—No sé qué hacer, Marco —dijo finalmente, su voz apenas un susurro—. No sé en qué pie estoy parada. Todo lo que creía saber... todo lo que construí... se está desmoronando.
Marco la miró con una intensidad que la hizo estremecerse.
—Lo primero que vamos a hacer es mantener la calma. No podemos dejar que él sepa que descubriste la verdad. Si sospecha algo, podría volverse más peligroso. Necesitamos planear esto con cuidado.
Dana asintió lentamente, sabiendo que Marco tenía razón. Pero aún así, la frustración y el dolor seguían ardiendo dentro de ella. No podía evitar preguntarse cómo había llegado a este punto, cómo había permitido que alguien como Felipe entrara en su vida y la destruyera desde dentro.
Mientras Marco la abrazaba una vez más, Dana cerró los ojos, tratando de encontrar algo de consuelo en su presencia. Sabía que el camino por delante sería difícil, pero también sabía que no podía rendirse. No ahora. No mientras aún tuviera algo por lo que l
Dana aún no podía procesar lo que estaba sucediendo. Su madre, a quien había creído muerta durante los últimos 23 años, estaba viva, y no solo eso, sino que había estado escondida todo este tiempo. Mientras caminaban juntas por el sendero que llevaba al escondite de su madre, Dana sentía que el mundo a su alrededor se desmoronaba con cada paso. Las palabras de su madre seguían resonando en su mente: los Daycare, Felipe, las traiciones, los secretos. Todo lo que había conocido, todo en lo que había creído, era una mentira.—¿Por qué nunca me buscaste? —preguntó Dana de repente, rompiendo el silencio. Su voz estaba cargada de dolor y resentimiento, como si cada palabra pesara toneladas—. ¿Por qué nunca intentaste verme? ¿Por qué me dejaste sola con ellos?Su madre se detuvo en seco, girándose hacia ella con los ojos llenos de lágrimas. Había un dolor profundo en su mirada, un dolor que reflejaba años de sufrimiento y culpa.—Dana... nunca quise dejarte sola —respondió, con la voz temblo
Dana cerró la puerta detrás de ella, sintiendo el peso de la noche en sus hombros. Había regresado a casa después de su encuentro con su madre, y aunque su cuerpo estaba agotado, su mente estaba más despierta que nunca. Cada palabra de su madre seguía resonando en su cabeza como un eco interminable: Felipe, o Walter, era el jefe de las operaciones de los Daycare. Nada se movía sin su orden. Era el hombre que había destruido su vida, que la había manipulado desde el principio. Y ahora, mientras lo veía sentado en el sofá de la sala, con esa sonrisa cínica y arrogante, Dana sintió cómo el odio se encendía en su interior como una llama imparable.Felipe la miró con sus ojos oscuros y penetrantes, esos mismos ojos que alguna vez la habían engañado, haciéndole creer que era un esposo confiable, aunque distante. Pero ahora, Dana sabía la verdad. Sabía que detrás de esa fachada fría y calculadora se escondía un demonio, un hombre capaz de cualquier cosa por poder.—¿Por qué llegas tan tarde?
El amanecer se filtraba por las cortinas de la mansión, pero la casa estaba en un silencio casi sepulcral. Dana se levantó temprano, más temprano que de costumbre, y miró su reflejo en el espejo del tocador. La mujer que veía frente a ella ya no era la misma. Su rostro parecía más afilado, sus ojos más fríos, y su sonrisa, aunque sutil, estaba cargada de una intensidad calculada. Había aprendido a fingir, a jugar el juego que Felipe había iniciado, pero ahora, ella lo jugaría bajo sus propias reglas.La obediente y sumisa Dana había quedado atrás. Ahora, era una estratega, una mujer dispuesta a enfrentarse al demonio que compartía su cama. Sabía que no podía enfrentarlo directamente, no todavía. Pero podía infiltrarse en su mundo, en sus negocios, en su mente. Y lo haría con una precisión quirúrgica.Cuando Felipe bajó al comedor esa mañana, la encontró esperándolo con una sonrisa impecable. Estaba sentada a la mesa, vestida con un elegante traje negro que acentuaba su
La noche era fría y silenciosa en la mansión. Las luces suaves del comedor iluminaban a Felipe y Dana, quienes estaban sentados frente a frente en la mesa. El ambiente parecía tranquilo, pero había una tensión latente que ninguno de los dos mencionaba. Cada uno tenía pensamientos ocultos, secretos que pesaban como una sombra entre ellos.Dana sostenía una copa de vino en la mano, su rostro sereno y su sonrisa impecable. Felipe, por su parte, la observaba con una mezcla de desconfianza y curiosidad. Desde hacía días, algo había cambiado en ella, algo que no lograba descifrar. ¿Sabía algo? ¿Estaba jugando un juego? ¿O simplemente era su imaginación? Felipe no podía estar seguro, y eso lo ponía en guardia.Dana, sin embargo, estaba perfectamente tranquila. Había pasado toda la tarde preparando su plan, enviando información clave a su madre sobre el cargamento que llegaría esa noche. Sabía que Felipe era Walter, el hombre detrás de las operaciones de los Daycare, y sabía q
Esa noche, mientras Felipe se preparaba para salir, Dana lo observó desde la puerta de su habitación. Estaba vestido con un traje oscuro, su expresión fría y calculadora. Era el mismo hombre que había conocido hace años, pero ahora lo veía con otros ojos. Sabía quién era realmente, sabía lo que hacía, y sabía que no podía confiar en él.—¿Vas a trabajar? —preguntó Dana, con un tono casual.Felipe asintió, ajustando el cuello de su camisa.—Sí. Será una noche larga.Dana sonrió, inclinándose ligeramente hacia él.—Ten cuidado —dijo, suavemente—. No quiero que te pase nada.Felipe la miró por un momento, como si intentara descifrar si sus palabras eran sinceras. Finalmente, asintió y salió de la habitación.Dana esperó a escuchar el sonido de la puerta principal cerrándose antes de sacar su teléfono. Había llegado el momento. Envió un último mensaje a su madre, confirmando que Felipe había salido. Ahora, todo dependía de ella.Mi
Después de terminar su whisky, Felipe se dirigió a su oficina, cerrando la puerta con fuerza detrás de él. Dana lo observó desde el pasillo, asegurándose de que no la viera. Sabía que estaba furioso, y sabía que esa furia podía llevarlo a cometer errores. Pero también sabía que Felipe era peligroso cuando estaba acorralado. Tenía que tener cuidado.Dentro de la oficina, Felipe comenzó a hacer llamadas, una tras otra. Ordenó a sus hombres que investigaran cada detalle de lo ocurrido, que interrogaran a todos los involucrados, que no dejaran piedra sin mover. Su voz era un rugido constante, lleno de ira y frustración.—Quiero respuestas, ¿me oíste? —gritó en una de las llamadas—. No me importa cómo lo hagas, pero quiero saber quién fue. Y cuando lo sepas, tráemelo. Quiero manejar esto personalmente.Dana escuchaba desde el pasillo, con el corazón latiendo rápidamente en su pecho. Sabía que Felipe no descansaría hasta encontrar al responsable. Y aunque había tomado
Bolo observaba la escena desde su posición, tratando de mantener la calma. Pero por dentro, estaba temblando. Sabía que Felipe tenía razón. Alguien había filtrado información, y aunque él no había sido directamente responsable, no podía ignorar el hecho de que había insistido en que el cargamento se moviera. Había presionado a Felipe, había asegurado que todo estaba bajo control. Y ahora, el cargamento estaba perdido.Peor aún, el cargamento que Felipe había supervisado personalmente había llegado a salvo. Eso hacía que la pérdida del otro cargamento fuera aún más humillante. Bolo sabía que Felipe estaba haciendo conexiones en su mente, que estaba buscando culpables. Y sabía que, tarde o temprano, la atención de Felipe se centraría en él.Felipe se giró lentamente, mirando a cada uno de los hombres en la sala. Su mirada era como un cuchillo, cortante y peligrosa.—Escuchen bien —dijo, con una voz baja pero llena de veneno—. Si descubro que alguno de ustedes tuvo
Mientras continuaban comiendo en silencio, la mente de Felipe seguía trabajando. Algo no encajaba. No podía precisar qué era, pero había algo en el comportamiento de Dana que lo inquietaba. Había notado pequeños detalles, cosas que antes había pasado por alto. Como la forma en que parecía estar siempre presente cuando él regresaba tarde, como si lo estuviera esperando. O la forma en que sus respuestas siempre eran perfectas, demasiado perfectas.Felipe no era un hombre que confiara fácilmente, y aunque Dana había sido su compañera durante años, ahora comenzaba a cuestionar todo. La pérdida del cargamento lo había puesto en un estado de alerta máxima, y su mente buscaba conexiones en todas partes. Sabía que alguien lo había traicionado, y aunque no quería creer que Dana pudiera ser esa persona, la duda estaba ahí, creciendo lentamente.Dana, por su parte, sabía que el tiempo no estaba de su lado. Felipe era un hombre inteligente, metódico, y si comenzaba a sospechar de