CAPÍTULO 4 MENTIRA PIADOSA

*MENTIRA PIADOSA *

Kate Harris.

Mis pies parecían pesar toneladas mientras avanzaba hacia la imponente puerta que se abría ante mí. Cada latido de mi corazón resonaba en mis oídos, casi ahogando el sonido de mis propios pasos. ¿Cómo había llegado a este punto? ¿Qué estaba pasando realmente?

El hombre que me había escoltado hasta aquí permanecía a mi lado. Su expresión imperturbable, como si estuviera acostumbrado a situaciones como esta, seguía a mi lado, y luego me frené al ver a un hombre alto, con un cuerpo atlético, y de traje, que estaba de espaldas a nosotros.

De frente, había una vista impresionante. No sé exactamente en qué piso estábamos, pero todo se veía demasiado azul.

El hombre a mi lado carraspeó, y luego ese hombre, se giró.

Me quedé estática. Mis labios se despegaron y por un momento retuve el aliento cuando esa mirada rayada en una línea, me observó.

Las facciones del hombre eran perfectas. Debía tener más de treinta y cinco años, el traje que tenía se amoldaba a su cuerpo que veía trabajado, y por primera vez en mi vida, un hombre asiático me pareció más atractivo de lo que hubiese imaginado.

Había algo en su mirada negra que te instaba a saber por qué sus facciones eran tan secas, y cuando frunció su ceño, solté el aire.

Sin duda alguna, ese hombre transmitía una confianza avasalladora, elegancia, y mucho poder.

—¿Señorita Harris? —Como una tonta asentí, la mano que tenía en su bolsillo, salió y luego dio dos pasos para detenerse—. Bienvenida…

¿Yo? Pero ¿por qué?

—Gracias… —¿Qué esperaba para decirle?

¡Kate dilo ya! ¡Dilo ya!

—Siéntese, por favor… —El hombre a mi espalda me acercó el asiento, y el señor King, con solo una mirada, le dio una indicación al hombre.

Porque escuché la puerta cerrarse. Incluso de tonta, me giré, pero sentiría el verdadero terror cuando girara la cabeza de vuelto.

Estaban esos mismos ojos rayados y enigmáticos.

—Permítame presentarme, soy el primer ministro de Corea del Sur…

No extendió su mano ni nada, ahora mismo estaba sentado en su silla, recto, con una postura perfecta. Así que me erguí.

—Sí… eso leí en la puerta.

Mi mente estaba en pleno caos. Y además… ¿Por qué no le decía ya mismo que esto era una confusión?

El silencio se extendió en la lujosa oficina mientras el primer ministro me observaba con atención, como si pudiera leer cada pensamiento que pasaba por mi mente tumultuosa. Mis manos temblaban ligeramente mientras luchaba por mantener la compostura frente a esta situación surrealista.

—¿Señorita Harris? ¿Está bien? —abrí la boca, era el momento de hablar, pero en ese preciso segundo, mi teléfono comenzó a sonar, y tenía todo el volumen de llamadas.

Tanto el señor King como yo miramos el teléfono y noté en la pantalla que la misma gerente de la empresa estaba llamándo, precisamente en ese momento.

—Yo… lo siento… es…

—Atienda… —me señaló la terraza y rápidamente me levanté deslizando el dedo por la pantalla.

—¿Señorita Harris? —cerré los ojos cerrando la corrediza detrás de mí.

—Si… hola…

—¡Señorita Harris! ¡Esto es un desastre!

—¿Qué? —pregunté casi como un susurro mientras en el otro lado, esa mujer parecía consternada.

—Hemos cometido un error… un error gravísimo…

—Dios… ¿Qué pasa?

—¿Ya ha llegado donde el señor King?

—Sí… estoy aquí mismo… pero… ¿De qué se trata? Se suponía que iba a Vancouver.

—¡Hemos confundido las solicitudes! De hecho, mi asistente lo hizo… mandó sus documentos a la solicitud de Corea, y la otra persona que debía estar en Corea, a Vancouver… mi jefe me matará.

Tapé mi boca y negué

—Oh, Dios… sí que es un desastre. Pero… ¿Qué se supone que soy aquí?

—Es el mismo ejercicio, señorita Harris, solo que no debía estar allá… sino en Vancouver… con el señor Smith, en una empresa…

Pasé un trago y solté el aire.

—¿Y entonces? ¿Qué debo hacer? ¿Regresar?

—No por favor… habrá un despido masivo, se lo pido, asuma el cargo.

—¿Qué? —mis ojos se abrieron como platos—. Pero… ¡Es un ministro! No tengo nada que ver con los gobiernos… ni siquiera sé de sus leyes…

—¡Oh, Dios! ¿Cree que pueda contactarla con la persona que iría en vez de usted… para que podamos resolver…?

—Será doble trabajo para ambos… porque imagino que también tendré que darle información a esa persona.

—Por favor, señorita Kate… tratemos de solucionar esto. Sería un desprestigio para nuestra empresa… mi compañera y yo podemos perder nuestros trabajos… por favor…

Kate se mordió el labio y miró hacia adentro, el hombre estaba tecleando su portátil.

—Ok… haré lo que pueda… pero no prometo nada. De plano, esto no es correcto… gracias, señorita Harris, le estaré enviando todas las novedades, además de que la contactaré con su compañera…

Finalicé la llamada y me toqué la frente. Esto definitivamente podía darme problemas, y de eso mismo estaba huyendo.

Regresé a la oficina con cara de tonta y luego sonreí como si tuviera el toro por los cachos.

—Lo siento, señor King… era de la empresa con la que ustedes hicieron conexión.

El hombre no se inmutó a mi pegachentería; al contrario, frunció el ceño.

—¿Hay algún problema?

Negué rápidamente.

—No… solo querían confirmar si estaba aquí, y enviarme unas… cosas para llenar.

El señor King asintió y tomé asiento con otra sonrisa.

—Bien… entonces… —él me pasó un iPad y luego un paquete de copias—. Imagino que ya leyó la carpeta que envié al correo… la normativa, el protocolo, los pasos a seguir…

Pasé un trago inminente y asentí.

¿Qué más daba?

—Sí, señor… muy bien, señorita Harris… desde ya debe hacer un plan de conexión, sobre todo con los países con los que tenemos relaciones, y debe pasarme un informe por la mañana… —El señor King se levantó—. Están habilitando una oficina para usted… de todas formas, no será muy necesario.

¿Por qué no?, me pregunté, pero no lo expresé.

Asentí, tratando de mantener la calma mientras absorbía cada palabra que salía de los labios de uno de los hombres más poderosos de Corea del Sur y luego lo vi arreglando sus mangas.

—Pasado mañana tendremos nuestra primera entrevista como comienzo del proceso electoral, y me gustaría mucho que el país sepa que, a mi lado, hay una persona que sabe lo que hace…

El corazón me martilleaba en el pecho mientras procesaba la información.

—Ahora debo irme, señorita, Harris… en el iPad encontrará una lista detallada de todos los contactos que necesita, aunado al mío… llámeme si tiene una duda… o pregúntele a mi asistente…

Mis pensamientos giraban en un torbellino mientras intentaba procesar toda la información. ¿Podría realmente desempeñar un papel tan importante en un proyecto de esta magnitud? ¿Estaba lista para enfrentar los desafíos que vendrían con él? O tenía que levantarme de aquí, decirle al señor King que esto se había convertido en una mentira, y correr mientras pudiera…

—¿Todo bien, señorita Harris?

Pasé varios tragos, y sí, ya no había vuelta atrás cuando asentí.

—Ninguna, señor King… me pondré a trabajar ahora mismo… —El hombre me miró, y sus ojos se rayaron aún más, como si fuese a soltarme una piedra.

En momento apretó su mandíbula, y luego asintió.

—Perfecto… que tenga una buena jornada.

Una cosa era segura: O yo era una excelente actriz de Hollywood o este hombre me había hecho creer que lo era.

Sin embargo… ¿Cómo podía ser el señor King tan perfecto?

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