—Quiero mi parte mañana mismo en efectivo, Chino, como quedamos, tengo planes que no puedo seguir postergando —dijo Emily al traficante.
—No se preocupe señora, yo mismo le llevaré el dinero a donde me diga, si es que todo sale bien. Pero dígame, ¿qué planes tiene?
—Eso es algo que a ti no te interesa, Chino. Es un asunto mío solamente.
—¿Ya supo dónde están sus hijas? Le aseguro que nosotros no fuimos los causantes de su desaparición.
Emily, sin responder, colgó el teléfono celular y luego lo destruyó con un martillo. Tiró los restos del aparato móvil dentro del escusado para después jalar la cadena hasta verlo desaparecer.
Crisis internacional
Al día siguiente, cerca de las cuatro de la tarde y despu&eac
No estaba equivocado, al día siguiente de los asesinatos contra los funcionarios, a las 11:32 a.m., al ir circulando rumbo a Tamaulipas para esconderse por un tiempo de sus posibles asesinos, dio la orden a su séquito de seguridad de detenerse en el kilómetro 67 de la autopista Monterrey-Laredo porque la unidad en la que viajaba se estaba calentando por falla mecánica.Un comando armado del cártel Los Nidos esperaba dos kilómetros adelante en cuatro vehículos a que el Panemas y su cuerpo de seguridad pasaran por el lugar para emboscarlos y de esa manera asesinarlos sin darles tiempo de nada.El Torque, al saber que tardarían en reanudar su camino, por el informe que recibió de un “halcón” que seguía de cerca a el Panemas como parte de la operación, ordenó al “halcón” que se retirara del lugar para que no ocasionara sospec
El sonido del agua que caía desde la regadera sobre el cuerpo agazapado de Mario dentro del pequeño baño de aquel cuarto de motel barato, y aun con las dos manos presionadas sobre sus oídos, no podía disminuir en absoluto los gemidos de placer (seguramente falsos) provenientes de la única cama de la habitación en donde se realizaba un contrato servil erótico. Atormentado, Mario se levantó de su refugio y sin cerrar el alto grifo, salió como queriendo escapar sin ser visto.Los dos participantes de aquel encuentro sexual acordado no escucharon los pasos sigilosos de Mario cuando se acercaba al improvisado tocador.Por primera vez en su vida, la mirada que encontró Mayra en Mario fue diferente, era una mirada llena de miedo, de odio, de rencor, una mirada que jamás habría imaginado, una mirada que apenas duró escasos segundos pero que serían suficientes para darse cuenta de que sería la última vez que esas dos mira
Por primera vez en los últimos quince años, a Eva la recorrió un escalofrió letal, inerte, un dolor interminable sacudía todo su cuerpo.Era algo extraño, diferente, sabía inconscientemente que por fin su búsqueda habría terminado.La mirada de MayraMario seguía sosteniendo igualmente el arma asesina que la mirada con la misma frialdad y decisión mientras observaba la agonía de Mayra, su madre, quien sin poder hablar preguntaba, o más bien intentaba entender y poder siquiera preguntar: —¿por qué? Sentía Mayra que la vida se escapaba cada segundo que pasaba, vinieron entonces a ella, como rayos fulminantes, los recuerdos y casi de inmediato toda su precoz vida estaba frente a la muerte inminente, que estaba por llegar a modo de ironía de manos de quien ella había traído a la vida.Entre las imágenes de sus recuerdos, vio desfilar en forma vertiginosa su infancia feliz al lado de su
Joaquín se alejó del lugar por el mismo camino por donde había llegado, pero ahora con un caminar muy lento, la herida en la pierna seguía sangrando de manera copiosa, por lo que a cada paso que daba se debilitaba aún más; además, el dolor le impedía caminar de manera normal pues tenía que arrastrar la pierna.Sabía que tenía que hacer algo si no quería quedar tendido desangrado en medio de su huida.Se detuvo un minuto en una licorería, abrió la maleta, de la que sacó algunos dólares y pagó por una botella de ron, un paquete de papel sanitario, dos cajas de analgésicos y tres encendedores. Dejó dos billetes verdes sin fijarse en el precio.Lo único que quería era alejarse lo más pronto posible de aquel lugar.—¿Se siente bien, señor? —preguntó la dependienta al ver la sangre que salía de la herida de Joaquín.¿Señor, qué le ha pasado?, ¿quiere que llame a una ambulancia?No, gracias, fue solamente un accidente. –Respondió Joaquín mientras que de
La llegada al anfiteatroEl detective Ramírez ya esperaba en el hangar de la empresa de la familia Martínez de la Garza a la señora Eva, quien con paso apresurado bajó por las escalinatas de la aeronave, seguida por Esther.—Señora, debemos dirigirnos al Servicio Médico Forense —Semefo— de la ciudad, ya están esperándola a usted tanto el Ministerio Público como agentes de la Policía Ministerial para llevar a cabo todos los trámites pertinentes en caso deque…—¿En caso de qué, licenciado Ramírez?Bueno, en caso de que efectivamente se trate de Mayra, señora —dijo mientras aceleraba el paso para abrir la portezuela trasera del vehículo que los conduciría al destino con la verdad.Ya en el automóvil, Eva expresó:—Una pregunta, Ramírez.—&iqu
Regreso a MonterreyTal como lo había prometido el agente ministerial Durán, el cuerpo de Mayra fue entregado al detective Ramírez, al igual que la custodia debidamente oficializada de parte de las autoridades correspondientes de la ciudad de Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. A una hora temprana, Durán había recibido la cantidad que uno y otro habían acordado.En el hangar donde se encontraba el avión que llevaría de regreso los restos de Mayra, ya estaban esperando Eva y Esther a que el detective Ramírez llegara con el ataúd y con Mario.Después de varias horas de espera, finalmente Eva vio cómo llegó una carroza fúnebre y de ella bajaron la caja mortuoria; observó asimismo que por las escaleras que dan al patio de maniobras, descendía el detective Ramírez, acompañado del nieto de ella.—Señora, buenas tardes —saludó Ramírez.—Buenas tardes, detective, ¿por qué tardó tanto?—Señora, tuve que entregar la cantidad pactada con el
Lucía era una joven de 21 años de edad, compañera de Mario en la Facultad de Derecho en la Universidad Autónoma de Nuevo León.Ella había nacido en la ciudad de Apodaca, Nuevo León, y había quedado huérfana de madre desde su nacimiento.Nadia, su madre, había muerto por complicaciones durante el parto, y Lucía, inconscientemente, se sentía responsable de su muerte.Su padre la había dejado desde ese entonces a cargo de Martha, su nana, pues el trabajo de él no le permitía cuidar de ella por el día.Unos años después él había vuelto a contraer nupcias y últimamente se encontraba viviendo junto a su nueva pareja, en los Estados Unidos de América.Lucía, junto con su nana, se trasladó a vivir a la ciudad de Monterrey para ingresar a la Facultad. Ellas vivían en
—No lo sé, solo vi que eran tres contra uno y sentí coraje de que fueran tan aprovechados. —¿Es decir que lo hubieras hecho con cualquiera y no solamente por ser tu primo? —Por supuesto que lo hubiera hecho por cualquiera, no lo pensé, solo sentí ese impulso y actué de manera irracional, espero que no vuelva a sucederme; por cierto, te ofrezco una disculpa. —¿Una disculpa a mí, ¿por qué? —Por haberte arruinado la noche. —Para ser honesta, ya me tenían aburridas Reyna y Rocío y pues a ti no se te veía tan contento, así que no te preocupes, no me perdí de nada, absolutamente de nada bueno. —De cualquier manera, te ofrezco disculpas —respondió Mario mientras le tomaba la mejilla derecha. —¿Y qué piensas hacer —preguntó Lucía. —¿Hacer de qué? —Pues de lo que te ofreció tu primo, el diputado. —Pues nada, no pienso hacer nada, espero no volver a verlo, eso es lo que espero. —¡Pero si serás bruto Mario! —¿Por qué! &nbs