El teléfono de Felipe vibró en su bolsillo mientras caminaba por las calles desiertas de Italia. Valeria y él acababan de salir del café después de la tensa reunión con Sativa. Al sacar el móvil, vio el nombre de Lucia parpadeando en la pantalla. Lucia, su antigua amante, siempre aparecía en los momentos más inesperados.
—¿Qué quieres? —preguntó Felipe, manteniendo la voz baja para que Valeria no escuchara.
—He oído sobre la explosión —respondió Lucia, su voz suave pero inquisitiva—. Y también que Valeria está involucrada. ¿Necesitas ayuda?
Felipe sonrió para sí mismo. Lucia siempre estaba al tanto de todo, pero no podía dejar que supiera demasiado.
—Tengo todo bajo control —dijo, su tono seguro—. Valeria no sabe quién soy realmente. La estoy usando para desmantelar la organización de Bolo. Es una pieza en mi ajedrez.
Lucia rió suavemente al otro lado de la línea.
—Siempre tan manipulador, Felipe. Usas a las personas como te conviene.
El motor del coche rugía mientras Valeria conducía a través de las oscuras calles de Italia. La adrenalina aún corría por sus venas, pero su mente estaba enfocada en lo que había descubierto sobre Felipe. “No puedo confiar en él,” pensó mientras giraba en una esquina, su corazón latiendo con fuerza. “No puedo dejar que me engañe otra vez.”Felipe, sentado a su lado, observaba el paisaje con una expresión sombría.—¿A dónde vamos? —preguntó, rompiendo el silencio.—A un lugar seguro —respondió Valeria, manteniendo la mirada en la carretera—. Necesitamos planear nuestro próximo movimiento.—¿Y qué hay de Lucas? —Felipe cuestionó, preocupado—. No podemos dejarlo atrás.—Lo sé —dijo Valeria, sintiendo que la culpa la consumía—. Pero no podemos arriesgarnos a perder más hombres. Necesitamos información sobre la mafia y sobre lo que realmente está pasando.Felipe asintió, aunque su expresión seguía siendo tensa. Sabía que la situación era crítica,
Felipe estaba decidido a lograr sus objetivos, sin importar a quién tuviera que utilizar en el proceso. La brisa marina soplaba con fuerza en el muelle, llevando consigo el murmullo de las olas y el eco de la inminente confrontación. Valeria se sentía como si estuviera al borde de un precipicio, lista para saltar, pero sin saber si habría algo que la sostuviera al otro lado. Sativa les había dado un respiro, pero la desconfianza seguía flotando en el aire.—¿Qué haremos ahora? —preguntó Liam, rompiendo el silencio mientras miraba a su alrededor, asegurándose de que no hubiera nadie a la vista.—Necesitamos un plan —dijo Valeria, sintiendo la presión en su pecho—. Sativa, ¿cómo planeas escapar de Bolo?Sativa se cruzó de brazos, su expresión seria.—Bolo tiene ojos en todas partes. No puedo simplemente salir corriendo. Necesito que me ayuden a crear una distracción.—¿Qué tipo de distracción? —preguntó Felipe, su mirada intensa.—Algo que llame su atención. Si puedo hacer que se concent
Felipe tenía el semblante tenso mientras avanzaba hacia el hombre de la barra. Sus ojos oscuros, cargados de un peso que parecía imposible de llevar, reflejaban algo más que preocupación. Era rabia contenida, un fuego que ardía bajo la superficie y que solo él sabía controlar. Valeria lo observaba desde atrás, intentando descifrar sus intenciones, pero Felipe era un enigma. Siempre lo había sido.El bar, llamado “El Refugio”, no hacía honor a su nombre. A pesar de la música suave y las luces tenues, el aire estaba cargado de una tensión que se sentía en cada rincón. Las miradas furtivas de los pocos clientes presentes parecían buscar algo, o tal vez a alguien. Valeria apretó los labios, sintiendo cómo su corazón latía con fuerza. Sabía que estaban entrando en terreno peligroso.—¿Estás seguro de esto? —le susurró Valeria a Felipe, mientras caminaban hacia el hombre con la cicatriz en la mejilla.Felipe no respondió de inmediato. Su mandíbula se tensó, y el pequeño tic en su ceja izquie
Felipe buscaba todas las formas posibles de asegurarse de que Bolo pagara. Bajo su mano estaba Sativa, la hija de Bolo, quien intentaba escapar. Ella era una de las novias que él había mantenido cerca para controlar a Bolo. Sin embargo, con la boda de Dana, todo había cambiado. Necesitaba mantener a Sativa cerca, ya que ella era la llave hacia su padre. Bolo lo había traicionado, y era probable que su hija lo supiera. Si Bolo la estaba usando para atraerlo, ella pagaría igual que él.Mientras tanto, Dana había estado manejando todo a su manera. Felipe estaba en busca de Bolo, y su plan había marchado a la perfección. Había enviado a Cairo como infiltrado para obtener información, al igual que otro miembro de su equipo. Dana sabía de toda la operación y, consciente de que Felipe era un hombre despiadado, lo usaría como había hecho antes con Valeria, quien había traicionado a Dana para estar con Felipe.Dana aprovechó la ausencia de Felipe en la empresa para involucrar más de sus empresa
“Sí, pero estamos preocupados. ¿Qué está pasando?” preguntó uno de los soldados, su expresión grave.“Tenemos información sobre la reunión de Bolo. Vamos a infiltrarnos y rescatar a Marco,” explicó Valeria, sintiendo que la determinación crecía en su interior.“¿Es seguro?” preguntó otro soldado, su mirada llena de preocupación.“No, pero no tenemos muchas opciones. Debemos actuar rápido,” respondió Felipe, sintiendo que la tensión aumentaba.Mientras discutían el plan, Valeria sintió que la presión aumentaba. “Necesitamos dividirnos en grupos. Algunos deben encargarse de la seguridad exterior, mientras que otros se infiltran en la reunión,” sugirió.“¿Y quién se encargará de rescatar a Marco?” pregunt&oac
__“Necesitamos actuar con rapidez,” __dijo Valeria, mirando a cada uno de sus compañeros. Su voz, aunque firme, traía un matiz de preocupación que resonaba en el aire. __“La reunión de Bolo es nuestra única oportunidad para obtener pruebas de sus operaciones ilegales.”__“¿Cuándo es la reunión?”__ preguntó un soldado, su expresión seria, casi sombría.__“Mañana por la noche. Bolo estará en el viejo hotel donde lo encontramos. Tendremos que infiltrarnos y asegurarnos de que nadie nos vea,” __explicó Felipe, sintiendo que la presión aumentaba a medida que cada palabra salía de su boca.“¿Y cómo vamos a hacerlo?” preguntó Liam, su voz aún débil pero llena de determinación. Cada palabra que pronunciaba era un recordatorio de su fragilidad, pero también de su fuerza interior.“Dividiremos al equipo en dos grupos. Uno se encargará de las distracciones en la entrada, mientras que el otro se infiltra en la reunión,” sugirió Lucas, su mirada fija en el mapa que te
De repente, un sonido ensordecedor resonó en la sala. Uno de los hombres había sacado un arma. “¡Cúbranse!” gritó Felipe, empujando a Lucas hacia un lado. La confusión se desató, y Valeria sintió que el caos la envolvía.El caos se desató mientras los hombres de Bolo comenzaron a disparar. Valeria se lanzó al suelo, sintiendo que la adrenalina la impulsaba. “¡Devuélvanle el fuego!” gritó, buscando cobertura. Su corazón latía con fuerza, y cada disparo resonaba como un tambor en su pecho.Mientras las balas volaban, Valeria sintió que la tensión aumentaba. “¿Dónde está Liam?” gritó, sintiendo que la urgencia la consumía. La preocupación por su amigo la mantenía alerta.“¡No lo sé!” gritó uno de los hombres, su voz temblando de
La brisa fría del norte soplaba a través de los árboles, llevando consigo el eco de un pasado que Felipe había dejado atrás. La Fortaleza Esmeralda se alzaba imponente ante él, un refugio de secretos y deseos ocultos. Había tomado la decisión de regresar, de alejarse de Valeria y su equipo, y de volver a la calidez de los brazos de Lucia e Isabel. Pero la carga de su elección pesaba en su pecho, como una piedra que no podía lanzar al río.Al cruzar la puerta de la fortaleza, el ambiente cambió. El aire era más cálido, impregnado del aroma a madera y las fragancias de las hierbas que Lucia solía usar en sus pociones. Felipe sintió un nudo en el estómago, una mezcla de alivio y culpa. ¿Era correcto dejar a Valeria? La pregunta lo atormentaba mientras caminaba hacia la sala principal.Lucia lo vio primero. Su cabello oscuro caía en cascada sobre sus hombros, y sus ojos brillaban con una luz que siempre había atraído a Felipe. “Felipe,” dijo, acercándose con una sonrisa qu