POV. Maite. Me quedé inmóvil en medio de la calle, con el frío, calándome hasta los huesos y los tacones que llevaba puesto parecían enterrarse en el asfalto. Aris, el muy desgraciado, se había ido. Me había dejado tirada sin el más mínimo remordimiento.—¿Qué podía esperar de un tipo como él?—murmuré quejumbrosa, odiando la sola idea de haber accedido a hablar con él.Mis manos temblaron al cerrarse en puños. Apreté los dientes con rabia. No sabía cómo había logrado interpretar mi mejor papel ante él, cuando en realidad, por dentro, me sentía destrozada. Mi impacto fue brutal cuando comprendí que ese hombre no solo exigía con sus palabras, sino que reclamaba y destruía con sus miradas. Aris no era solo un hombre; era un demonio hecho carne, envuelto en oscuridad y malicia.Y mis hijos… ¿Cómo podían mis pequeños, mis tiernos y dulces niños, ser sangre de su sangre?El miedo se enroscó en mi pecho, apretándome con una angustia sofocante. Más que Marina, más que Vittorio, me aterra
Narrador omnisciente.El encuentro con Maite había dejado a Aris con un amargo sabor a derrota. Sentía que su orgullo había sido pisoteado de la peor manera, y para ahogar su rabia, buscó refugio en el alcohol junto a Nikos. Bebieron hasta la madrugada, hasta que su ira se volvió un murmullo en su mente embotada y su cuerpo exigió descanso.Cuando finalmente llegó a su casa, arrastrando los pies con una pesadez que no solo era física, empujó la puerta de su alcoba y se encontró con una imagen que en otro momento le habría arrancado una sonrisa satisfecha. Marina yacía sobre su cama, apenas cubierta por la esquina de la sábana de algodón egipcio. No llevaba lencería delicada ni ninguna prenda de encaje insinuante. Si no que estaba desnuda, con la misma desfachatez con la que enfrentaba la vida. Así era ella: rústica, directa, sin rodeos.—¡Qué fastidio!Aris soltó un bufido exasperado. No estaba de humor para los juegos de Marina. Lo único que quería era hundirse en el colchón y dej
POV. Maite.Javier asintió con un deje de preocupación en su mirada.—Sí, mucho. En el mercado italiano no hay tantas oportunidades como en el estadounidense. Me parece raro que este nuevo jefe haya decidido encabezar una sucursal aquí… y tan repentinamente.Suspiré, sintiendo que todo esto era un mal presentimiento disfrazado de casualidad.—Te dije que quería renunciar a trabajar en agencias —bufé—. Si no fuera por ti, ya estaría trabajando por mi cuenta.Él sonrió con esa seguridad que siempre intentaba transmitirme.—Vamos, esperemos que este nuevo dueño no te convierta en una actriz de anuncios - bromeó.—Con mi suerte tan desdichada, te aseguro que terminaré promocionando champú anticaspa.Javier soltó una carcajada.—No lo dije en serio. Estoy seguro de que cuando él te vea, no querrá desperdiciar un talento como el tuyo en anuncios. Vamos a comprarte el vestido más hermoso de todos para que deslumbres esa noche. Ese jefe debe ver que mereces convertirte en la más brillante de
POV. Aris.Sentado frente a esta mesa abarrotada de platillos exquisitos, me obligué a sonreír. La comida debía ser un festín, un agasajo para celebrar algo que esperaban con ansias Marina y Vittorio. Pero cada aroma, y cada delicado adorno sobre el mantel, me revolvía el estómago. Todo era un espectáculo asfixiante, una farsa tan bien montada que casi podía olvidar el motivo por el cual estaba ahí, sentado frente al hombre que más odiaba en este mundo.Apreté los puños bajo la mesa, sintiendo cómo mis uñas se clavaban en mis palmas. Tenía que soportarlo. «Solo unos días más», me repetía en silencio, como un mantra desesperado. Pero cada vez que levantaba la vista y veía la sonrisa de Vittorio, esa sonrisa cínica y prepotente, recordaba el cuerpo inerte de mi padre… esa imagen nunca me abandonaría.—Amor, debes comer de este lomo a la crema, mi madre lo hizo especialmente para ti. La voz dulce de Marina me sacó de mis pensamientos, mientras me agarraba el brazo con una ternura qu
POV. MaiteAl pasar esos días encerrada en esa suite, sentía que mi mente pendía de un hilo, a punto de desmoronarse. La ansiedad me devoraba con cada minuto que pasaba, al punto de que mis uñas se habían convertido en víctimas de mis dientes, destrozadas como si hubieran pasado por las fauces de una piraña. La angustia no venía solo del encierro, sino también del peso asfixiante de la demanda que Leonardo había presentado en mi contra. Ese infeliz estaba utilizando a mis hijos como un medio para forzarme a regresar a su lado, no porque me quisiera, sino porque veía en mí una chequera ambulante. Pero no iba a permitirlo. Rompería cada cadena que me atara a él, sin importar cuánto tiempo o recursos me costara. Tenía que hacerlo, por mis hijos y por mí.Mis pequeños descansaban sus cabecitas sobre mi regazo, con sus miradas fijas en la pantalla, cautivados por las caricaturas que se repetían una y otra vez. La culpa me punzaba el pecho. Ellos no merecían estar prisioneros conmigo,
POV. Maite.Aferrada al brazo de Javier, entré al gran salón del hotel, sintiendo cómo todas las miradas se clavaban en mí. Un cosquilleo incómodo recorrió mi espalda, y un calor insoportable se instaló en mi cuello. ¿Qué debía hacer? ¿Sonreír como una muñeca de porcelana y saludar con una mano alzada, pretendiendo seguridad? ¿O caminar mesa por mesa y presentarme, exponiendo mi vulnerabilidad? La verdad era que me sentía completamente fuera de lugar. ¿Qué hacía yo en esta celebración? Ni siquiera tenía sentido estar aquí... al menos, no para mí.—No te sientas nerviosa, solo sonríe —murmuró Javier, afianzando su agarre—. Recuerda que el miedo está en nuestra mente.—Tienes razón... —murmuré.Pero en cuanto mis ojos se cruzaron con los del viejo Vittorio, sentí una punzada de irritación. A su lado, mi madre mantenía su expresión fría y distante. No esperaba encontrarlos aquí. Mi primer impulso fue retroceder, y escapar. Pero no, no les daría ese poder. Fingí que no los había visto
Narrador omnisciente.—Eres la gemela fracasada que siempre intenta sabotearme. Te esfuerzas tanto en engañar a todos, haciéndoles creer que eres la mejor, pero tu obsesión por destruirme solo demuestra una cosa: le temes a la verdad. Sabes que en el fondo eres una envidiosa e insegura, aterrada de que algún día todos descubran quién eres en realidad. Maite hizo una pausa.—¿Quieres golpearme? Adelante, inténtalo. Aprovecha ahora que tienes a tus dos perras fieles a tu lado. Pero escucha bien, Marina, la próxima vez que nos crucemos no solo barreré el suelo contigo, sino que te haré desear no haber nacido. ¿Crees que te tengo miedo? Ni en tus sueños.Marina la miró con desprecio y una mueca de asco deformó sus facciones. Se acercó a su oído y murmuró: —No voy a ensuciarme las manos con alguien tan inferior como tú.La soltó bruscamente, empujándola contra el lavabo. Maite se tambaleó, buscando apoyo para no caer. Cuando recuperó el equilibrio y alzó la vista, las tres mujeres ya se
POV. Maite.Anoche todo había sido un completo desastre. Marina había logrado fastidiarme, y todavía no podía entender cómo había conseguido echarme ese maldito polvo que me causó una comezón insoportable. Imagino que lo hizo mientras aquellas dos mujeres me sujetaban en el baño, riéndose con malicia mientras yo me retorcía inútilmente. La frustración me consumía al recordar que no pude darle una lección anoche mismo. Y, por si fuera poco, el nuevo dueño de la agencia, el cerebro detrás de todo ese espectáculo, nunca apareció. Tuve que irme a una clínica sin siquiera avisarle a Javier, quien terminó llamándome furioso, acusándome de haberlo dejado solo para lidiar con todo el caos. Me lanzó palabras hirientes, tildándome de irresponsable, y aunque sabía que tenía razón, no podía soportar que también él se pusiera en mi contra.Todo apuntaba a que Vittorio y Marina habían comprado la agencia con un único propósito: arruinarme. No podía haber otra explicación lógica. Eran ellos. Esta