Con el alma desgarrada, limpiaba con delicadeza los rasguños en el bracito de mi pequeño Gael. Cada quejido suyo, cada mueca de dolor en su dulce rostro, era como un puñal ardiente que se clavaba en mi pecho, y mi rabia volvía a encenderse.—Juro que no dejaré que nadie los lastime —murmuré con voz quebrada, conteniendo las lágrimas con una férrea voluntad. No podía permitirme llorar delante de ellos. Tenía que ser fuerte.Gianna, con esa inocencia tan pura que me partía el alma, me miró con curiosidad y comentó con una sonrisa traviesa: —Mamá, tú y Gael tienen los brazos rasguñados.Como si para ella aquello fuera un lazo invisible que nos unía aún más. Forcé una sonrisa mientras guardaba todo en el botiquín de primeros auxilios. Luego, volví a ella y le tomé su carita regordeta entre mis palmas, acunándola con ternura. La calidez de su piel, el aroma de ella y de Gael, me envolvían en una paz tan profunda que ninguna otra cosa en el mundo podría darme.—Mi amor… —susurré, acarici
POV. Maite.—¿Hasta cuándo vas a seguir fingiendo, Maite?El simple sonido de mi nombre en sus labios hizo estremecer cada célula de mi ser.Me giré para verlo. Aris estaba furioso. Su expresión endurecida y la tensión en su mandíbula dejaban claro que seguir fingiendo que no lo conocía ya no era una opción. Tragué en seco, tratando de calmar mis nervios. Debía ser inteligente. Si no quería exponerme más, tenía que manejar esto con cautela.—Maite, ¿quién demonios es este tipo? —preguntó Javier, con un tono que jamás había usado conmigo.Su voz me descolocó por un instante, pero no podía explicarle nada, no ahora.—Javier, necesito hablar con este hombre en privado —respondí, poniéndome de pie con un movimiento casi robótico. Luego, intentando suavizar la situación, añadí—: Prometo invitarte a cenar mañana.Javier apenas reaccionó. Su desconcierto era notable, hasta que pude ver como apretó los puños.—¿Me acompañas? —le pedí a Aris, quien, con los brazos cruzados, mantenía esa cal
POV. ArisEstaba fascinado con su expresión desencajada, con su piel encendida por el sonrojo, con sus labios entreabiertos y con esa respiración agitada que me decían que no era indiferente a mi cercanía. Pero no me engañaba. La mujer frente a mí, con toda su apariencia de vulnerabilidad, era una maestra del engaño. Me dejaba bastante claro que sabía exactamente qué hacer, cómo moverse, y cómo jugar con las emociones ajenas.Reprimí el deseo de besarla, pero no solté su nuca. Al contrario, mis dedos se clavaron en su piel, exigiendo una respuesta. Y ella, con esa testaruda valentía que empezaba a desesperarme tanto como a fascinarme, susurró con firmeza: —Para convertirme en la amante de alguien, debo estar de acuerdo. Y créeme, nunca lo estaría. No me rebajaré al punto de convertirme en la amante del marido de mi hermana.Por la forma en que lo dijo… podía admirar su audacia, pero su descaro me encendió de furia. Me mordí el labio inferior, conteniendo un gruñido. ¿De verdad ten
POV. Maite. Me quedé inmóvil en medio de la calle, con el frío, calándome hasta los huesos y los tacones que llevaba puesto parecían enterrarse en el asfalto. Aris, el muy desgraciado, se había ido. Me había dejado tirada sin el más mínimo remordimiento.—¿Qué podía esperar de un tipo como él?—murmuré quejumbrosa, odiando la sola idea de haber accedido a hablar con él.Mis manos temblaron al cerrarse en puños. Apreté los dientes con rabia. No sabía cómo había logrado interpretar mi mejor papel ante él, cuando en realidad, por dentro, me sentía destrozada. Mi impacto fue brutal cuando comprendí que ese hombre no solo exigía con sus palabras, sino que reclamaba y destruía con sus miradas. Aris no era solo un hombre; era un demonio hecho carne, envuelto en oscuridad y malicia.Y mis hijos… ¿Cómo podían mis pequeños, mis tiernos y dulces niños, ser sangre de su sangre?El miedo se enroscó en mi pecho, apretándome con una angustia sofocante. Más que Marina, más que Vittorio, me aterra
Narrador omnisciente.El encuentro con Maite había dejado a Aris con un amargo sabor a derrota. Sentía que su orgullo había sido pisoteado de la peor manera, y para ahogar su rabia, buscó refugio en el alcohol junto a Nikos. Bebieron hasta la madrugada, hasta que su ira se volvió un murmullo en su mente embotada y su cuerpo exigió descanso.Cuando finalmente llegó a su casa, arrastrando los pies con una pesadez que no solo era física, empujó la puerta de su alcoba y se encontró con una imagen que en otro momento le habría arrancado una sonrisa satisfecha. Marina yacía sobre su cama, apenas cubierta por la esquina de la sábana de algodón egipcio. No llevaba lencería delicada ni ninguna prenda de encaje insinuante. Si no que estaba desnuda, con la misma desfachatez con la que enfrentaba la vida. Así era ella: rústica, directa, sin rodeos.—¡Qué fastidio!Aris soltó un bufido exasperado. No estaba de humor para los juegos de Marina. Lo único que quería era hundirse en el colchón y dej
POV. Maite.Javier asintió con un deje de preocupación en su mirada.—Sí, mucho. En el mercado italiano no hay tantas oportunidades como en el estadounidense. Me parece raro que este nuevo jefe haya decidido encabezar una sucursal aquí… y tan repentinamente.Suspiré, sintiendo que todo esto era un mal presentimiento disfrazado de casualidad.—Te dije que quería renunciar a trabajar en agencias —bufé—. Si no fuera por ti, ya estaría trabajando por mi cuenta.Él sonrió con esa seguridad que siempre intentaba transmitirme.—Vamos, esperemos que este nuevo dueño no te convierta en una actriz de anuncios - bromeó.—Con mi suerte tan desdichada, te aseguro que terminaré promocionando champú anticaspa.Javier soltó una carcajada.—No lo dije en serio. Estoy seguro de que cuando él te vea, no querrá desperdiciar un talento como el tuyo en anuncios. Vamos a comprarte el vestido más hermoso de todos para que deslumbres esa noche. Ese jefe debe ver que mereces convertirte en la más brillante de
POV. Aris.Sentado frente a esta mesa abarrotada de platillos exquisitos, me obligué a sonreír. La comida debía ser un festín, un agasajo para celebrar algo que esperaban con ansias Marina y Vittorio. Pero cada aroma, y cada delicado adorno sobre el mantel, me revolvía el estómago. Todo era un espectáculo asfixiante, una farsa tan bien montada que casi podía olvidar el motivo por el cual estaba ahí, sentado frente al hombre que más odiaba en este mundo.Apreté los puños bajo la mesa, sintiendo cómo mis uñas se clavaban en mis palmas. Tenía que soportarlo. «Solo unos días más», me repetía en silencio, como un mantra desesperado. Pero cada vez que levantaba la vista y veía la sonrisa de Vittorio, esa sonrisa cínica y prepotente, recordaba el cuerpo inerte de mi padre… esa imagen nunca me abandonaría.—Amor, debes comer de este lomo a la crema, mi madre lo hizo especialmente para ti. La voz dulce de Marina me sacó de mis pensamientos, mientras me agarraba el brazo con una ternura qu
POV. MaiteAl pasar esos días encerrada en esa suite, sentía que mi mente pendía de un hilo, a punto de desmoronarse. La ansiedad me devoraba con cada minuto que pasaba, al punto de que mis uñas se habían convertido en víctimas de mis dientes, destrozadas como si hubieran pasado por las fauces de una piraña. La angustia no venía solo del encierro, sino también del peso asfixiante de la demanda que Leonardo había presentado en mi contra. Ese infeliz estaba utilizando a mis hijos como un medio para forzarme a regresar a su lado, no porque me quisiera, sino porque veía en mí una chequera ambulante. Pero no iba a permitirlo. Rompería cada cadena que me atara a él, sin importar cuánto tiempo o recursos me costara. Tenía que hacerlo, por mis hijos y por mí.Mis pequeños descansaban sus cabecitas sobre mi regazo, con sus miradas fijas en la pantalla, cautivados por las caricaturas que se repetían una y otra vez. La culpa me punzaba el pecho. Ellos no merecían estar prisioneros conmigo,