecido Louis estos días. Iba a matar a Alex Hardy. ¿Qué demonios hacia ese infeliz en mi casa envenenándole la mente a Aiden? Comencé a levantarme cuando una fuerte punzada en mi cabeza me dejó congelado en el lugar, haciéndome recordar lo ocurrido la noche anterior. M****a, el
― ¿Un bote? ― Dijo Alex deteniéndose a mi lado unas horas después― Creo que tienes problemas de percepción, Anderson. ―Para mí es un bote― Respondí indiferente viendo la extensión de mar ante mí. ―Para mí es un puto yate de 24 metros de eslora con su propia tripulación― Espetó. ―No maldigas delante de la niña, imbécil― Dije mostrándole a la Milena que dormía en mi pecho luego de haber almorzadouna buena cantidad de salmón y papas al horno. ―Como sea― Respondió torciendo los ojos con ferocidad. Debía admitir que había sido divertido ver la expresión de shock y sorpresa de todos cuando al llegar al Lincoln harbor, les guie hacia lo que fuera mi casa hasta hace no más de dos semanas. Mi sunseeker 80 sport había sido mi hogar por más de cuatro años, pero lo que al principio había sido innovador y atractivo, fue perdiendo su brillo con la monotonía. Era como vivir en un hotel todo el tiempo, ya que la tripulación de cinco pers
Yo sólo sé decir de nadaPor islas que traje del marNo ruegas jamás, nunca más, de nadaGenial es mi manera de servirDe nada, de nadaDe nada dudes ya... Lo que menos esperaba al abrirse las puertas del ascensor, fue encontrarme a Louis aun en su traje de chef, cantando y bailando por toda la sala, Sansa siguiéndolo por todos lados y Milena también disfrazada, pero de hawaiana aplaudiendo feliz con el espectáculo que mi ridículo esposo le regalaba. Yo sólo puedo decir de nadaPor el mundo especial que doyNo hay de qué agradecer, de nadaDe nada hablaré que ya me voyTe toca a ti decir de nada... Me encontré con la mirada brillante de Aiden, vestido en su ropa habitual de jeans y camiseta, sentado en el sofá al lado de su hermanita, divertido por lo ridículo de la situación. Me divertía ver a Milena vestida de aquella manera,
Le devolví el beso con la misma pasión, sintiéndome desbordada de deseo gracias a la conversación anterior. Comenzamos a quitarnos la ropa con desespero, quedando pronto en ropa interior, y yo siendo lanzada al sofá con poca delicadeza. Gemí cuando su boca se cerró sobre un pezón y comenzó a chuparlo y lamerlo con frenesí a la vez que su mano se adentraba en mi tanga para jugar con mi perforación. ―Te voy a follar con fuerza, nena―Murmuró con sus ojos verde encendidos, su acento haciéndose más evidente con cada segundo―Han sido tres semanas de lo más largas, Eva. Jamás he sentido tanto dolor como lo siento ahora. Se levantó hasta quedar arrodillado entre mis piernas, y, sin preguntar, sencillamente me arrancó el tanga y me abrió aún más para él. ―Mira eso―Murmuró lamiéndose los labios―Cuando lleguemos a casa, me daré un festín contigo. Pero por ahora... Se bajó el bóxer y su polla brincó libre y feliz de ser liberada de aquel confinami
― ¿Empacaste todo? ―Si, nena. ― ¿Seguro? ―Eva... ―Bien, iré a cambiar a Mile y nos vamos. Suspiré sin apartar la mirada de mi mujer mientras se diría a la habitación de la niña para quitarle el pijama y poder irnos a la fiesta. En un momento hablaremos de eso, pero por ahora, hablemos de lo siguiente: Le había mentido a mi esposa. Y casi me atraganto cuando lo hice. Pero, ¿Qué podía hacer? Había entrado en pánico al ver su propio pánico adueñándose de sus facciones. No quiero tu amor, nena. Por supuesto que lo quería, lo quería todo de ella. Deseaba con todas mis fuerzas que mi esposa me amara. Porque, ¿Lo más divertido? En algún momento desde que nos conocimos, yo había comenzado a enamorarme de ella. Me había enamorado de aquellos niños. Me había enamorado de la familia que nos habíamos convertido, la familia que nunca tuve y que jamás llegué a pensa
Levanté la cabeza como un resorte al notar a Eva a mi lado viéndome con preocupación. Ni siquiera había sentido cuando abrió la puerta gracias a mi ataque de pánico. ―Estoy bien―Le aseguré sabiendo que mi voz sonaba más fuerte de lo normal. ―No estás bien―Dijo ella cerrando detrás de sí y mostrándome una botella de whiskey que no había visto antes― ¿Quieres compartir? Definitivamente es algo bueno que compartamos el auto. Le arranqué la botella de la mano y tomé directo de ella con casi desespero, casi ahogándome con el ardor que el licor provocó en mi garganta, pero al instante el temblor en mis manos comenzó a ceder. ―No quiero hablar de ello―Dije pasándole la botella. ―Podemos hablar de otras cosas―Se encogió de hombros antes de beber― ¿Sabes? He estado pensando en la reunión con el asistente social, ¿Y si nos preguntan sobre nosotros? ¿Lo que hacíamos en el pasado? ¿No deberíamos saber esas tonterías? ― ¿Y se te ocurrió esta idea j
― ¿Qué demonios es esto? ―Hmm... ¿Pizza? ― ¿Pizza? ―Repetí yo viendo con horror el plato ante mí― Explícame en qué momento dije que la masa debe quedar como chicle, ¿Qué harina usaste? ―Hmm, bueno... ― ¿Qué? ―Harina libre de gluten ―Murmuró él. ―Pero, ¿Qué m****a? ―Espeté yo apartando el plato de mi vista― ¿Acaso no tomaste notas ayer cuando dimos los pasos del proceso de fermentación? Creo que te inscribiste para ser un profesional gastronómico, que conoce el proceso correcto para producir los platillos que le piden sus comensales. ¿Crees que esto lo pediría yo en un restaurante Michelin? ―No, chef, pero... ― ¿Qué es esto? ―Le volví a interrumpir al detallar más de cerca lo que había ingerido. ―Queso vegano, chef... El chef Mauro a mi lado soltó un sonido de horror. ― ¿Qué había de malo con la mozzarella en tu estación? ―Dijo éste con su acento aún más marcado que antes. ―No me gusta toc
Estaba jodida. Realmente jodida. Sabía que el hombre era un peligro cuando lo conocí, pero, ¿Qué fue lo que hice? Lo invité a mí oficina para que me follara hasta el cerebro. Y ahora mírame: casada, con niños y hasta con una condenada mascota que nos hacía ver cómo la típica familia feliz. Aunque no teníamos que aparentar mucho pues realmente éramos felices. Aiden había ido mejorando mucho alrededor de Louis, ahora hablaban y bromeaban y justo ayer, había sorprendido a Louis con un abrazo apenas llegó de clases pues había sacado un diez en biología. Milena siempre estaba contenta, siempre y cuando tuviese algo qué comer, claro. La niña parecía un pozo sin fondo últimamente y parecía adicta a las galletas de muñequitos que Louis le traía del súper. ¿Sansa? Ella había decidido mudarse a la habitación de la bebé y ahora compartían cama cada noche, cosa que nosotros agradecíamos encarecidamente ya que nos per