Debería decir lo que quiere oír Lady Kim: una disculpa por usurpar su soñada posición.Pero no puedo hacer eso, no cuando me ha humillado y enfurecido. En otras circunstancias no defendería mi relación con Gian, sin embargo, no puedo dejar que las mascotas de la Reina jueguen conmigo.—¿Sabes algo?Inquiero acercando los labios a su oído, disfrutando su asustado estremecimiento. Porque, aunque no lo quiera, yo soy una Princesa y, por lo tanto, estoy muy por encima suyo.—No importa que creas que mi matrimonio es falso o forzado, porque la verdad, las sábanas en mis habitaciones dicen todo lo contrario. Tampoco importa tu pasado con Su Excelencia, porqué, ahora es a mí a quién complace, y solo a mí, ¿lo sabías?La siento temblar de ira. Sonrío ampliamente.—Lady Kim, el hombre para el que naciste, la razón por la que fuiste concebida, nunca te perteneció a ti, sino a mí. Él es mío. Y así será siempre.Me alejo lo suficiente para ver el efecto de mis palabras, el cual es favorecedor, su
Jamás me he puesto a contar la cantidad de sirvientes que hay en De Silvanus, pero creo que debería hacerlo para matar el rato, parece ser un buen ejercicio. Una fila de chicas vestidas con suaves uniformes color pastel entran al comedor en una muy coordinada fila, todas se ven iguales, sus peinados y estatura son iguales, además, todas traen una bandeja en la palma derecha. La primera de la fila hace una complicada reverencia y tiende la bandeja sin llegar a depositarla en la mesa. —No estoy muy segura… —la Reina mira el plato y hace una mueca—. No, mejor no. El siguiente. La primera chica se va con todo y bandeja, y rápidamente la joven detrás se apresura a repetir el mismo procedimiento. La Reina mira lo que parece ser un simple plato de fruta bañada en alguna especie de salsa roja, acerca la nariz con delicadeza y huele el contenido. —Mejor. Por favor, sírvele a la Princesa. Que bien, hace media hora que bajé a desayunar y hasta ahora no he probado bocado. Sin embargo, la chica
En cuanto estoy lo suficientemente lejos de comedor y la Reina, me detengo y suelto una amarga exhalación. Todo está cambiando demasiado rapido. Me he casado, y la princesa a la que serví por años... está desapareciendo vertiginosamente aprisa... Mejor dicho, está siendo desplazada cada vez más y más por mí. ¿Cómo puedo ocupar su lugar y no sentirme mal? ¿Cómo puedo saber sí está bien, cuando estoy suplantando parte de su vida? En De Silvanus, Emma Creel vivía para el pueblo y para nadie más, no salía jamás del palacio, excepto para asistir a eventos de caridad y aburridas reuniones de nobles en Laured. Su imagen ante el mundo es de una joven inocente y alegre, pero por dentro siempre se sintió sola. Convivía con sus doncellas y cocinaba para nosotras como si fuésemos su familia... Pero era únicamente porque se sentía sumamente sola. —Pero ahora ya no es así —me recuerdo viendo desde una de las ventanas más altas sus preciados jardines de rosas—. Todos dices que ahora ella es feliz
Después de mucho pensarlo, está claro lo qué debemos hacer para resolver el asunto de transporte que me llevará hasta la frontera entre Laured y Celin: debo convencer a Jade para que me lleve en su coche, mejor dicho, en el coche particular del Rey. Gracias a los dioses Fanny logró convencer al resto de mis doncellas para que me cubran durante un día, no sé cómo lo hizo, pero estoy muy agradecida con ella. Ahora el único problema es cómo carajos voy a convencer a Jade para que me apoye en mi estupidez. —Antes de volver a De Silvanus, él y yo discutimos. Fue el día que Gian regresó de su excursión, ambos estábamos muy borrachos y dijimos cosas que no debíamos. —Ve a buscarlo y arréglalo, recuerda que debes ver a esa mujer —me dice mi Primera doncella—. Veena, sólo él puede llevarte, tú no puedes tomar uno de los autos, todos se darían cuenta y no llegarías ni a las afueras del palacio. Recuerda, sólo podemos confiar en él, otros chóferes no dudarían en acusarte con la Reina de in
No ha sido difícil, me digo viéndolo irse. Espero que Julieta Visconti me diga lo que yo quiero escuchar. Gian ha demostrado no ser el hombre despreciable que siempre creí, pero si todo resulta ser nada menos que una falsa personalidad suya para manipularme, será un duro golpe no sólo para mí, también para su hermana. —No creí que irías en serio —dice de pronto una acaramelada voz femenina. Al identificar la fuente de esas palabras, mi corazón se detiene en seco, y después retrocedo un par de pasos. La veo. Está de pie con los brazos cruzados bajo una camelina de rosas rojas, semioculta en las sombras propias del alba. Julissa es hermosa y sabe sacarle provecho a su aspecto; la prenda que usa se ciñe a su figura como un guante, resaltando sus muy bien proporcionadas curvas y voluptuosidad. Cómo siempre, viste un profesional vestido verde botella de largas mangas acampanadas y cuello en V, junto con unas medias negras a juego. Mi aspecto es todo lo contrario al suyo. —A Gian s
—Conoces a tu esposo, sabes que tiene un carácter terrible. Los ojos de Julissa relucen como gemas, está disfrutando esto más de lo que debería. Y ya sé lo que vendrá a continuación. —Se llenó de rabia, después de todo lo que él había hecho por Julieta, ella terminó traicionando su confianza de la peor manera posible. Cierro los ojos y me trago lo que me provoca escuchar esto, al mismo tiempo, me siento apenada y avergonzada a partes iguales; apenada porque estoy escuchando algo que no debería, y avergonzada por haber creído que todo empezaba y concluía en un romance juvenil. —Todos los que estuvieron ese día en Cianí aseguran que el príncipe perdió la cabeza, que enloqueció de ira y rabia. A gritos echó a la calle a los empleados y chicos nobles, mientras tanto, a sus pies, una pobre Julieta se deshacía en disculpas entre llantos descontrolados y sollozos. Muy en el fondo de mi pecho, noto como algo comienza a fragmentarse, a cambiar. No sabía que conocer la verdad sería tan dolo
Desde que nos conocemos, Gian siempre ha jugado conmigo e intentado meterse entre mis piernas, pero jamás creí que me haría su esposa solamente para sustituir al gran amor de su vida. ¿Todo lo que ha hecho conmigo hasta ahora no me pertenece? ¿Cada contacto entre nosotros va dirigido a Julieta Visconti? Me siento usada y estúpida, y todo por haberme enamorado de él tontamente. Fui tan ingenua, una tonta que se dejó engañar por las atenciones de esposo, pero, ¿cuántas mujeres no confiamos en nuestros maridos, aunque sea un poco? Escucho la puerta de mi habitación abrirse lentamente, inhalo despacio y parte de mi tensión muscular se desvanece. No me levanto ni volteo el rostro, espero pacientemente a que él tome la iniciativa. Lo siento aproximarse. Noto cuando se inclina sobre mi hombro. Siento el roce de sus labios en mi mejilla y sus manos raptando hasta mis senos. Los masajea con delicadeza al tiempo que me besa la comisura de la boca. —He vuelto —murmura sin dejar de tocarme—,
—Mi segunda petición es más compleja que la anterior —dice plantando un beso en mi hombro. Estoy exhausta, aún me tiemblan las piernas y me siento algo aturdida. —Creí que acostarte conmigo era todo lo que querías —respondo sin abrir los ojos. Lo escucho reír. —No, no es todo. Sus brazos envuelven mi cintura y me estrechan en un fuerte abrazo. Siento su miembro entre las nalgas y su pecho desnudo contra la espalda, es una sensación muy hogareña. —Veena, quiero que hoy duermas conmigo. —Acabamos de tener sexo… —No me refiero al sexo—me interrumpe—. Quiero que duermas esta noche en la misma cama que yo. Abarca uno de mis pechos con la palma y comienza a estrujarlo, provocando que me retuerza y deje salir un gemido. —Aunque, también quisiera follar de nuevo. ¿Por qué? ¿Por qué de pronto eres dulce y atento? ¿Por qué no me muestras tu verdadera cara, Gian Creel? ¿Por qué me obligas a vivir con tu falsedad y carácter hipócrita? Odio a Gian más de lo que creí, lo odio por