La mañana en Italia era gris y lluviosa, reflejando el estado emocional de Dana. Se sentó en el borde de la cama, mirando el anillo de compromiso que Felipe le había dado, un símbolo de una promesa que ahora sentía como una carga. Su mente estaba llena de dudas y recuerdos de su abuelo. “Si estuvieras aquí, me dirías qué hacer”, pensó, sintiendo la tristeza apoderarse de ella.
Su mente estaba en un torbellino. Recordaba la conversación con Félix y cómo sus palabras resonaban en su cabeza: “No olvides tu misión”. Esa era la verdad que la mantenía despierta por las noches, la razón por la que había decidido involucrarse en este juego peligroso. Pero, ¿a qué costo?
Mientras tanto, en la ciudad de Loto Dorado, Pria y Félix estaban en la oficina, discutiendo la nueva relación de Félix con Lia. Pria estaba furiosa y su frustración era palpable.
__“Félix, no puedes estar en una relación con Lia. No es una buena persona. Está involucrada en cosas criminales”, dijo Pria,
La ciudad de Italia se preparaba para la boda del año. La familia Daycare había decidido organizar la ceremonia más grandiosa que el país hubiera visto jamás. La noticia se esparció rápidamente, y todos los grandes empresarios y las primeras familias millonarias recibieron invitaciones. El evento prometía ser un espectáculo deslumbrante, lleno de lujo y glamour.Dana se encontraba en medio de los preparativos, sintiendo la presión que venía con la organización de una boda de tal magnitud. A pesar de que el matrimonio con Felipe era principalmente un acuerdo de negocios, no podía evitar sentirse abrumada por la atención y las expectativas. “Esto es solo un paso más en mi misión”, se repetía a sí misma, tratando de mantener la perspectiva.Mientras tanto, Sativa, quien había estado observando desde las sombras, no podía soportar la idea de que Dana estuviera a punto de casarse con Felipe. La rabia y los celos la consumían. Decidió que era el momento perfecto para hacer s
La boda había sido un evento deslumbrante, un verdadero espectáculo que había dejado a todos boquiabiertos. Dana, ahora esposa de Felipe, se sentía atrapada en un torbellino de emociones. La ceremonia había terminado, y la luna de miel había comenzado, pero en su corazón había un vacío que no podía ignorar. Sabía que no podía permitir que el odio consumiera su matrimonio, pero la realidad era que Felipe no había hecho nada para ganarse su amor.Después de bailar con su nuevo esposo, Dana se alejó de la multitud. La música sonaba a lo lejos, y las risas y los murmullos de los invitados parecían desvanecerse. Se sentó en un rincón del jardín, sintiendo la brisa fresca de la noche. A pesar de la alegría que la rodeaba, su corazón estaba pesado. Felipe no había dicho una sola palabra sobre lo hermosa que estaba, y eso la lastimaba más de lo que quería admitir.“Ahora soy su esposa”, pensó, sintiendo que la tristeza la invadía. “Pero eso no significa que me ame”. Se preguntaba si alguna ve
Dana se quedó un largo rato bajo la luna, sintiendo el frío de la noche calar en su piel. La oscuridad envolvía todo a su alrededor, pero en esa soledad, podía pensar con claridad. La luz plateada iluminaba su rostro, y cada rayo parecía susurrarle secretos olvidados. La noche oscura decía mucho, y en su interior, las piezas del rompecabezas comenzaban a encajar.Mientras contemplaba el cielo estrellado, su mente volvió a los antiguos recuerdos de su tiempo en la milicia. Recordaba las largas noches de entrenamiento, las risas compartidas con sus compañeros y las duras lecciones aprendidas. Felipe siempre había estado a su lado, cuidándola de una manera muy especial. Cada mañana, él le traía su taza de café, el aroma cálido llenando el aire, y la acompañaba en su entrenamiento, asegurándose de que nunca se sintiera sola.“Siempre estás un paso adelante, Dana,” le decía, mientras ella se preparaba para sus ejercicios. Ella sabía que Felipe conocía cada uno de sus movimientos, cada golp
Dana sacó su móvil, sus manos temblaban ligeramente mientras marcaba el número de Cairo. Necesitaba apoyo, alguien que pudiera ayudarla a enfrentar la situación. Marco había dado señales de movimiento, y eso era una luz de esperanza en medio de la oscuridad que la envolvía. “Cairo, necesito que vengas al hospital. Marco ha reaccionado,” dijo con voz entrecortada.Cairo, siempre dispuesto a ayudar, aceptó de inmediato. “Voy en camino, Dana. Mantente fuerte,” le respondió, sintiendo la urgencia en su voz. Sin embargo, Erik, su otro amigo, no estaba en condiciones de ayudar. Ella sabía que estaba pasando por un mal momento amoroso y que había estado bebiendo. “No puedo entrar al hospital así,” dijo Erik, su voz sonando apagada. “Pero enviaré a un médico para que te apoye.”Dana agradeció a Erik, aunque sabía que su estado no era el mejor. La preocupación por Marco la mantenía en pie, y cada segundo contaba. Mientras esperaba a Cairo, continuó hablando con Marco, motivándolo a volver en s
Dana dejó la cafetería sintiendo una mezcla de alivio y ansiedad. Había tomado una decisión importante al enfrentar a Felipe, pero sabía que las repercusiones apenas comenzaban. Con determinación, se dirigió a la residencia de Cairo. Sabía que necesitaba hablar con él, compartir lo que había sucedido y buscar consejo.Cuando llegó, la mansión de Cairo la recibió con su habitual elegancia. Era un lugar que siempre le había gustado, decorado con flores frescas y rodeado de árboles frondosos. El pasto verde brillaba bajo el sol, y por un momento, Dana se sintió en paz.Cairo la recibió con una sonrisa cálida. “¿Cómo te sientes?”, preguntó, notando la tensión en su rostro.“He tomado una decisión sobre Felipe,” respondió Dana, sintiendo que el peso de sus palabras la liberaba un poco.Cairo asintió, comprendiendo la gravedad de la situación. “Es un buen paso, Dana. Pero debes estar lista para lo que venga. Felipe no tomará esto a la ligera.”“Lo sé,” admitió ella, recordando la rabia en l
Salió de la habitación, sintiendo que el aire fresco la envolvía. Necesitaba un respiro, un momento para procesar todo lo que había sucedido. La cena había sido un campo de batalla, y aunque había logrado defenderse, sabía que la guerra apenas comenzaba.Se dirigió a su habitación, donde se dejó caer en la cama. “¿Qué voy a hacer?” se preguntó, sintiendo la angustia apoderarse de ella. Sabía que debía ser fuerte, pero la presión de la situación la estaba desgastando.Mientras tanto, en el comedor, Felipe se quedó solo, sintiendo que había perdido el control. “No puedo dejar que esto se le suba a la cabeza,” murmuró para sí mismo. “Dana es mía, y haré lo que sea necesario para mantenerla a mi lado.”La noche avanzó, y Dana intentó distraerse viendo una película, pero su mente seguía volviendo a la conversación con Felipe. “No puedo seguir así,” pensó, sintiendo que la angustia la consumía. “Debo encontrar una salida.”Al día siguiente, decidió visitar a Marco. Quería saber cómo estaba y
La atmósfera en la gala era opulenta, llena de luces brillantes y murmullos de conversaciones elegantes. Dana se sentía atrapada en una jaula dorada mientras Felipe la presentaba a sus colegas como si fuera un trofeo. “Esta es Dana, mi esposa,” dijo con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos, apretando su mano en la cintura de ella con una posesión casi palpable. Aunque los demás los miraban como una pareja feliz, Dana sabía que la realidad era muy diferente.Felipe la mantenía cerca, como si su proximidad fuera una declaración de propiedad. Ella podía sentir el peso de las miradas de los demás, pero en su interior, una tormenta de emociones se desataba. “¿Cuánto tiempo más podré soportar esto?” se preguntaba mientras sonreía forzadamente a quienes se acercaban a saludarlos.Mientras Felipe se movía por la sala, presentándola a personas de importancia, Dana se sintió como un objeto en una vitrina. “¿Quiénes son estas personas? ¿Qué hacen realmente?”, pensaba, sintiéndose cada vez más f
Dana llegó a la residencia sintiéndose abrumada por los acontecimientos de la gala. La opulencia de la noche anterior aún resonaba en su mente, pero ahora estaba de vuelta en la fría realidad de su hogar. Al entrar, la sirvienta la vio y se acercó con una sonrisa cordial.—¿Desea que prepare la mesa, señora? —preguntó la sirvienta, con una amabilidad que contrastaba con el peso que Dana sentía en su pecho.—No, gracias. No tengo hambre —respondió Dana, sintiendo que la simple idea de compartir una comida con Felipe era demasiado. Con un gesto de la mano, se despidió y subió directamente a su dormitorio.La casa estaba en silencio, y Dana se sintió sola en sus pensamientos. Recordó cómo, desde su boda, las cosas habían cambiado drásticamente. Felipe ya no era el hombre amable y comprensivo que había conocido; su actitud había tomado un giro oscuro y distante. Al llegar a su habitación, cerró la puerta y se permitió un suspiro de alivio. Necesitaba un momento para