En la ciudad del norte, la situación se había salido de control. Una explosión resonó en la distancia, sacudiendo la mansión donde Valeria y Felipe se encontraban. La música se detuvo abruptamente, y los gritos llenaron el aire. Valeria se giró, su instinto de soldado activándose al instante.
—¡Es un ataque! —gritó Lucas mientras se movían rápidamente hacia la salida.
—¡Todos, a cubierto! —ordenó Valeria, tomando el mando con autoridad—. Felipe, ven con nosotros.
Felipe dudó por un momento, pero la mirada decidida de Valeria lo convenció.
—Está bien, pero esto no ha terminado —respondió él.
Mientras corrían, Valeria sintió que el tiempo se ralentizaba. La adrenalina corría por sus venas, y cada paso la acercaba más a la verdad. Sabía que el ataque no era una coincidencia; alguien había descubierto su plan.
Al salir, se encontraron en medio del caos. Hombres armados, con máscaras, disparaban a la multitud. Los gritos de pánico resonaban, y Va
El teléfono de Felipe vibró en su bolsillo mientras caminaba por las calles desiertas de Italia. Valeria y él acababan de salir del café después de la tensa reunión con Sativa. Al sacar el móvil, vio el nombre de Lucia parpadeando en la pantalla. Lucia, su antigua amante, siempre aparecía en los momentos más inesperados.—¿Qué quieres? —preguntó Felipe, manteniendo la voz baja para que Valeria no escuchara.—He oído sobre la explosión —respondió Lucia, su voz suave pero inquisitiva—. Y también que Valeria está involucrada. ¿Necesitas ayuda?Felipe sonrió para sí mismo. Lucia siempre estaba al tanto de todo, pero no podía dejar que supiera demasiado.—Tengo todo bajo control —dijo, su tono seguro—. Valeria no sabe quién soy realmente. La estoy usando para desmantelar la organización de Bolo. Es una pieza en mi ajedrez.Lucia rió suavemente al otro lado de la línea.—Siempre tan manipulador, Felipe. Usas a las personas como te conviene.
El motor del coche rugía mientras Valeria conducía a través de las oscuras calles de Italia. La adrenalina aún corría por sus venas, pero su mente estaba enfocada en lo que había descubierto sobre Felipe. “No puedo confiar en él,” pensó mientras giraba en una esquina, su corazón latiendo con fuerza. “No puedo dejar que me engañe otra vez.”Felipe, sentado a su lado, observaba el paisaje con una expresión sombría.—¿A dónde vamos? —preguntó, rompiendo el silencio.—A un lugar seguro —respondió Valeria, manteniendo la mirada en la carretera—. Necesitamos planear nuestro próximo movimiento.—¿Y qué hay de Lucas? —Felipe cuestionó, preocupado—. No podemos dejarlo atrás.—Lo sé —dijo Valeria, sintiendo que la culpa la consumía—. Pero no podemos arriesgarnos a perder más hombres. Necesitamos información sobre la mafia y sobre lo que realmente está pasando.Felipe asintió, aunque su expresión seguía siendo tensa. Sabía que la situación era crítica,
Felipe estaba decidido a lograr sus objetivos, sin importar a quién tuviera que utilizar en el proceso. La brisa marina soplaba con fuerza en el muelle, llevando consigo el murmullo de las olas y el eco de la inminente confrontación. Valeria se sentía como si estuviera al borde de un precipicio, lista para saltar, pero sin saber si habría algo que la sostuviera al otro lado. Sativa les había dado un respiro, pero la desconfianza seguía flotando en el aire.—¿Qué haremos ahora? —preguntó Liam, rompiendo el silencio mientras miraba a su alrededor, asegurándose de que no hubiera nadie a la vista.—Necesitamos un plan —dijo Valeria, sintiendo la presión en su pecho—. Sativa, ¿cómo planeas escapar de Bolo?Sativa se cruzó de brazos, su expresión seria.—Bolo tiene ojos en todas partes. No puedo simplemente salir corriendo. Necesito que me ayuden a crear una distracción.—¿Qué tipo de distracción? —preguntó Felipe, su mirada intensa.—Algo que llame su atención. Si puedo hacer que se concent
Felipe tenía el semblante tenso mientras avanzaba hacia el hombre de la barra. Sus ojos oscuros, cargados de un peso que parecía imposible de llevar, reflejaban algo más que preocupación. Era rabia contenida, un fuego que ardía bajo la superficie y que solo él sabía controlar. Valeria lo observaba desde atrás, intentando descifrar sus intenciones, pero Felipe era un enigma. Siempre lo había sido.El bar, llamado “El Refugio”, no hacía honor a su nombre. A pesar de la música suave y las luces tenues, el aire estaba cargado de una tensión que se sentía en cada rincón. Las miradas furtivas de los pocos clientes presentes parecían buscar algo, o tal vez a alguien. Valeria apretó los labios, sintiendo cómo su corazón latía con fuerza. Sabía que estaban entrando en terreno peligroso.—¿Estás seguro de esto? —le susurró Valeria a Felipe, mientras caminaban hacia el hombre con la cicatriz en la mejilla.Felipe no respondió de inmediato. Su mandíbula se tensó, y el pequeño tic en su ceja izquie
Felipe buscaba todas las formas posibles de asegurarse de que Bolo pagara. Bajo su mano estaba Sativa, la hija de Bolo, quien intentaba escapar. Ella era una de las novias que él había mantenido cerca para controlar a Bolo. Sin embargo, con la boda de Dana, todo había cambiado. Necesitaba mantener a Sativa cerca, ya que ella era la llave hacia su padre. Bolo lo había traicionado, y era probable que su hija lo supiera. Si Bolo la estaba usando para atraerlo, ella pagaría igual que él.Mientras tanto, Dana había estado manejando todo a su manera. Felipe estaba en busca de Bolo, y su plan había marchado a la perfección. Había enviado a Cairo como infiltrado para obtener información, al igual que otro miembro de su equipo. Dana sabía de toda la operación y, consciente de que Felipe era un hombre despiadado, lo usaría como había hecho antes con Valeria, quien había traicionado a Dana para estar con Felipe.Dana aprovechó la ausencia de Felipe en la empresa para involucrar más de sus empresa
“Sí, pero estamos preocupados. ¿Qué está pasando?” preguntó uno de los soldados, su expresión grave.“Tenemos información sobre la reunión de Bolo. Vamos a infiltrarnos y rescatar a Marco,” explicó Valeria, sintiendo que la determinación crecía en su interior.“¿Es seguro?” preguntó otro soldado, su mirada llena de preocupación.“No, pero no tenemos muchas opciones. Debemos actuar rápido,” respondió Felipe, sintiendo que la tensión aumentaba.Mientras discutían el plan, Valeria sintió que la presión aumentaba. “Necesitamos dividirnos en grupos. Algunos deben encargarse de la seguridad exterior, mientras que otros se infiltran en la reunión,” sugirió.“¿Y quién se encargará de rescatar a Marco?” pregunt&oac
__“Necesitamos actuar con rapidez,” __dijo Valeria, mirando a cada uno de sus compañeros. Su voz, aunque firme, traía un matiz de preocupación que resonaba en el aire. __“La reunión de Bolo es nuestra única oportunidad para obtener pruebas de sus operaciones ilegales.”__“¿Cuándo es la reunión?”__ preguntó un soldado, su expresión seria, casi sombría.__“Mañana por la noche. Bolo estará en el viejo hotel donde lo encontramos. Tendremos que infiltrarnos y asegurarnos de que nadie nos vea,” __explicó Felipe, sintiendo que la presión aumentaba a medida que cada palabra salía de su boca.“¿Y cómo vamos a hacerlo?” preguntó Liam, su voz aún débil pero llena de determinación. Cada palabra que pronunciaba era un recordatorio de su fragilidad, pero también de su fuerza interior.“Dividiremos al equipo en dos grupos. Uno se encargará de las distracciones en la entrada, mientras que el otro se infiltra en la reunión,” sugirió Lucas, su mirada fija en el mapa que te
De repente, un sonido ensordecedor resonó en la sala. Uno de los hombres había sacado un arma. “¡Cúbranse!” gritó Felipe, empujando a Lucas hacia un lado. La confusión se desató, y Valeria sintió que el caos la envolvía.El caos se desató mientras los hombres de Bolo comenzaron a disparar. Valeria se lanzó al suelo, sintiendo que la adrenalina la impulsaba. “¡Devuélvanle el fuego!” gritó, buscando cobertura. Su corazón latía con fuerza, y cada disparo resonaba como un tambor en su pecho.Mientras las balas volaban, Valeria sintió que la tensión aumentaba. “¿Dónde está Liam?” gritó, sintiendo que la urgencia la consumía. La preocupación por su amigo la mantenía alerta.“¡No lo sé!” gritó uno de los hombres, su voz temblando de