Cap.18. Confesión interrumpida.

Con el alma desgarrada, limpiaba con delicadeza los rasguños en el bracito de mi pequeño Gael.

Cada quejido suyo, cada mueca de dolor en su dulce rostro, era como un puñal ardiente que se clavaba en mi pecho, y mi rabia volvía a encenderse.

—Juro que no dejaré que nadie los lastime —murmuré con voz quebrada, conteniendo las lágrimas con una férrea voluntad. No podía permitirme llorar delante de ellos. Tenía que ser fuerte.

Gianna, con esa inocencia tan pura que me partía el alma, me miró con curiosidad y comentó con una sonrisa traviesa: —Mamá, tú y Gael tienen los brazos rasguñados.

Como si para ella aquello fuera un lazo invisible que nos unía aún más.

Forcé una sonrisa mientras guardaba todo en el botiquín de primeros auxilios. Luego, volví a ella y le tomé su carita regordeta entre mis palmas, acunándola con ternura.

La calidez de su piel, el aroma de ella y de Gael, me envolvían en una paz tan profunda que ninguna otra cosa en el mundo podría darme.

—Mi amor… —susurré, acarici
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