Mi esposa me amaba.
Puta madre, me sentía invencible en la vida gracias a esa mujer.
Era Usain Bolt, Michael Phelps, Michael Jordan y Babe Ruth en un solo cuerpo.
Literalmente, Eva no me había declarado su amor, pero, ¿El decir que no quería separarse de mí? Eso era suficiente declaración de amor para mí.
Además...
No pude evitar sonreír como un idiota.
Mi esposa me estaba preparando una sorpresa, y yo no podía esperar a ver de qué se trataba.
Dejé caer las llaves en el mesón de la cocina, y me dirigí hacia la sala para aprovechar el increíble silencio que había en el apartamento el día de hoy.
Aiden había pedido permiso para ir a visitar a su amiga pelirroja y contarle sobre nuestro viaje a Hawaii y Eva se había llevado a Mile con ella al bar pues yo tuve que presentarme en unas reuniones importantes en la mañana.
¿Y Sansa?
Sansa estaba siendo paseada por Alice en este preciso momento, ya que noté
Dios mío, me estaba volviendo loca. ¡Louis me estaba volviendo loca! ¿No se supone que debería estar escribiendo su nombre dentro de corazones? ¿O soñar despierta sobre cómo luciremos juntos dentro de veinte años? Pues no. En realidad, había comenzado una lista sobre cómo matar a mi esposo sin levantar sospechas y terminar en la cárcel. Habían pasado tres días desde que nos declaramos nuestro amor eterno y que él no me dejara por el hecho de que yo andaba por la vida sin útero, y desde entonces, él se había dedicado a mostrarme cada video sobre la fecundación in vitro que encontraba, o los especialistas más prominentes que el dinero pudiera comprar, o cada programa de subrogación que apareciera en G****e. Y quería matarlo. No me lo tomes a mal, me complacía y halagaba el hecho de que el hombre quisiera tener un hijo conmigo, pero, ¿Honestamente? Sentía que iba demasiado rápido. Apenas unos días atrás nos decíamos nuestr
― ¿Ves? Mi hijo es más inteligente que tu hija. ―Acabo de ver a tu hijo llevarse el dedo a la boca luego de tenerlo en la nariz, Alex. ¿De verdad piensas eso? Alex suspiró pesadamente. ―Nada es perfecto, Louis. Y yo debería saberlo. Me acomodé en mi butaca y seguí mirando a los niños jugando con Sansa y Erick. Esta había sido mi vida los dos últimos días pues ahora era un invitado en la casa Hardy ya que, aunque me había ido del apartamento, no había podido irme del edificio. Mi plan había sido regresar al bote, pero se me hacía imposible ir a ese lugar cuando todo me recordaba a mi mujer, y las veces que habíamos estado ahí nosotros dos o con el resto de la familia y amigos. ¿Y sólo? Menos. Antes contaba con Sansa para distraerme, pero ahora la perra ya no era mía, sino de Milena. ¿Cómo hacia para quitarle su peculiar oso de peluche a mi hija? Sencillamente no lo hacías. Por lo tanto, ha
Quién iba a pensar que aquella niña de trece años asustada con la vida, terminaría haciendo sus sueños realidad. Definitivamente yo no, y ahora quería llorar al ver uno de mis más grandes sueños haciéndose realidad. No sabía cómo manejar las emociones que atenazaban todo mi ser. Escuchaba como todos a mi alrededor brindaban y celebraban por la apertura del restaurante, pero yo no podía apartar la mirada del nombre ante mí. Luciese encontraba estaba escrito en cursiva, de manera pulcra y limpia sobre la fachada del edificio. Mi escritura. Escritura que no sabría que tenía si la dueña de ese nombre no me hubiese acogido veinticuatro años atrás. Si ella no me hubiese enseñado a escribir y a sumar o a restar. Si ella no me hubiese enseñado a luchar por lo que quería en la vida. Una noche estando en Hawaii, le comenté a Louis sobre mi deseo de hacerle honor a ella en el restaurant, y que mi idea inicial
Nueva York, tres años después. Los ojos azules de mi hijo me miraban con atención. Cómo si no fuesen las tres de la madrugada y yo no me estuviese muriendo de sueño. ― ¿Por qué no te duermes? ―Murmuré pesaroso notando que sus ojos brillaban con alegría ante mi miseria―No, Jake, no es hora de jugar, es hora de dormir. ―Tal vez si no lo dejaras dormir la siesta tan tarde, esto dejaría de pasar. El aire se me atascó en los pulmones al ver a mi espléndida esposa apoyada en el marco de la puerta. Mi diosa. ―A partir de mañana lo hago, nena. Te lo prometo. Pero ella solo se rio divertida antes de entrar a la habitación de nuestro hijo más pequeño y tomarlo en brazos. ―Llevas meses prometiendo lo mismo, corazón. A estas alturas sería un milagro que lo hicieras. Me maravillé una vez más de lo que increíble que mi mujer se veía con un bebé en brazos. Tal vez por eso seguíamos teniendo más
Nueva York, 10 años después del epilogo anterior. ―Y entonces fue cuando decidí a confiar en él y contarle las cosas que esas personas me habían hecho vivir, y vaya si no fue la mejor decisión que tomé en la vida, pequeña, porque me buscó la ayuda que necesitaba, ¿Y cuando me enfrenté a Daley? Increíble, ahí me sentí como el superhéroe más fuerte del mundo. ―Si te das cuenta de que está dormida, ¿No? Aparté la mirada de mi hija, que había nacido unas horas atrás, y la fijé en mi esposa, mi amante, y mi mejor amiga. Y quien justo ahora me miraba divertida desde la cama de hospital. No importaba lo cansada que luciera, Amanda siempre paraba mi respiración cuando posaba aquellos ojos verdes en mí. Aun cuando la conocí a los trece y posó su mirada triste y pesarosa por la cantidad de acoso que recibía por ser pelirroja y tímida. Acoso que yo había acabado al defenderla, y ese hecho, había ayudado
Ni la oscuridad de la noche, ni la lluvia helada me detendrían.No se veía nada al ser tan tarde, y la ropa que cargaba encima, lo único que cargaba conmigo aparte del pequeño bolso que mi hermana me había dado, comenzaba a empaparse y hacer que mi cuerpo se estremeciera por el agua helada que caía sobre mí en ese momento.Entonces mi llanto no pudo ser sostenido por más tiempo, y comencé a llorar por el miedo que me atenazaba, pero ya era muy tarde para regresar, porque de hacerlo, sabía lo que me esperaba en ese lugar.De pronto me detuve, pues las luces de un auto alumbraron mi frente, lo que hizo que mi respiración se detuviera.El auto hizo cambio de luces y cuando estuvo cerca de mí, me di cuenta que era un camión de carga y que era conducido por una mujer.― ¿Estás perdida, niña? ― Gritó la señora desde el otro lado d
PRESENTE Uno de los primeros recuerdos que tenía sobre mí, era de cuando tenía siete años. Recuerdo que entré en la oficina de papá sin tocar y lo vi entre las piernas de una mujer que se encontraba sobre su escritorio. Ellos ni cuenta se dieron de que tenían un testigo, por lo que, así como entré, me fui. Consternado, busqué a mi madre en el jardín para contarle lo que había visto y para mi sorpresa, ella simplemente se carcajeó y siguió atendiendo sus rosas como si nada; años después comprendería la naturaleza de aquel matrimonio y mi propia percepción de la vida cambiaría con ello. Las mujeres y los hombres eran simplemente eso: mujeres y hombres. La idea de una relación para mí consistía en estar unas cuantas veces con la misma mujer sin llegar a ningún compromiso, dejarle en claro mis intenciones, y una vez me aburría de ella, seguía adelante hasta que otra llamara mi atención. Simple y eficaz.
Enfoqué toda mi atención en aquella mujer cuando se giró hacia mí en aquellos tacones rojo brillante que le daban la misma altura que la mía y me sonrió antes de señalar su ceja derecha. ―Uno―Murmuró antes de echarse el cabello negro hacia atrás y enseñarme sus orejas―. Tengo cuatro en cada oreja, entonces serían nueve, ―Llevó su índice a su nariz y me sorprendió cuando de repente apareció un objeto de entre sus fosas nasales―Diez. ― ¿Qué demonios acaba de ocurrir? ―Dije confundido― ¿También eres maga? ―Es un septum. ―Respondió divertida antes de rodearme el cuello con sus brazos y pegar su boca a la mía. Abrí mis labios con una mezcla de asombro y deseo, agarrándome con fuerza de sus caderas cuando su lengua tocó la mía, produciéndome un escalofrío en todo el cuerpo. No era un gran fan de besar, es más, podía pasar de ello fácilmente durante el acto sexual, siquiera podía recordar la última vez que lo había hecho, ¿Pero aquello? Lo que sentí