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CAPÍTULO 2 UN DIVORCIO INMINENTE

*UN DIVORCIO INMINENTE*

Kate Harris.

Estaba tratando de mantener las lágrimas a raya, pero me había vuelto tan frágil que ya estaba comenzando a odiarme.

Carl permanecía de pie frente a mí, buscando las palabras que ya sabía qué diría.

Esto era un divorcio inminente, un divorcio anunciado…

—¿Cómo te has sentido? No he podido venir porque… he tenido tanto trabajo… mi padre te manda saludos y…

Lo miré casi con odio. Había estado tan ciega.

Desde el momento en que lo vi me había enamorado como una pendeja de él. Lo había visto como si fuese el mejor hombre, pero ¿quién iba a creer que un hombre tan detallista, que me llevaba flores, y me trataba como a una reina, resultaría la peor decepción que habría tenido en la vida?

Carl Solivan era solo un espejismo. Un niño bonito y mimado que siempre conseguía lo que quería a costa de una empresa familiar, y cosas por la que no se había esforzado nunca. A sus veinte siete años era un completo inmaduro, que solo quería entrar en las piernas de las chicas que se las abrían para él sin ningún esfuerzo.

La gente que apenas lo conocía se enamoraban de él a primera vista, y es que Carl era demasiado astuto con las palabras. Además de una cara bonita.

«¿Por qué carajos me había casado con él?»

—Quiero ver a mi familia… ¿Dónde está mi teléfono?

Carl hizo una mueca, si había alguien a quien no le gustaba enfrentar, ese era a papá.

—Tu teléfono se hizo añicos… estaba esperando a que… despertaras…

Apreté mis dientes.

—¿Viniste todos los días? ¿O solo hoy?

—Por supuesto que todos los días… eres mi esposa, Kate… ¿Crees que lo que te pasó no me asustó? Dicen que demorarás mucho en recuperarte… tendrás que tomar terapias… necesitarás de mucha ayuda, así que mañana te traeré un móvil nuevo, y llamarás a tu familia…

Pasé un trago duro.

—Puedo seguir trabajando.

—Sí… —él se limpió la cara y se acercó un poco—. Eso venía a decirte… tu cuenta conmigo, Kate… tu trabajo está seguro.

Casi me le reí en la cara. Obvio que me necesitaba.

—Kate… —Carl sabía cómo manejarse, su físico de niñato y cara bonita convencía a todos—. Hay algo que… quisiera que conversáramos.

Aquí venía. Lo sabía. Maggie me había aconsejado que pareciera sorprendida, y que incluso sacara todo el provecho que quisiera en este divorcio, pero yo estaba asqueada con Carl, incluso tenerlo cerca, era repugnante para mí.

A todas las mujeres que habían engañado podían entender la sensación. Sentía que quería golpearlo, que quería gritarle, pero a la vez sabía que perdería la fuerza y el tiempo en alguien que no lo merecía.

Y lo peor de todo, es que aún sentía algo por él. Esa era la verdad.

Me recosté en la almohada en el instante, me sentía decepcionada de mí misma y de mis decisiones apresuradas. Tenía rabia conmigo misma cuando sentí que las lágrimas calientes rodaron por mis mejillas y luego, su mano encima de la mía me alertó.

—Kate… lo siento. No funcionó… esto no era lo que quería, y tú…

No quería escuchar. No quería escucharlo para nada.

—Por favor, Kate, mírame… —abrí los ojos—. Hemos cambiado mucho… tú, no sé qué pasó contigo, esa sonrisa, tu carisma, esa alegría… se esfumó, Kate. Usas esa ropa holgada siempre… parece que no tuvieras interés por ti misma… incluso… —Su cara se puso roja—. Todos dicen que no me representas… y me avergüenza, Kate.

Sonreí como si me burlara.

—Tú te has encargado de todo, Carl… te has encargado de joderme la vida…

—Kate.

—Cállate… ¿Qué vienes a decirme? ¿Quieres el divorcio para casarte con Ashley? ¿Y cuánto durará? Porque estoy segura de que no mucho. Hazte un favor, no te cases nunca más y no le jodas la vida a las mujeres…

Carl arrugó el ceño y pasó un trago dejando mi mano.

—¿Maggie te dijo algo?

—¿Maggie? ¡Todo el maldit* edificio sabe sobre nuestra vida! ¿Qué esperas?

Carl se puso serio.

—Tienes una actitud de mierd@, Kate…

—¿Sí? ¿Y qué esperabas? ¿Qué te aplaudiera? O prefieres que te diga que me encanta ver cómo coges con todas las mujeres de la empresa mientras yo soy el hazmerreír de la gente…

Hubo un silencio largo, y Kate negó, pero Carl se acercó otro poco

—Te quiero, Kate… pero ya no hay nada entre nosotros… —Volví a reír.

—Vaya forma de querer…

—No vas a estar sola. Quiero que continúes trabajando para nosotros… yo te quiero como persona, Kate, me has apoyado mucho y eso nunca lo olvidaré. No te dejaré sola, lo prometo. Te recuperarás de esto, volverás a ser esa chica que conocí… pero por ahora, lo mejor es que nos separemos. Yo… realmente quiero otra vida…

Cerré los ojos. En estos momentos no podía poner mi orgullo de primero   rechazando el trabajo. Ni siquiera sabía cuánto tiempo iba a tomar para recuperarme, y dinero es lo que iba a necesitar de ahora en adelante.

Así que llamar a mi padre para decirle que necesitaba dinero no era una opción, no iba a ofenderlo de esta forma.

—Un abogado va a visitarte, Kate… por favor, colabora conmigo, esto es lo mejor para los dos… podemos tener acuerdos, tú podrías salir beneficiada…

No supe por cuanto tiempo mantuve los ojos cerrados, pero cuando los abrí, él ya no estaba delante de mí.

Me moví un poco cuando una enfermera tocó mi hombro para despertarme y vi mi cuerpo desnudo unos minutos después cuando vinieron a bañarme.

Al día siguiente llegó el abogado mientras una enfermera peinaba mi cabello mojado, y ella se quedó estática cuando él se presentó.

—Señorita Harris… —Ese era mi apellido de soltera, y el hombre se estaba metiendo en la película que le había pintado Carl—. Mac Weber, aquí presente…  Imagino que sabe por qué estoy aquí…

—¿Quizás porque tengo motivos para dejar a mi marido en la calle, por sus constantes infidelidades y puedo alegar quedarme con todo?

Me encantó ver su tono gris en el rostro y cómo su postura cambió. Sin embargo, después de una hora estaba firmando los papeles para conciliar el asunto del divorcio. Una pequeña cifra se depositaría en mi cuenta, y seguiría trabajando en las empresas Solivan hasta que yo misma decidiera renunciar.

—Bien, solo queda que el señor Solivan firme, le enviaré las copias… no se preocupe…

El mismo abogado me dejó un teléfono nuevo, y cuando lo encendí configurando mis cuentas, directo a marcarle a mi padre, me detuve al pensar que no quería llamarlo para decirle “Fracasé”.

Dejé el móvil a un lado y miré mi mano. Aún tenía el anillo y sollocé con fuerza, pero no podía quedarme aquí en esta condición, y ya no sería más “Kate, la niña buena…”

En los días siguientes contraté un terapeuta, y aunque me sacaba las lágrimas, me esforcé por recuperarme mientras trabajaba desde casa, un piso que renté por supuesto, llegar a la casa que me recordaría mi fracaso, era enviarme nuevamente al abismo.

Envié solicitudes para un nuevo trabajo y me interesé por aquellas que estaban fuera de Nueva York, de Estados Unidos, y de todo lo que me recordara el pasado.

Después de meses de terapia, me miré al espejo sabiendo que era hora, viendo un inminente cambio en mi aspecto físico, al menos eso serviría por ahora. Había aceptado una solicitud en línea y tenía los boletos y documentos en mi mano, cuando alguien llegó por mis maletas para llevarme rumbo al aeropuerto y así viajar a Vancouver, mi nuevo lugar de trabajo, y de vida.

En el momento en que llegué al aeropuerto, había una situación, mi vuelo estaba demorado y había una fila muy larga. Alegué que tenía una situación de trabajo, checaron mis documentos, y aunque pareció un poco extraño, fui pasada a otra sala donde el ambiente cambió drásticamente.

—Señorita… debe pasar ahora mismo, su avión está casi saliendo.

Me levanté con presura, tomé mi maleta de mano, donde no llevé mucho y arribé el avión.

En el momento en que despegó mi vuelo y el piloto dio las instrucciones, me giré cuando una familia de asiáticos, comenzó a hablar en coreano con su niño de cinco años.

Entonces sonreí, y me puse cómoda para mi destino…

 Pero en unas horas cuando desperté de una siesta y escuché que ya estábamos a punto de aterrizar, mi piel se erizó cuando el piloto dijo:

“Bienvenidos a Corea del sur”

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