LA PROPUESTA DEL SEÑOR KING
LA PROPUESTA DEL SEÑOR KING
Por: Maria Pulido
CAPÍTULO 1 EL ACCIDENTE QUE LO CAMBIÓ TODO

*EL ACCIDENTE QUE LO CAMBIÓ TODO*

Kate Harris.

Necesitaba tener un respiro. Era tan necesario salir de este edificio, o iba a arrojarme por el décimo piso donde Carl me había metido como si fuese un bicho que quisiera esconder.

El trago grueso aún no bajaba por mi garganta y me abracé a mí misma porque, aunque tenía ya dos años en Nueva York, esta ciudad no había entrado en mi corazón de ninguna manera. Su estado gris y frío solo servía para aumentar más mi ansiedad que se había generado desde que me casé, y sobre todo mi ánimo que cada vez caía más al suelo.

El teléfono vibró en mi chaqueta y me apresuré a tomarlo; sin embargo, la decepción llegó pronto cuando fue Maggie la que apareció en la pantalla del teléfono.

—Magg…

—¡Kate! ¿Dónde estás? —negué mirando hacia una cafetería en la esquina.

—Necesito un café…

—¿Café? ¡Kate… aquí hay un lío por todo lo alto! Aun no entiendo cómo pueden ser tan descarados. Esa tipa, Ashley, le está montando una escena de celos a tu marido… ¡¿puedes creerlo?! ¿A tu marido?

Intente pasar la saliva. Para nadie era un secreto que Ashley, la de recursos humanos, era la amante de Carl, y lo peor de todo, es que no lo disimulaban.

Nunca debí salir del pueblo en que nací, en Texas, del seno de mi familia, ni de los consejos de papá cuando me dijo que Carl solo era un hijo de put@.

Apreté mis dientes y me pregunté si aún habría tiempo de remediar todo esto. Apenas tenía dos años de casada y veintitrés años de edad. Sin embargo, dos años habían bastado para conocer todo lo que no quería en la vida y Carl Solivan, mi esposo, era como mi propio infierno.

En medio de mi corazón acelerado, me di la vuelta, ya no se me generaban lágrimas y por eso tenía este tipo de sensación en el cuerpo.

Una ansiedad que no cesaba nunca.

—¿En qué piso están? —pregunté al final.

—En el quinto… el señor Solivan, vegete, está interviniendo… pero parece que la susodicha alega que tu marido, está follando con la secretaria… ¡Dios Kate, ¿en dónde te has medito con este hombre?!

Sentí que la garganta se me cerró en el instante y rápidamente las ráfagas de los recuerdos, golpearon a mi mente ese día en que Carl me dijo que se quedaría con Lindsay a trabajar hasta tarde, porque debía entregarle cuentas a su padre al día siguiente.

Era un miserable, y lo peor de todo, es que todos se burlaban de mí por su culpa.

Había sido una niña prodigio, mi padre invirtió demasiado dinero para aprender varios idiomas, y, sobre todo, para meterme en el mundo de las relaciones públicas. Quizás eso había atraído a Carl, porque yo le había conseguido tantas conexiones como las que nunca hubiese podido tener.

—¿Kate? ¿Kate? ¿Estás allí? ¡Oh, por Dios!, esta mujer está diciendo que se va a lanzar del edificio!

—¿Qué?

—Kate… se va a lanzar…

Mi corazón se aceleró y retrocedí dos pasos para mirar al gran edifico Solivan Inc. Evidentemente había un tumulto de gente arremolinada en la terraza y podía ver a Ashley que estaba en las barandillas gritando como una loca.

Dejé caer el teléfono en el bolsillo de mi abrigo y retrocedí todo lo que pude hasta que el sonido de unos frenos chirriando sonó en mis oídos, luego sentí un impacto tan fuerte mientras todo mi cuerpo se suspendió en el aire y di contra algo que crujió.

Por un momento todo se detuvo, el sonido en mis oídos se hizo cada vez más lejano y, aunque intenté parpadear o tomar el aire, todo en mí se desvaneció de pronto…

***

Tic…

Tic…

Tic…

Mi cabeza quería explotar cuando intenté abrir los ojos. Estaba un poco desorientada, y me dolía absolutamente todo.

En el momento en que pude observar a mi alrededor, estaba en una habitación, los aparatos médicos monitoreaban mi pulso, y uno de mis brazos estaban conectados a unos cables.

Había tenido un accidente. Lo recordaba.

Intenté moverme en el momento, pero sentía que tenía todos mis huesos quebrados. Antes de casarme solía ser una chica activa, pero luego me había sumido en el trabajo y había ganado un poco de peso, así que mi forma, ni mi condición física, era la misma.

Tomé el aliento para alcanzar el botón de las enfermeras y me dolió la cabeza cuando esa pequeña alarma resonó en la habitación.

—Buenos días… —una enfermera se asomó un poco curiosa con una pequeña sonrisa—. ¿Cómo se siente señora Solivan?

Apreté mis dientes y afirmé.

—Creo que bien… —ella apretó la boca y soltó el aire.

—Bueno… tendrá que quedarse aquí por un tiempo.

Mi ceño se frunció y a lo que intenté sentarme, vi mis dos piernas vendadas metidas en escayolas. La ansiedad y ese estrés repentino volvió mientras sentí una agitación inminente.

—¿Qué ocurrió?

—La atropellaron… realmente… tuvo mucha suerte…

«¿Suerte?», me pregunté todo el tiempo.

—¿Dónde está mi esposo? —ella volvió a dudar y negó.

—No lo sé…

—¿Han llamado a mi familia? —ella volvió a negar.

—Lo siento… pero no tengo esa información… ¿Le parece si espera que vuelva la persona que está a su cargo?

Mi ceño se frunció de nuevo y luego la ira me golpeó de forma ruda.

—¿Qué dice? ¡He tenido un accidente! Es obvio que quiero a mi familia aquí… ¡Deme mi teléfono! —la enfermera se puso nerviosa y retrocedió un paso.

—Lo siento, de verdad… no sé dónde está su teléfono… déjeme llamar al personal indicado, vendrán a atenderla…

Mi cabeza cayó en la almohada mientras las lágrimas caían por mis mejillas. Intenté mover mis piernas, pero fue en vano. El dolor era demasiado y estaba totalmente impedida de hacer algo por mí misma.

Literalmente me arrastré un poco en la cama, pero en el momento en que eché mi brazo hacia la mesilla, un dolor intenso traspasó mis costillas, y me caí de golpe al suelo.

—¡Kate! —la voz de Maggie corriendo hacia mí solo me hizo sollozar—. ¡Por Dios, Kate! ¿Qué hiciste? ¡Enfermeros! Ayuda…

—Magg… ¿Dónde está Carl? ¿Qué está pasando?

Los enfermeros entraron en el momento y me ayudaron a subir a la camilla, mientras Maggie parecía sorprendida. Y en el momento en que ellos le dieron la indicación de que no podía moverme, Maggie les aseguró que estaría bien.

—Kate… han pasado tres días, amiga… he venido a verte todos los días… solo un poco de tiempo por el trabajo. No despertabas y…

—¿Tres días? —estaba totalmente perdida en el tiempo.

Maggie asintió y luego se acercó para tomarme la mano.

—Intenté decirle a tu marido que llamara a tu familia, pero se negó a hacerlo… dijo que esperaría a que despertaras, pero todos hablan en la oficina…

Pasé un trago duro y negué.

—¿Qué dicen?

Maggie bajó el rostro y negó.

—No mereces nada de eso, Kate… tú no…

—¿Qué dicen? —volví a preguntar mientras me temblaba la mandíbula.

Maggie me miró con los ojos bien abiertos, y luego lo dijo:

—Dicen que Ashley anda presumiendo… que Carl le prometió un divorcio… Parece que… el maldit* se va a divorciar de ti…

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