Phoenix sintió cómo la tensión en el aire crecía mientras Ulrich comenzaba a presentar a las figuras imponentes frente a ellos. Se esforzaba por mantener una expresión neutral, pero no podía apartar la ansiedad que el nombre de Seraphina había provocado. Ulrich, firme como una roca, parecía medir cada palabra y movimiento, pero Phoenix podía notar los sutiles signos de su tensión: la rigidez en su mandíbula y la mirada alerta. Ulrich cruzó los brazos y asumió un tono aún más autoritario. "Permítanme presentar a mi reina, Phoenix." Indicó a Phoenix con un gesto breve pero respetuoso. Ella inclinó ligeramente la cabeza en señal de saludo, intentando ignorar el torbellino de pensamientos en su mente. Ulrich señaló al hombre alto, de cabello castaño claro y porte elegante. "Este es el Duque Halwyn Wentworth." El duque se inclinó en una reverencia formal, su mirada perspicaz fija en Phoenix por un breve instante antes de volver al rey. Ulrich dirigió la mirada a la mujer rubia al
Ulrich se mantuvo firme, observando a cada uno de los presentes en el despacho con la postura imponente de un rey que tenía el control absoluto de la situación. "Fred Barrowgold ha sido encargado de comunicarse con todas las ciudades del reino para obtener información sobre el paradero de las jóvenes y de Nicholas Dunne, quien era el principal responsable de traerlas a salvo", declaró Ulrich, su voz resonando como una espada contra el tenso silencio. "Pero hay algo que deben entender. Están enfocándose en la persona equivocada. Nicholas Dunne puede haber fallado, pero no es el verdadero causante de todo esto." El conde Cedric Harrington entrecerró los ojos, su expresión cargada de desconfianza. "¿Y quién sería, entonces, el culpable, majestad?" Ulrich se enderezó, su mirada fría como el hielo. "El rey Lucian." El nombre fue como una explosión en la sala. Una ola de murmullos estalló entre los nobles presentes mientras intentaban procesar la acusación. "Eso es imposib
Ulrich señaló a los otros dos hombres en la sala, el Conde Cedric Harrington y el Duque Halwyn Wentworth."Tú, Cedric y Halwyn, se quedarán conmigo aquí para trazar una estrategia. Necesitamos determinar el paradero exacto de la comitiva y descubrir dónde fueron interceptados. Hay puntos críticos que deben investigarse."El Duque Halwyn asintió de inmediato, mientras Cedric, con la mandíbula tensa, respiró profundamente y asintió con un movimiento contenido.Entonces, Ulrich se volvió hacia Phoenix, que permanecía junto a la Condesa Aria Harrington y la Duquesa Elysia Wentworth."Phoenix," dijo él, con un tono ligeramente más suave, "busca a Vivian, la esposa de Fred, y pídele que prepare los aposentos para que la Duquesa Elysia y la Condesa Aria puedan descansar."Antes de que Phoenix pudiera responder, la Condesa Aria alzó la voz, firme y decidida."Yo no quiero descansar, majestad," declaró. "Quiero buscar a mi hija."Ulrich mantuvo la calma, pero su expresión se endureció. Dio un
"Me enteré de eso," dijo Phoenix, con un tono que adquiría un matiz de empatía. "Que todas ustedes fueron obligadas a tener una pareja destinada... para sentir en carne propia lo que hicieron." Aria levantó la mano, y la chimenea en la habitación se encendió. "Esa es solo una parte del castigo," explicó. "La otra es que solo podemos tener hijas con nuestras parejas. Para sentir lo que la Diosa sintió al perderlas. Cada una de nosotras tuvo una hija. Isolde tuvo a Isadora, Lyanna tuvo a Genevieve, yo tuve a Seraphina... y Ruby te tuvo a ti. Todas sabíamos cuánto sufriríamos por ellas. Al igual que Ruby debió haber sufrido cuando Ulrich te arrebató de ella." Phoenix bajó la mirada. "Mi madre ni siquiera vio cuando Turin me llevó. Ulrich envió al beta, Turin, quien me atrapó en el bosque. Creo que murió sin saber qué me pasó." "Tal vez," murmuró Aria, "pero sin duda Ruby sintió tu pérdida hasta el último instante." El silencio llenó la habitación por un momento, antes de que
Phoenix siguió a Vivian en silencio por los pasillos hasta que llegaron a los aposentos que compartía con Ulrich. Vivian hizo una reverencia discreta antes de retirarse, y Phoenix abrió la puerta, sintiendo una mezcla de expectativa y ansiedad. Dentro, Ulrich estaba sentado en el sofá, con una copa de vino en la mano, la mirada fija en la chimenea encendida. Al verla entrar, levantó la vista y una pequeña sonrisa apareció en sus labios. "Me llamaste," dijo Phoenix mientras caminaba hacia él. "Sí," respondió Ulrich, inclinándose para dejar la copa sobre la mesa frente a él. "Necesitamos hablar." Phoenix se sentó a su lado, observándolo atentamente. "¿Qué sucede?" Ulrich respiró hondo antes de responder. "Mañana, Cedric, Halwyn y yo partiremos. Hablamos y estamos de acuerdo en que la mejor forma de descubrir qué pasó con Nicholas y los demás es recorrer el camino que ellos debían haber tomado. Vamos al estrecho de Pritchard." La preocupación se reflejó en el rostro de Ph
El cielo aún vestía los colores profundos del amanecer cuando la comitiva cruzó las puertas de la ciudad. El frío del aire matutino parecía morder la piel, pero nadie se quejaba. Todos estaban tomados por la tensión del momento. Ulrich lideraba el pequeño grupo, su presencia emanando autoridad. A su lado, Phoenix caminaba en silencio, la mirada fija en el horizonte, como si quisiera memorizar cada detalle de ese instante antes de la partida.Fred Barrowgold y su esposa, Vivian, se mantenían cerca, aunque el semblante de Fred estaba más endurecido de lo habitual. El duque Halwyn Wentworth intercambiaba miradas rápidas con su esposa, Elysia, quien intentaba parecer impasible, pero cuyas manos temblorosas delataban su inquietud. El conde Cedric Harrington caminaba un paso atrás, y junto a él, Aria avanzaba con la cabeza erguida, su mirada firme pero cargada de una preocupación innegable.Cuando llegaron a las puertas, Ulrich se detuvo, inspirando profundamente. La tenue luz de las antorc
Por un instante, no ocurrió nada. La habitación permaneció en silencio, salvo por el suave crepitar de la leña ardiendo. Pero entonces, una silueta comenzó a formarse en el reflejo del espejo, como si emergiera de la propia superficie. Los ojos azules brillantes de la loba aparecieron primero, seguidos por el contorno majestuoso de su cuerpo etéreo. "¿Qué pasa, Phoenix?" preguntó la loba, su voz baja y resonante, echando en la mente de Phoenix. Phoenix cruzó los brazos, intentando mantener un tono firme, aunque la emoción amenazaba con desbordarse. "Tú lo sabías." Pryo inclinó levemente la cabeza, con las orejas erguidas, como si analizara la acusación. "¿Saber qué?" "¡No te hagas la desentendida, Pryo!" exclamó Phoenix, señalando su propio reflejo. "Sabías que estamos embarazadas." La loba suspiró, un sonido que parecía más humano que animal. "Por supuesto que lo sabía." Phoenix retrocedió un paso, como si hubiera recibido un golpe. "¿Y no te pareció importante de
La luna llena colgaba en el cielo, iluminando el claro donde Ulrich, Fred, Halwyn y Cedric habían decidido acampar. Todo el día lo habían dedicado a una jornada incansable por la ruta que Lord Nicholas Dunne debería haber recorrido con Arabella y Seraphina, un camino ahora envuelto en misterio y peligro. Cada uno de ellos viajaba según su naturaleza: Fred Barrowgold montado en su fiel caballo, el duque Halwyn como un halcón de majestuosas alas doradas, Cedric en forma de un imponente lobo de pelaje rojo, y Ulrich como Mastiff, su lobo negro de ojos dorados, que exudaba poder y determinación. La estrategia de usar sus formas bestiales y habilidades les permitió reducir un viaje de siete días a solo dos. Esto los hacía ágiles y capaces de sortear obstáculos que serían insuperables para una comitiva tradicional, además de ayudarles a cazar y rastrear posibles pistas. Cuando finalmente cayó la noche, decidieron descansar. Fred regresaba al claro con un montón de ramas secas para reaviva