Después de mucho pensarlo, está claro lo qué debemos hacer para resolver el asunto de transporte que me llevará hasta la frontera entre Laured y Celin: debo convencer a Jade para que me lleve en su coche, mejor dicho, en el coche particular del Rey. Gracias a los dioses Fanny logró convencer al resto de mis doncellas para que me cubran durante un día, no sé cómo lo hizo, pero estoy muy agradecida con ella. Ahora el único problema es cómo carajos voy a convencer a Jade para que me apoye en mi estupidez. —Antes de volver a De Silvanus, él y yo discutimos. Fue el día que Gian regresó de su excursión, ambos estábamos muy borrachos y dijimos cosas que no debíamos. —Ve a buscarlo y arréglalo, recuerda que debes ver a esa mujer —me dice mi Primera doncella—. Veena, sólo él puede llevarte, tú no puedes tomar uno de los autos, todos se darían cuenta y no llegarías ni a las afueras del palacio. Recuerda, sólo podemos confiar en él, otros chóferes no dudarían en acusarte con la Reina de in
No ha sido difícil, me digo viéndolo irse. Espero que Julieta Visconti me diga lo que yo quiero escuchar. Gian ha demostrado no ser el hombre despreciable que siempre creí, pero si todo resulta ser nada menos que una falsa personalidad suya para manipularme, será un duro golpe no sólo para mí, también para su hermana. —No creí que irías en serio —dice de pronto una acaramelada voz femenina. Al identificar la fuente de esas palabras, mi corazón se detiene en seco, y después retrocedo un par de pasos. La veo. Está de pie con los brazos cruzados bajo una camelina de rosas rojas, semioculta en las sombras propias del alba. Julissa es hermosa y sabe sacarle provecho a su aspecto; la prenda que usa se ciñe a su figura como un guante, resaltando sus muy bien proporcionadas curvas y voluptuosidad. Cómo siempre, viste un profesional vestido verde botella de largas mangas acampanadas y cuello en V, junto con unas medias negras a juego. Mi aspecto es todo lo contrario al suyo. —A Gian s
—Conoces a tu esposo, sabes que tiene un carácter terrible. Los ojos de Julissa relucen como gemas, está disfrutando esto más de lo que debería. Y ya sé lo que vendrá a continuación. —Se llenó de rabia, después de todo lo que él había hecho por Julieta, ella terminó traicionando su confianza de la peor manera posible. Cierro los ojos y me trago lo que me provoca escuchar esto, al mismo tiempo, me siento apenada y avergonzada a partes iguales; apenada porque estoy escuchando algo que no debería, y avergonzada por haber creído que todo empezaba y concluía en un romance juvenil. —Todos los que estuvieron ese día en Cianí aseguran que el príncipe perdió la cabeza, que enloqueció de ira y rabia. A gritos echó a la calle a los empleados y chicos nobles, mientras tanto, a sus pies, una pobre Julieta se deshacía en disculpas entre llantos descontrolados y sollozos. Muy en el fondo de mi pecho, noto como algo comienza a fragmentarse, a cambiar. No sabía que conocer la verdad sería tan dolo
Desde que nos conocemos, Gian siempre ha jugado conmigo e intentado meterse entre mis piernas, pero jamás creí que me haría su esposa solamente para sustituir al gran amor de su vida. ¿Todo lo que ha hecho conmigo hasta ahora no me pertenece? ¿Cada contacto entre nosotros va dirigido a Julieta Visconti? Me siento usada y estúpida, y todo por haberme enamorado de él tontamente. Fui tan ingenua, una tonta que se dejó engañar por las atenciones de esposo, pero, ¿cuántas mujeres no confiamos en nuestros maridos, aunque sea un poco? Escucho la puerta de mi habitación abrirse lentamente, inhalo despacio y parte de mi tensión muscular se desvanece. No me levanto ni volteo el rostro, espero pacientemente a que él tome la iniciativa. Lo siento aproximarse. Noto cuando se inclina sobre mi hombro. Siento el roce de sus labios en mi mejilla y sus manos raptando hasta mis senos. Los masajea con delicadeza al tiempo que me besa la comisura de la boca. —He vuelto —murmura sin dejar de tocarme—,
—Mi segunda petición es más compleja que la anterior —dice plantando un beso en mi hombro. Estoy exhausta, aún me tiemblan las piernas y me siento algo aturdida. —Creí que acostarte conmigo era todo lo que querías —respondo sin abrir los ojos. Lo escucho reír. —No, no es todo. Sus brazos envuelven mi cintura y me estrechan en un fuerte abrazo. Siento su miembro entre las nalgas y su pecho desnudo contra la espalda, es una sensación muy hogareña. —Veena, quiero que hoy duermas conmigo. —Acabamos de tener sexo… —No me refiero al sexo—me interrumpe—. Quiero que duermas esta noche en la misma cama que yo. Abarca uno de mis pechos con la palma y comienza a estrujarlo, provocando que me retuerza y deje salir un gemido. —Aunque, también quisiera follar de nuevo. ¿Por qué? ¿Por qué de pronto eres dulce y atento? ¿Por qué no me muestras tu verdadera cara, Gian Creel? ¿Por qué me obligas a vivir con tu falsedad y carácter hipócrita? Odio a Gian más de lo que creí, lo odio por
—Veena. Me agito un poco, pero no abro los ojos. Estoy demasiado cómoda para despertar, quiero quedarme en el calor de mi cama y dormir todo el día. —Despierta —vuelve a susurrar en mi oído—. Vamos, Veena, despierta. Me doy la vuelta y tanteo la cama en busca de mi almohada favorita, sin embargo, mis dedos acarician algo suave y cálido, retiro la mano enseguida y arrugo la frente, un tanto confusa. Una suave risa varonil estalla justo a mi lado. —¿Acostumbras manosear sin siquiera avisar? —inquiere y yo abro los ojos de golpe. Gian está acostado junto a mí, de hecho, me tiene abrazada de la cintura y nuestras piernas están enredadas con las sábanas. No hace falta que baje la vista para saber que estamos desnudos, puedo sentir cada parte de él en contacto con cada parte mía. Cierro los ojos de nuevo, recordando lo sucedido anoche, incluida la parte donde yo le ruego hacerme el amor. He hecho a un lado mi orgullo y aceptado que me gusta, pero, ¿por qué demonios le pedí algo
Puede que Gian sea un hombre terrible en cuanto a carácter, pero él no decidió convertirse en un tirano, y eso lo entiendo, culparlo por quien es ahora, sería muy cruel de mi parte. Me he equivocado todos estos años al juzgarlo y culparlo de todo; no abandonó a Emma luego del atentado, y su odio por el futuro que le espera como rey no es la típica caprichosa rebeldía de un noble. —¿Me tocas porque te inspiro lástima? —murmura tomándome de las muñecas para deshacerse de mi abrazo, no se lo permito, me aferro a él con más fuerza. Estoy consciente de mi desnudes, de que en cualquier momento puede entrar Fanny y las doncellas, pero también sé que Gian me necesita y que no puedo dejarlo marchar sin decirle nada. Por ahora estamos juntos y puedo dejar de lado su pasado un rato, aunque sea un momento quiero ser Veena Creel, esposa de Gian Creel. —No. Gian, me conoces, sabes que yo jamás consolaría a nadie por lástima. —Entonces, ¿por qué lo haces? —Porque quiero — respondo alzándome
Abandonamos nuestras habitaciones y bajamos hasta el comedor; estoy lista para encontrarme con cualquier noble y enfrentar su falsa amabilidad, incluso estoy preparada para ver a la Duquesa de Ventura y enfrentar sus fastidiosas conversaciones respecto a su hijo y la princesa Emma. No obstante, cuando los criados comienzan a abrirnos las puertas que dan al amplio y majestuoso comedor de De Silvanus, yo empiezo a sentirme impaciente y nerviosa, tan ansiosa que sin querer le clavo a Gian las uñas en el brazo. Y cuando finalmente las puertas se abren por completo, mi corazón se detiene un segundo y mis ojos se humedecen, sin querer un lastimoso gimoteo escapa de mis labios. Me he quedado pasmada, apenas puedo respirar, no siento las piernas, solamente puedo ver a las personas de pie frente a nosotros. —Me dijiste que te sentías sola, ¿recuerdas? —susurra Gian y yo rompo a llorar. Son mi familia, mis tres hermanos pequeños, mis dos hermanas y mis padres. No lo pienso, suelto su brazo