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LA PREPAGO
LA PREPAGO
Por: YUSS PALACIO
EL INTERCAMBIO

Mi vida siempre estuvo llena de miseria y crueldad, sufría porque quería salir de esa agonía, sufría porque tenía hambre pero si lloraba o me quejaba recibía una golpiza como castigo; así que aprendí tragarme el dolor y el sufrimiento cuando tan solo tenía 12 años. Aún así en mi interior seguía gritando y llorando desesperada, hasta que a mis 17 años el que era mi padre me vendió al dueño de un prostíbulo. 

Estuve en shock durante horas, una mujer me maquillo y me vistió de forma provocativa mientras yo solo miraba mi reflejo en el espejo completamente estupefacta. Después de unos minutos estaba en un cuarto de luces rojas con un hombre mayor desnudo, su barriga protuberante ni siquiera lo dejaba caminar, por eso creo que llevaba un bastón al andar. Su mirada lasciva recorría mi cuerpo de adolescente; recuerdo haber reaccionado en cuanto su mano me tomó del brazo, y empecé a luchar con todas mis fuerzas mientras él intentaba desvestirme. 

Un sonido contundente se escuchó en la habitación, mi mejilla empezó arder y justo en ese instante sentí como algo se quebró dentro de mí. Todo dejo de doler, y dejo de importarme ser una buena persona; entendí que estaba en un mundo cruel y que así debía comportarme. 

Desde ese día mi vida perdió sentido. Sentía que sobrevivía en vez de vivir, pero llegó él y lo cambió todo; cambio mi forma de ver la vida y de ver a los hombres. Me enseñó que soy más que un cuerpo provocativo y una cara bonita, me enseñó a que no todos los hombres son iguales; por él volví a creer en el amor y eso terminó por destruirme… 

—Raquel muchas gracias, es una hermosa blusa pero no creo que sea mi estilo —pronuncié observando la prenda formal, la cual gritaba “Soy una dama decente” y yo estoy lejos de serlo. 

—¡Hey! No siempre tienes que vestir como una… 

—¿Cómo una p*ta? —le pregunté riéndome de mi miseria mientras eché a un lado la blusa que me regaló Raquel y encendí un cigarro. 

—Conste que yo no lo dije, lo dijiste tú, pero ya te lo he dicho, de p*tas todas tenemos un poco —manifestó haciéndome reír, luego se tiró a mi lado en la cama mientras le daba grandes caladas a su cigarro. 

Raquel es la única amiga que tengo que no es pr*stituta, prepago, mujer de la vida alegre, como gusten llamarme. 

Lo contrario a mi, Raquel es hija de mami y papi, vive entre lujos desde que nació, ya que su padre y madre son empresarios; si mal no estoy, creo que su padre es dueño del mejor hospital de aquí de Miami. 

Quien supiera cuál es mi ocupación, rápidamente se preguntaría, qué hace una chica cómo yo, con una chica de sociedad y de buena familia como Raquel. La respuesta es quizás la menos interesante.

Raquel como casi todas las niñas que lo tienen todo, les gusta experimentar de todo para no aburrirse, así que; hace como un año, Raquel fue al pr*stíbulo en el que trabajo, estaba con un grupo de “amigos” y ella era la única chica entre ellos, lo cuales eran cuatro; su mesa estaba muy cerca del escenario en dónde yo estaba bailando de manera sensual para complacer la vista de cientos de hombres, ella se levantó de su silla y esos cuatro asquerosos aprovecharon para echar un polvo blanco en su bebida, el cual se disolvió con facilidad. 

No me considero experta, y tampoco las consumo para tener experiencias con ellas, pero he vivido en este ambiente la mayor parte de mi vida, así que podría jurar que en esa bebida echaron éxtasis en polvo. 

Sabía cuáles eran las intenciones de esos imbéciles, así que en cuanto bajé del escenario la busqué, y la intercepté cuando iba saliendo del baño; después de contarle lo que ví planeamos juntas una manera de vengarse de esos cuatro, hablamos con Camilo, el hombrecito que siempre vende la droga en el pr*stíbulo y después de seducirlo lo no fue difícil que nos entregara un poco de LSD. 

Minutos después los cuatro “amigos” de Raquel, empezaron a bailar semidesnudos delante de todos, los guardias los sacaron y al salir corriendo por toda la calle, se los llevo la policía por alteración del orden público, exhibicionismo y faltas a la moral. Y Así nació nuestra amistad… 

—Raquel, si tus padres entran aquí se darán cuenta que no estás estudiando —mencioné mientras ambas mirábamos el humo en el aire. 

Se ríe, —¡Hey! Hace poco regresé de París, merezco un p*to descanzo —espetó. 

—¡Ay, Raquel, conmigo no intentes fingir! Sé que dejaste la universidad hace varios meses… 

—Shh —murmuró mientras se reía y colocaba su dedo índice en mis labios— Ni lo menciones, además recuerda que le dije que tú eres una compañera de clases así que si algo finges. 

—Tienes 25 años, ya deberías sentar cabeza —le dije quitando su dedo de mis labios. 

—¿¡Qué!? ¿¡De verdad me dices eso!? No me digas que ahora te convertirás en mis padres y me dirás qué debo casarme. 

—Yo no hablaba de eso Raquel, solo pienso que tienes la oportunidad y los recursos, deberías terminar de estudiar y ser alguien en la vida, créeme que la juventud no es para siempre y pasándola de fiesta no es la mejor opción para vivir esa etapa —expresé mirando fijamente el techo, mientras deseaba tener la vida de mi amiga, y no hablo de sus lujos, sino de tener una familia. 

—Ya sé que lo dices porque tú no tuviste oportunidad de nada pero que pesada te pones cuando dices esas cosas, hablas como una anciana y apenas tienes 26. 

—Después de todo lo que he vivido, tal vez mentalmente tenga 80 —respondí. 

—Bueno, señora ochentera y muy madura —empezó diciendo e hizo una pausa para quitar el cigarro de mi boca— No deberías dar concejos mientras fumas uno de los productos más cancerígenos que existen. 

Ambas reímos y seguimos fumando mientras miramos hacia el techo. 

La vida a veces es demasiado irónica. Yo no elegí tener una vida de m*erda sin ningún futuro,pero tuve que resignarme a ella, y Raquel que nació en cuna de oro, quiere llevar una vida de m*erda por simple diversión. 

—¡Oh por dios, lo olvidaba! —exclamó sentándose en la cama para así mirarme— ¡Tienes que ayudarme Raven, no puedes negarte! 

—¿Qué te traes ahora? —le pregunté con suspicacia. 

—Bueno como sabes mis padres están buscándome esposo, así que me han hecho citas a ciegas con cuánto hijito bien y mal portado, de sus amiguitos han visto, y precisamente hoy tengo una cita con uno de ellos; por favor te lo suplico, haste pasar por mí y ve tú —me rogó con sus manos juntas a modo de plegaria. 

—¿¡Estás loca!? —exclamé sorprendida— ¡No lo haré! 

—Por favor Raven, es la primera y la última vez que te lo pido, por favor —insistió de rodillas sobre la cama. 

—No, ya dije que no y punto —me negué rotundamente— Yo jamás podría fingir ser tú, he visto como te comportas frente a las demás personas de tu misma clase social, destilas educación, elegancia y clase, yo lo único que sé es bailar en un tubo y c*ger, así que olvídalo. 

—No seas así Raven, solo irán a tomar un café en una cafetería, eso me dijeron mis padres. 

—¡Dije no! Además ¿Por qué no puedes ir tú? 

—Porque acabo de regresar y me muero de ganas por ir a c*ger con Camilo, me invitó a su nuevo apartamento. 

—El cuál imagino, se compró vendiendo dr*ga —murmuré con desagrado. 

—Dirás lo que quieras, pero está buenísimo y c*ge como los dioses. 

—¡Es un narcotraficante! —susurré con enfado. 

—Pero solo un poco, además ¿De que hablas? Tu te has acostado con muchos narcos. 

—Pero porque me toca, y es asqueroso, ellos no son buenas personas Raquel. 

—Es mi vida Raven, solo respóndeme si vas a ayudarme o no —dijo con enfado. 

Suspiré, —Hoy tengo que ir a trabajar —me excusé. 

—Pero en la noche, y la cita es —mira el reloj, el cual dice que son las 3 de la tarde— ¡Mierda, es en una hora! —exclamó sorprendida— Tenemos que cambiarnos, usarás uno de mis vestidos —anunció tomando mi mano para después jalarme hacia el tocador. 

Después de 40 minutos terminamos de arreglarnos y bajamos hasta la sala para que Raquel se despida de sus padres e irnos. 

—Bueno mami y papi, ya nos vamos —avisó Raquel a sus padres, quienes están sentados frente al otro mientras leían un libro tomados de la manos. No puedo evitar pensar en si alguna vez yo podré estar así con alguien que me ame más allá de mi cuerpo. En el mismo instante en que lo pensé, también me burlé de mi propio pensamiento. Hace mucho entendí que la vida solo tenía m*erda para mí. 

—¿Irán juntas? Porque no creo que al hijo de los Campbell, le guste —pronunció la señora Davis, madre de Raquel. 

—No se preocupe, señora Briana, yo no iré a la cita, solo que ya la conoce e insistió en que nos arreglaramos juntas —aclaré con una sonrisa fingida. 

—¡Ah, okey! Pues quedaron hermosas, tú también deberías ir a una que otra cita Raven —mencionó. 

—Si jovencita, no todo puede ser estudiar —agregó el señor Javier, padre de Raquel. 

—Tomaré su consejo —pronuncié lo que claramente era una mentira. 

—Bueno ya dejen de acosar a mi amiga, nos vamos, los quiero —expresó Raquel mientras le daba besos en la mejilla a sus padres para despedirse. 

Minutos después ya estábamos en el auto de Raquel y luego  me dejó una cuadra antes de llegar a la cafetería. 

—Esto es una locura —pronuncié un poco nerviosa. 

—¡Ya amiga, relájate! Solo tienes que tener una charla con “el niñito bien portado” llamado Bruce y listo —masculló. 

—¿Por qué le dices así? Eres bastante despectiva y condescendiente cuando hablas de él, ¿Acaso lo conoces? 

—Claro que no pero si he conocido a los de su tipo, o sea el hombre tiene 28 años y ya es uno de los mejores médicos cirujanos del país, por eso a mis padres les obsesiona que me casé con él, porque ellos quieren dejarlo a cargo del hospital, pero quieren que todo quede en manos de la familia, así que quieren hacerlo su yerno —explicó mientras se aplica labial con ayuda del retrovisor. 

—Bueno como sea, no creo que sea diferente a todos los hombres con los que trato a diario, seguramente cuando me vea lo primero que va hacer es mirarme los pechos y cuando me de vuelta me mirará el trasero, lo típico —dije con fastidio y bajé del auto después de despedirme de Raquel. 

En cuanto crucé la puerta de la cafetería, varios de los hombres allí se quedaron observándome sin importarles que tuviesen a su pareja al frente, incluso una de ellas le dio una bofetada a su novio y empezaron a discutir. 

«La falsedad del amor» pensé mientras soltaba un suspiro de decepción. 

Miro hacia todos lados buscando a un hombre solo sentado en una de las mesas pero hay tres en esa misma situación, así que imagino que debo preguntar pero en cuanto doy el primer paso alguien choca con mi espalda. 

—Lo siento no fue mi intención —dijo detrás de mí una voz profunda y masculina, la cual hizo que mi corazón diera un salto. Al voltearme para conocer la cara del distraído, mi piel se eriza por completo en cuanto sus ojos color ámbar se cruzan con los míos. 

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