PRESENTE
Uno de los primeros recuerdos que tenía sobre mí, era de cuando tenía siete años.
Recuerdo que entré en la oficina de papá sin tocar y lo vi entre las piernas de una mujer que se encontraba sobre su escritorio. Ellos ni cuenta se dieron de que tenían un testigo, por lo que, así como entré, me fui.
Consternado, busqué a mi madre en el jardín para contarle lo que había visto y para mi sorpresa, ella simplemente se carcajeó y siguió atendiendo sus rosas como si nada; años después comprendería la naturaleza de aquel matrimonio y mi propia percepción de la vida cambiaría con ello.
Las mujeres y los hombres eran simplemente eso: mujeres y hombres.
La idea de una relación para mí consistía en estar unas cuantas veces con la misma mujer sin llegar a ningún compromiso, dejarle en claro mis intenciones, y una vez me aburría de ella, seguía adelante hasta que otra llamara mi atención.
Simple y eficaz.
Si era honesto, nadie salía herido, ambas partes seguras de no envolver ni emociones ni apegos.
Por eso, cuando ocurría lo que estaba viviendo en este momento, me exasperaba por completo.
Miré sin interés a la mujer que tenía ante mí, llevándome a la boca el vaso de vodka antes de interrumpir su diatriba.
―Marlene―La corté dejando el vaso en la barra―Te lo dije, preciosa. Habíamos dejado en claro desde un principio en qué se basaba lo nuestro.
―Pero, Louis―Comenzó a decir con el labio inferior temblándole patéticamente ―. Pensé que nuestra relación era fuerte, que...
― ¿Nuestra relación? ―Volví a interrumpir con una carcajada―Hermosa, te conozco desde hace dos semanas. Tuvimos sexo, lo disfrutamos, volvimos a tenerlo y lo disfrutamos una vez mas―Me encogí de hombros ante su mirada incrédula―. Era simple, era sencillo, no sé para qué lo complicaste todo.
―Pensé que era especial.
Me tuve que inclinar hacia adelante para poder captar lo que decía pues su voz apenas se escuchaba por encima de la música del bar.
―Fue especial―Asentí volviendo a beber―. Hasta que entonces dejó de serlo.
―Eres un infeliz,―Sus palabras salieron entrecortadas.
―Pero uno muy sincero―Respondí guiñándole el ojo antes de levantarme―. Tómate otro trago, hermosa. Va por mi cuenta.
Le hice una seña al bartender antes de dejar un billete de veinte sobre la barra y me giré para irme, ignorando por completo las molestas lágrimas y sollozos de aquella mujer, y me enfoqué en mi nueva víctima.
La había visto unos minutos atrás apenas había llegado Marlene, y me dispuse a escanear de arriba abajo aquel escultural cuerpo.
Largas y bronceadas piernas, caderas pronunciadas escondidas en una falda de cuero, unos pechos de buen tamaño se podían apreciar bajo la camisa blanca que cargaba y ese rostro... cada vez que sonreía me imaginaba cosas perversas.
Caminé con decisión hacia la mujer la cual se encontraba rodeada de sus amigas al final de la barra y me dispuse a actuar.
―Hola, hermosa―Dije al inclinarme contra su oído; con aquellos tacones matadores que llevaba, estábamos a la misma altura―. ¿Qué tal si te invito un trago y bailamos un rato?
Me gustó que se girara hacia a mí con sorpresa y diversión.
Le sonreí de vuelta cuando una de sus manos se apoyó contra mi pecho y se carcajeara antes de empujarme lejos.
―Eres guapo―Comenzó a decir señalando hacia su derecha―. Pero, ¿Ves a esa gran mole de hombre que está a punto de venir aquí? Es mi pareja, así que aléjate rápido si no quieres perder hasta ese hermoso acento.
Me sorprendí no al ver quien era su pareja, que realmente parecía una puta montaña de músculos, sino a uno de los hombres que lo acompañaban, el amigo francés de Alex Hardy, un hijo de perra que me noqueó de un puñetazo por besar a su mujer.
Por lo que, notando el peligro saludándome desde esa dirección, me encogí de hombros hacia la mujer y me alejé con rapidez desde donde vine.
La mujer era explosiva, más no valía la pena perder una parte del cuerpo por ella; ninguna lo valía.
¿Lo malo? Mi antigua compañera seguía en el mismo lugar donde la había dejado.
― ¿Cambiaste de opinión? ―Hipó Marlene cuando me vio, incomodándome enormemente con las manchas de mascara corrida bajo sus ojos.
―No―Respondí seco―. Pero creo que deberías irte, Marlene.
―Pero no quiero perderte―Insistió inclinándose hacia mí―. ¿Recuerdas lo que te dejé hacerme hace dos noches atrás? ¿Qué tal si lo repetimos?
― ¿Qué tal si te pago un taxi a tu casa? ―Dije yo en cambio exasperado.
―Pero, ¿Vendrías conmigo?
―Por Dios, mujer, ten un poco de amor propio―Exclamó una mujer desde el otro lado del bar, haciendo que ambos nos giráramos hacia ella.
Y wao, aquel monumento sí que era digno de observar.
―No te metas―Siseó Marlene a mi lado―. Metete en tus propios asuntos si no quieres perder tu trabajo.
― ¿Te llamo al gerente? ―Se burló la mujer con su ceja perforada arqueada― ¿Al encargado? ¿Qué tal al dueño del lugar?
―Si sigues metiendo tu hocico en este asunto, así será.
Para mi sorpresa, la bartender abrió la boca y soltó una carcajada que provocó un hormigueo por toda mi columna vertebral.
―Prefiero que me digas perra de frente―Respondió dejando una botella de vodka en la barra antes de guiñar un ojo en mi dirección.
Uno de sus hermosos y brillantes ojos azules, los cuales estaban maquillados de negro, haciéndoles lucir de un azul eléctrico.
―Bien, eso es todo. Quiero al condenado gerente en este mismo momento―Exigió la mujer a mi lado.
Reí por lo bajo cuando la bartender abrió los brazos hacia sus lados y miró desafiante a mi compañera.
―Soy la condenada gerente, la encargada y la dueña de este lugar, nena―Respondió la mujer dejando a Marlene pasmada en su taburete―. Así que si no quieres terminar de perder lo que te queda de dignidad cuando llame a seguridad, lárgate ya mismo por tu propia cuenta.
Mi mirada se dirigió de una mujer a la otra. Ellas siguieron desafiándose en un tenso silencio mientras yo terminaba mi bebida.
De pronto, cuando me decidí a pedir otro vodka, Marlene me sorprendió levantándose y yéndose sin dirigir ni una sola vez la mirada en mi dirección.
Miré boquiabierto a la maravillosa mujer que tenía ante mí con una mezcla de orgullo y deseo.
―Bueno, ¿Hay alguna posibilidad de que pueda contratarte como guardaespaldas? ―Pregunté inclinándome sobre la barra, toda mi atención puesta en ella― ¿Podrías decirme al menos tu nombre para agradecerte?
Ella me miró un momento con la ceja arqueada antes de volver a reírse e inclinarse hacia adelante para rellenar mi vaso.
― ¿Solo dices esas tonterías y las mujeres caen en tus brazos? ―Preguntó aun inclinada hacia adelante, apenas unos centímetros nos separaban―Aunque no vi que Helena se creyera tus encantos.
― ¿Quién? ―Pregunté sin interés, toda mi atención dirigida al rostro de ella, notando cada detalle en él.
―La mujer que abordaste unos minutos atrás―Respondió sonriéndome con descaro―. Creo que corriste un poco cuando viste a Chris acercándose.
―Solo le pregunté si quería bailar―Me encogí de hombros como si nada―. ¿Cuantos piercings tienes?
― ¿Qué tal si te los muestro y tú mismo los vas enumerando? ―Respondió ella haciendo que yo soltara el aire de golpe cuando se dirigió hacia la salida de la barra.
―Hermosa, me leíste el pensamiento―Me levanté como un resorte y seguí su dirección donde al fin pude tenerla ante mí por completo.
Y oh, sí. Me gustaba mucho lo que veía. Si bien era delgada para mi gusto y el vestido negro que llevaba dejaba entrever poco pecho, las caderas de la mujer daban a entender que contaba con una buena retaguardia.
Su aspecto era un poco gótico con tanto negro a su alrededor, pero su personalidad tan colorida contrastaba drásticamente.
―Soy Eva―Dijo contra mi oído cuando se apoyó en mi pecho para no gritar, su aliento cosquilleando en mi piel.
―Y yo Louis―Respondí yo de igual forma pasando mi índice desde su hombro desnudo hasta su muñeca―. ¿Hay algún lugar en donde podamos hablar sin que la música nos obligue a gritar?
― ¿Hablar? ―Dijo burlona volviendo a arquear aquella ceja perforada―Creí que querías que te enseñara mis piercings.
Sin darme tiempo a contestar, me tomó de la mano y nos guio hacia unas escaleras al final del bar y justo cuando creía que subiríamos, abrió una puerta oculta al comienzo de las escaleras y nos metió en una oficina, cosa que supe que era cuando encendió las luces y vi un gran escritorio de caoba predominando el espacio, apenas cerró la puerta, la música dejó de existir, dejándonos aislados de lo que ocurría en el exterior.
Enfoqué toda mi atención en aquella mujer cuando se giró hacia mí en aquellos tacones rojo brillante que le daban la misma altura que la mía y me sonrió antes de señalar su ceja derecha. ―Uno―Murmuró antes de echarse el cabello negro hacia atrás y enseñarme sus orejas―. Tengo cuatro en cada oreja, entonces serían nueve, ―Llevó su índice a su nariz y me sorprendió cuando de repente apareció un objeto de entre sus fosas nasales―Diez. ― ¿Qué demonios acaba de ocurrir? ―Dije confundido― ¿También eres maga? ―Es un septum. ―Respondió divertida antes de rodearme el cuello con sus brazos y pegar su boca a la mía. Abrí mis labios con una mezcla de asombro y deseo, agarrándome con fuerza de sus caderas cuando su lengua tocó la mía, produciéndome un escalofrío en todo el cuerpo. No era un gran fan de besar, es más, podía pasar de ello fácilmente durante el acto sexual, siquiera podía recordar la última vez que lo había hecho, ¿Pero aquello? Lo que sentí
―Para preservar bien un alimento, debemos entender las variantes que existen para cada tipo de producto, es decir, la carne no se conservará igual que una fruta o un vegetal en el refrigerador y de igual manera se utilizaría una técnica distinta al pescado u otra carne blanca, manteniendo cada alimento propiamente envasado y separados uno del otro para prevenir la contaminación. Observé a la clase tomando notas mientras yo desarrollaba la clase de hoy. ― ¿Alguien podría nombrar una técnica de conservación de alimentos? ―Pregunté notando como las veinte cabezas ante mí se alzaban como un resorte y me miraban con miedo. Sip, tendía a causar ese efecto cuando impartía mis clases, por algo mi escuela de cocina era una de las más respetadas en el estado. ElGordon Ramsayde la escuela culinaria. ―Vamos, chicos, no es un tema difícil. Todos los días empleados al menos una técnica en casa... ¿James? ―Fijé la mirada en el estudiante
―Esta sería la última―Dijo Mickey dejando la caja a mi lado. ―Gracias―Murmuré sin dejar de ver a mi alrededor sintiéndome fuera de lugar. ―Vi que no te trajiste la guitarra. ―No creo que los chicos apreciarían la idea de mí tocándola a las tres de la madrugada. ―Ahora podrás tocar temprano, tendrás más tiempo libre... Le eché una rápida repasada a la pila de cajas que descansaban de lo más inocente a mi izquierda. Realmente no eran muchas, más que nada era ropa, zapatos y maquillaje, pero m****a, lo que significaba que mis pertenencias se encontraran ahí empaquetadas me producía una gran ansiedad. ― ¿Estás segura de que quieres hacer esto? ―Cuestionó Mick detrás de mí con sus manos en mis hombros―Nadie te culparía si lo dejaras todo como está. ―Yo sí lo haría. Me alejé con un suspiro y le di una última mirada al apartamento antes de dirigirme al ascensor. ―Mark no bromeaba al decir que el lugar estaba amueblado,
Los tres observamos en silencio como Eva se alejaba apresurada con Mickey hasta desaparecer por las puertas divisorias y luego volvimos a vernos unos a los otros sin saber cómo proceder. ―Hmm, bien, ¿Qué acaba de ocurrir? ―Cuestionó el hombre que acaba de llegar. ―La señorita Brooks y yo estábamos hablando del caso cuando su prometido llegó de imprevisto―Comenzó a decir el renacuajo que momentos atrás había tomado la mano de Eva con la suya. Dicha mano ahora temblaba visiblemente gracias a que su dueño no apartaba la vista de mí. ―Mi cliente y su...prometido―Comenzó a decir el otro tipo mirándome por un segundo antes de seguir hablando con el otro―. No hace mucho que decidieron cambiar el estatus de su relación. Observé al hombre en cuestión sintiéndome un poco inestable ante lo que veía. Era el mismo que había abrazado y besado a Eva el día que ella había terminado conmigo y oh sí, me sentía completamente seguro de mi h
En mis muy bien vividos 36 años, jamás había tenido un ataque de celos. J.A.M.Á.S ¿Había sido receptor de ataques de celos? Uf, claro que sí. Hasta podía aceptar que no solo recibí celos de mujeres con las que salía, más de una me había regalado un bonito y doloroso puñetazo en la nariz, había recibido al menos una docena de cachetadas y creo que mi cabeza fue el receptor de más de un tacón. ¿Y cuando al fin me intereso lo suficiente en una mujer como para darle celos? Era ignorado. Total, y completamente ignorado por ella. Me había paseado cada vez que podía con cada mujer que se me insinuaba delante de sus narices, y aunque podía notar ciertos cambios en sus facciones, no conseguía la reacción que quería de ella. Ah, pero eso no era todo, no. Lo peor de todo es que apenas vi a dicha mujer siendo tocada por un insignificante hombre... ¡Bum! Ataque de celos a la vista. ¿Y a qué me había llevado mi primer ataque
―Buenos días, señorita, ¿Cómo amanece? ―Muy temprano para mi gusto―Le contesté al portero con una sonrisa fingida al meter mis manos en la chaqueta de cuero negro que cargaba. El pobre hombre solo estaba siendo amable conmigo, él no tenía la culpa de que mi prometido me exigiera anoche antes de irse, que le esperara en el portal del edificio a las nueve de la mañana para entregarme los documentos que Matt nos había exigido. Te fijaste que me referí a él como prometido, ¿Cierto? Así me había exigido Louis que me refiriera hacia él; al menos hasta que nos casáramos. Entonces sería esposo. ¿Lo más extraño de todo? Él parecía tranquilo con todo aquello, ¿Yo? No tanto. Siempre había apreciado mi libertad, el no tener que dar explicaciones de nada a nadie y hacer lo que me viniera en ganas era algo que amaba, ¿Ahora? Tendría que vivir con un completo extraño para conseguir la potestad de mis dos ahijados. Si, Louis era un com
―Tú puedes hacer esto―Le dije a mi reflejo―Eres fuerte, decidida y volverás a ser independiente tal vez no en unos meses, pero si en unos años. Terminé de colocarme los zarcillos de oro en forma de gotas y me decidí a quitarme las otras perforaciones de mis orejas. Igual no se verían porque el cabello suelto les estaría tapando. Me coloqué el septum con diamantes falsos que lucían reales y que solo usaba en ocasiones especiales y di un paso atrás para verme de arriba abajo una última vez. Me veía... como una novia para nada decidida a serlo y el sutil maquillaje por el que me había decantado ayudaba a acentuar el pánico en mis ojos. ¿Del resto? Me veía de infarto. Para ser algo pasajero, Louis se había tomado el tema de la boda muy en serio; me había llevado de compras a la quinta avenida donde me arrastró de tienda en tienda hasta dar con el vestido que, de acuerdo a él, era perfecto para mí. Dicho vestido era blanco y me lleg
― ¿Y entonces? ¿Como lo harán? ―Nos preguntó Olivia dándole un sorbo a su bebida. ― ¿A qué te refieres? ―Dije yo antes de tragar una gamba. ―A esto del matrimonio falso―Respondió ella con interés― ¿Cada quien estará por su lado? ¿Cuartos separados? ¿Vidas sexuales separadas? ―No será un matrimonio falso―La declaración de Matt calló tanto la respuesta de Louis como la mía. ―Si, ya Louis y yo habíamos llegado a esa conclusión―Respondí con tensión―Debemos lucir como una pareja en público... ―No sólo en público―Me interrumpió bajando la voz―Se supone que se casaron por amor, que la llegada de los niños no influyó en esta decisión. ―Entiendo...―Murmuré no muy segura de realmente hacerlo. ―No, Eva, no lo haces―Insistió él dejando su copa a un lado―Están adoptando, lo que significa que el estado estará sobre ustedes siempre que puedan, quizá envíen investigadores a sus sitios de trabajo y hagan preguntas a sus empleados y amigos... Lo