Jessica entró en el aeropuerto de Japón y se dirigió sin dilación a la sala de espera de la aerolínea. Joaquín le había llamado la atención al respecto de su reciente tendencia al despilfarro cuando los últimos vuelos que adquirió los hizo todos en primera clase. No obstante, tras tres semanas de haber dejado San Francisco, pasar un periodo menstrual en particular doloroso ―tanto física como emocionalmente― y sufrir tres días de jaquecas consecutivas mientras estuvo en Lisboa, le valía mierda si a Quín le parecía ostentoso y desagradable que gastara su dinero viajando en primera clase.
De ese modo se evitaba el fastidio de tener que hacer filas para abordar, también podía relajarse en un espacio tranquilo antes de volar y subía de primera a la nave, lo que le permitía encerrarse en su cabina hasta que aterrizaba en su siguiente destino.
E
Greg no estaba seguro cómo había pasado eso, pero cuando tu mejor amigo te llama para pedirte que seas su padrino de bodas, solo te queda decir que sí.Volver con su Valkiria fue todo un proceso, ella continuaba ocupada con sus negocios y él tenía que regresar a San Francisco a trabajar para ponerse las pilas con los nuevos proyectos de construcción. ―¡Hay acciones que pagarle a la socia! ―le dijo una tarde mientras hablaban por teléfono; ella bajaba de un avión en ese momento en Boston, anunciándole que iba a quedarse lo que restaba de año en el país.Celebraron sus cumpleaños, los dos solos en el bote, navegando en el Pacífico. Flotando en su nube de felicidad se comportó como el peor primo del mundo, y mucho más terrible mejor amigo porque no se dio por enterado de todas las tretas que Geraldine hizo para reconquistar al moreno. Así que a principios
Gregory Einarson-Ward estaba muy consciente de su atractivo; alto, rubio, de porte atlético y de profundos ojos azules, hacía gala de su notable físico, herencia del lado paterno de raíces nórdicas. Sus hermanos solían apodarlo “El Vikingo”, no obstante y en realidad, no tenía el carácter de uno, de hecho, no era muy amigo del frío, bebía poco y tenía un impecable corte y afeitado.Esperaba con paciencia el llamado para abordar el vuelo de British Airways que lo llevaría a Los Ángeles, California; días antes había decidido tomárselo con mucha calma porque todos sus intentos de hacer cualquier cosa en la última semana laboral culminaron insatisfactoriamente. Aunque logró finalizar las negociaciones en Madrid para la construcción de una nueva urbanización de lujo, no pudo descubrir quién había estado boico
Las oficinas de la legendaria constructora Ward Walls se encontraban en el centro de San Francisco. Más específicamente en el Distrito Financiero, en una torre cercana al Embarcadero, donde poseían un galpón en el que guardaban toda su maquinaria de construcción. La empresa familiar era una autoridad en la ciudad, placas conmemorativas se encontraban por todo San Francisco ―incluso el resto de California― donde se establecía que algún edificio icónico de los últimos cincuenta años fue construido por la sólida compañía.El Clan Ward, como era conocido el grupo familiar ―término acuñado por la prensa californiana y que ellos se apropiaron con gusto―, no tenía en su generación actual ni una sola mujer, exceptuando tal vez las esposas de los gemelos Ward, hombres ya mayores que iban más allá del medio siglo. Aunque como empresa consolidada solo ten&
En el hotel, Jessica se estiró en la cama mientras su primo Joaquín le ayudaba apilando cojines para que mantuviera el pie alzado. La expresión severa del hombre era tan notoria que a ella le provocaba reírse, al fin que él le advirtió que no fuera, pero su prima se moría de curiosidad por ir a conocer la empresa Ward Walls y, de una vez por todas, encontrarse con el Clan.Al principio no comprendió el impulso que le llevó a decirle a Joaquín que adquiriese las acciones de esa compañía, la verdad era que a la edad de diez años dejó de importarle el lazo que la unía a esa familia. Pero, aunque pudiese engañar al resto del mundo diciendo que todos sus logros se debían al afán de superación, y por demostrar que el mundo de los negocios no era un campo dominado solo por hombres, su secreto era que le guardaba un profundo rencor a los Ward.Du
―¿Estás bromeando, verdad? ―pregunto Gregory mientras se servía una taza de café.Su hermano mayor, Bruce, y su primo Fred, estaban allí. Frederick estaba tan impresionado como él, escuchando la noticia bomba de la supuesta hija extramatrimonial de William Ward.―Quisiera… ―aseguró Bruce apretándose el puente de la nariz, apoyando todo su peso sobre el espaldar de la silla.Ese lunes habían llegado todos a las oficinas de WW y los viejos gemelos Ward se encerraron en la oficina de William junto a sus esposas. Ellos no podían ver nada desde donde estaban; las oficinas de la compañía tenían un estilo clásico, las paredes llegaban hasta la mitad, decoradas con revestimientos de madera oscura, y amplias ventanas que dejaban ver en ambas direcciones, solo había que liberar las persianas para disfrutar de privacidad, y eso fue justo lo que Emily, la madre de
Gregory se giró hacia su primo Fred con el espanto pintado en el rostro. Tan consternado se encontraba que no fue capaz de percibir el pasmo en el semblante de este; que se volteó también en su dirección buscando un ancla a la realidad, porque su primo era su mejor amigo, la persona que solía darle claridad cuando andaba confundido, a pesar de hacer pésimos chistes sobre la vida sexual y amorosa de Frederick.Sin embargo, antes de poder articular palabra para comunicarle al Vikingo que esa mujer era su cenicienta, este abrió la boca y soltó su sentencia en un susurro aterrador:―La mujer del avión.Fred abrió los ojos espantado.―¿Qué? ―preguntó con un hilo de voz.―Ella es la mujer del avión ―repitió el otro de nuevo, lleno de nerviosismo.El intercambió se dio en voces muy bajas, tanto que más parecía que s
La puerta se abrió sin esperar a que ellos dieran la voz de entrada. En el umbral se encontraba Gregory que, con el rostro pálido y una mueca de amargura, observaba en dirección a Jessica, que a su vez se enfrentaba a la puerta desde su posición circunspecta en el escritorio.Cualquier rastro de desolación, duda o estupor por parte de la mujer despareció de inmediato, dejando una máscara de frialdad detrás. Ofuscado, Greg la miró directo a los ojos, y sin percatarse de si había alguien más en la oficina, entró.―No soy tu hermano ―dijo con la voz firme, más alta de lo que pretendía―. William no es mi padre biológico.La inexpresividad de Jessica ante su afirmación le ponía los nervios de punta. El sonido de una garganta aclarándose, hizo que se girara a ver al hombre latino que la acompañaba, y que desde la puerta no había v
Jessica no supo cuántos minutos pasaron en silencio, ella sentía que el corazón le martilleaba en el pecho tan fuerte que casi aseguraba que él podría escucharlo. Se medían el uno al otro con la mirada fría; la latina procurando mantenerse impasible y él con el ceño fruncido, delatando su ofuscación.―Tú no eres mi hija ―soltó después de que el mutismo de ambos se hizo insoportable.―En realidad no me importa si me cree o no, señor Ward ―contestó ella a la acusación.―Quiero una prueba de paternidad ―exigió el hombre. No se sentó, se mantuvo en medio de la oficina, con una mano dentro del bolsillo y una pose altiva que buscaba imponerse sobre ella.Solo que Jessica en vez de ponerse a farfullar nerviosa ante la solicitud, solo se echó a reír.Cada vez más alto.Y así como empezó se d