Capítulo 11. Cruel confesión

La mujer conocía bien la identidad del hombre, por eso casi se desmaya de la impresión, era uno de los hombres más poderosos del país, lo había visto en las secciones de negocios de los principales diarios digitales, de hecho su esposo añoraba firmar un contrato con la poderosa empresa de la cual era propietario, aunque, había llegado reciente al país, su imperio económico databa de varios años, pero era administrado por un amigo.

—¡Lo siento, señor Petrakis! Ella me robó… —no pudo continuar con sus mentiras porque la chiquilla empezó a desmentirla.

—¡Es mentira, señor salvador! Ella me quitó las rosas, las entregó a varias personas en la calle y luego se negó a pagarme —la expresión seria de Kosta, fue transformada por una leve sonrisa producida por el apelativo que le dio la jovencita.

—¿Cuántas rosas te compró? —interrogó el hombre.

—Dos docenas, yo traía cinco, ella fue mi primera clienta del día —mencionó la chica con firmeza.

—¡Págale! Y le vas a dar más de lo que te costó, com
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