Es imperdonable lo que la vida le está haciendo. Así, de repente, sin esperar, como si quisiera verla muerta por la impresión y por toda la recopilación de verdades lanzadas de repente y sin espera. Sus manos dejan las manos de Julieta para dar un vistazo contundente hacia el hombre que ha llegado con Martin.—¿Usted…? —comienza Clara. Su expresión se ha relajado un poco pero sus lágrimas y su rostro rojo es sinónimo de desesperación—, ¿Es el abogado de mi abuelo?—Fui el abogado de su abuelo, señora, antes de morir —el abogado trae también un maletín marrón debajo de su brazo—, y fui contratado por una familia llamada los Furnsby.El mismo apellido que su tía mencionó. Clara tiene una mano en su pecho y otra la pasa por su cabello negro.—Podemos dejarlo para otro día —comienza el abogado.—No —interrumpe Clara—, usted me dirá ahora mismo la verdad y cómo puedo recuperar el apellido por completo y encerrar a la gente que le robó a mi abuelo. No espere más tiempo.Julieta coloca la ma
Tiene suficiente con lo de sus hijos para echarme encima una tonelada de mentiras, corrupción y asesinatos. Clara se aleja lo tanto que puede de la oficina sin prestar atención a quien ha salido también y disparado hacia ella.Quiere de una vez por todas acabar con esto. Llevarse a sus hijos, mantener a sus hijos a salvo y olvidar que todo esto sucedió.La realidad la golpea directo en el rostro: no tiene a sus hijos, no es una buena madre porque no mantuvo a sus hijos a salvo y nada de lo que ha sucedido en su vida lo olvidará tan fácil. Está en un pasillo solitario y aprovecha el momento a solas con sí misma para sollozar en silencio. Pone las manos en las rodillas y deja caer la cabeza. Las primeras lágrimas dejan el rastro de un sufrimiento que no lleva en sus hombros, sino dentro de su corazón.Su cuerpo está destrozado por el constante martirio en el que vive. En la niñez, en la adolescencia y ahora en el sueño de ser madre de sus pequeños. Trata, lo intenta, trata de ser lo
Los segundos son igual que una bomba, a punto de explotar. El vuelo no es lo que esperaba pero lo único que puede hacer ahora Clara es esperar, aunque quisiera ser ella misma quien volara éste helicóptero. Ya es noticia nacional lo que ocurre con sus hijos que a su vez son hijos del hombre que ha dejado todo atrás para ser él mismo el jefe de operación en la búsqueda de sus pequeños.Hay mucho que procesar ahora y Clara se mantiene calmada porque si piensa en la desgracia será difícil calcular y pensar en todas las posibilidades, buenas y malas, de esto. Pero Dios la perdone no saldrá viva de esto si pasa otro día lejos de los mellizos. Observa tras la ventana un cielo azul que en otro momento admiraría, junto con los niños, en una playa o en un día de verano donde Naia y Liam continuamente estarían riendo, admirándolos desde su posición.Cierra los ojos. Suelta un suspiro.Si tiene un segundo, aunque una milésima, pediría al cielo que le quitara esta pesadilla de encima.La oraci
¿Herida de gravedad? Había muchas cosas que Ronalda debía decírsele pero…pero esto no se lo esperaba. Su rostro se inunda en pánico al imaginarse a Ronalda en un estado delicado, y el corazón late con más fuerzas.—No…—pronuncia Clara—, Ronalda no puede…Ryan le hace un gesto a Arthur para que se retire. En menos de un segundo Ryan la vuelve a sentar buscando su mirada.—Cielo —Ryan le coloca sus mechones largos y negros detrás de las orejas—, Clara.—Tengo que verla, Ryan —Clara toma sus dos manos también—, Ronalda, ella —en la garganta se atoran las palabras y respira para poder decirlo—, ella fue quién me ayudó a traer al mundo a nuestros hijos.Ryan al principio parece ligeramente pensativo pero Clara vuelve a hablar.—Y fue la única que sabía lo de Naia. Me…me lo ocultó —lo peor de todo era que ni siquiera había recibido una buena explicación de Ronalda—, ese día que di a luz fue el mismo día que fuiste electo presidente. Y yo vivía en un apartamento en un barrio de la ciudad y
Clara aguanta la respiración cuando oye al soldado. Y se gira hacia Ryan.Ryan también voltea a mirarla.Ambos vuelven a intercambiar sus pensamientos sin decir una palabra, y Clara se gira a ver el hospital.—Ordenaré que la lleven a la ciudad —Ryan lee sus pensamientos—, ¿Por qué no te quedas aquí…?—No puedo —Clara solloza. Aparta la mirada del hospital para buscar los ojos de Ryan—, tengo que ir por mis hijos. Pero —ya no le quedan lágrimas que dar, o sentir. Se siente tan vacía ahora y lo que le devolverá a la vida será ver a sus hijos—, por favor, que la lleven de vuelta, yo necesito —todavía no lo puede creer y tampoco cree que podrá mencionar algo.—Lo haré —Ryan entiende a la perfección lo que ahora está sintiendo Clara—, haré todo lo que me pides.—Mis hijos —Clara se quita con las dos manos las lágrimas de sus mejillas. Se gira hacia el soldado—, vamos. No habrá nadie que le diga a Clara que no vaya tras sus hijos y aunque Ryan quiere decirle que la mejor idea es donde l
La sangre sale de la boca de Virginia como cascada una vez trata de levantarse apoyada en sus antebrazos.Clara la agarra del pelo para alzarle el rostro.—No sabes lo tan gustosa que me hará destruirte —Clara también tiene el labio partido y lleno de sangre, y su rostro tiene ligeras manchas de sangre causadas por los trozos de vidrio. Aún así, prosigue aumentando la presión de su agarre—, pero no voy a matarte —Clara se acerca a su rostro—, vivirás con la lástima de saber que si vives ahora por mí es gracia a que yo te estoy dejando vivir. Y lo harás no en una cárcel, sino en un maldito manicomio.—¿Y piensas que voy a dejar que tengas a Naia como tu hija? Si no me matas tú te mato yo —Virginia vuelve a escupir el fluido rojo hacia el suelo—, y no querrás saber de lo que soy capaz.—Ya sé lo que eres capaz de hacer. Eres tú quien no me conoce a mí —y Clara azota su rostro a la mesa con fuerza. Cuando le vuelve a subir la cara la nariz de Virginia tiene un torrente de sangre—, no me q
De una vez el mundo se detiene. No hay un peor debarajuste que éste, donde por un pequeño instante siente que lo pierde todo, como creyó infinitas veces en el pasado, o es que quizás está dentro de un mundo donde no puede permitirse ver con claridad. No cuando Virginia tiene sólo un deseo y es hacerla miserable otra vez.El sonido del helicoptero comienza a escucharse porque aparte de Virginia y Frederick, hay alguien más que vuela el transporte. Pero eso no le interesa. Apenas con la luz de sus ojos siendo eclipsada por los rayos del sol Clara mantiene la vista, angustiada, sobre sus hijos.Da un paso hacia ellos otra vez.—¡No te muevas! —de pronto Virginia escupe casi con vigor, dandole a entender que si se llega a mover un centímetro más pagará las consecuencias—, no te atrevas a moverte. ¡Y tú tampoco, Ryan! —conforme lo dice va alejándose hacia atrás sin prestarle atención a las quejas que hacen tanto Liam como Naia al momento de divisar a sus padres—, dile que bajen sus armas
Ya no es la única que se desangra en medio de todo este caos, la que no tiene esperanza o escapatoria, la que no puede respirar debido al miedo, al terror. Ya no es ella.Si se sigue desangrando debido a la bala en su pierna perderá las fuerzas y se debilitará, pero aún así sigue estando de pie frente a frente a la mujer que se lleva la mano hacia su brazo y ahoga un grito de dolor cayendo al suelo y por ende, soltando el arma.El movimiento repentino de Clara alzó las armas de los soldados hacia Virginia. Sin embargo, la sóla idea de tener a Virginia de ésta manera pone a su mente a maquinar toda la venganza por la que vivió meses atrás, sumergida en un odio que nada en el mundo cambiaría.Hasta que llegó Ryan: hasta que volvió a ver a su niña. Vuelve a recargar el arma, herida. Herida dentro de su alma. Y la apunta.Virginia aprieta el sangrado de su herida arrastrándose lejos de Clara, quien sigue apuntandole. Y cuando oye que vuelve a recargar el arma, tan sólo se echa a reír.—P