¡Un ataque!

Goldhaven estaba en silencio. La ciudad dormía bajo un manto de tranquilidad inusual, y esa calma se extendía por los corredores de piedra fría del castillo, alcanzando incluso a los guardias apostados frente a la alcoba del Rey Alfa Ulrich. La luz pálida de las antorchas parpadeaba suavemente, proyectando sombras alargadas en las paredes, mientras los párpados de los guardias pesaban de sueño, casi cediendo al agotamiento.

Fue entonces cuando las puertas detrás de ellos se abrieron con un chasquido bajo. Ambos se giraron de inmediato, con la mano en la empuñadura de sus espadas, pero lo que los alcanzó no fue una hoja. Una voz femenina, firme y fría, resonó en el aire:

"Aeteris Vim Accipio."

Dos esferas de luz azulada cortaron el aire antes de que pudieran reaccionar, impactándolos en el pecho. Sus cuerpos cayeron pesadamente sobre el suelo de piedra, inconscientes. En el umbral de las puertas, emergió Phoenix. Sus ojos brillaban con una luz plateada, la energía mágica aun titilando
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