Phoenix se lanzó al vacío del desfiladero, el viento cortando su piel como cuchillas gélidas mientras caía. La oscuridad parecía envolverla, tragándola por completo. El desfiladero parecía infinito, y la sensación de caída eterna llenaba su pecho de terror, un terror que, por un breve momento, parecía aplastar cualquier esperanza que pudiera quedar.
Por un breve instante, miró hacia arriba, viendo a los lobos amontonados en el borde del acantilado, sus siluetas negras contrastando contra el cielo oscuro. Sus ojos, destellos feroces en la oscuridad, seguían su caída. Era un espectáculo aterrador, ver aquellos ojos que no mostraban misericordia, solo un deseo implacable de posesión.
Phoenix cerró los ojos, intentando prepararse para el impacto final, imaginando las rocas afiladas esperando abajo, listas para perforar su carne y acabar con su vida. Pero, en luga
El bosque a su alrededor parecía más vivo que nunca, cada ruido amplificado por su estado de alerta. El crujido de las hojas, el chasquido de las ramas, incluso el sonido distante de un arroyo, todo parecía conspirar contra su tranquilidad mental.Lyanna se agachó, tocando la tierra con las manos. Cerró los ojos, concentrándose, intentando sentir algún rastro de la energía de Phoenix. El poder de su protegida se estaba volviendo más fuerte, más definido, pero también más errático.La conexión que sintió fue débil, pero estaba ahí. Phoenix estaba viva y estaba luchando."Phoenix", murmuró Lyanna, "por favor, sé fuerte".Se levantó y se preparó para seguir adelante. Cada paso era una batalla contra la incertidumbre y el miedo, pero sabía que no podía rendirse. Phoenix la necesitaba, y Lyanna estaba
Lyanna Beaumont atravesó las imponentes puertas de roble del salón principal, con su vestido marrón ondeando con un movimiento decidido. El salón, iluminado por antorchas cuyas llamas danzaban en las paredes de piedra, estaba lleno de hombres que una vez habían sido lobos bajo su control. Ahora, en sus formas humanas, estaban reunidos, esperando su llegada. El ambiente estaba tenso, cargado con la expectativa de una reprimenda.Nilsen, el primero en verla, se adelantó, con una expresión que mezclaba respeto y aprensión."Llamé a todos los involucrados en el entrenamiento, señora," informó, su voz firme pero cautelosa.Lyanna lo miró con una mirada severa. "¿Y Sköll?" preguntó, su voz cortante.Nilsen dudó brevemente antes de responder, manteniendo los ojos fijos en los de ella."No, porque Sköll no fue convocado para el entrenamiento," respondió, la tensión en su voz claramente perceptible.Lyanna inclinó la cabeza, como si estuviera sopesando sus palabras."Tienes razón," dijo, casi
Phoenix yacía en su cama, con los ojos fijos en el techo mientras intentaba controlar el dolor que palpitaba en cada parte de su cuerpo. Sus pensamientos eran un torbellino, y el intento de organizar los recuerdos de la noche anterior era doloroso, tanto física como emocionalmente. Deslizó su mano sobre el hombro vendado, sintiendo la rigidez del vendaje y el dolor profundo que irradiaba con cada movimiento. Los moretones en sus costillas y las heridas en su espalda eran un testimonio silencioso del violento ataque que había enfrentado. Con cada toque, su mente la transportaba de nuevo a esa noche, cuando las garras y colmillos de los lobos desgarraron su piel, dejando cicatrices que probablemente nunca desaparecerían por completo.Las damas de compañía de Phoenix, Genevieve, Eloise, Isadora y Arabella, estaban alrededor de su cama, tratando de consolarla de todas las maneras posibles. Estaban en silencio, pero la preocupaci&oa
Lyanna salió de la habitación de Phoenix con el semblante tenso, sus pensamientos girando en su mente como un torbellino. Cada paso que daba por el pasillo parecía resonar con su frustración y sensación de impotencia. Sabía que había fallado a Phoenix, y la culpa pesaba sobre sus hombros como un ancla. Mientras caminaba, perdida en sus reflexiones, una voz familiar la trajo de vuelta al presente."Mamá," la suave voz de Genevieve resonó en el pasillo. La joven, al notar la expresión de su madre, se acercó con preocupación evidente en los ojos. "¿Qué sucedió? ¿Cómo está la reina?"Lyanna se detuvo y miró a su hija, los ojos de Genevieve reflejando la misma determinación y cuidado que ella misma intentaba mantener. Quería tranquilizar a su hija, pero las palabras no lograron salir con la convicción que deseaba."
La oscuridad rodeaba a Phoenix, arrastrándola hacia un abismo sin fondo. El viento cortante azotaba su cuerpo, y el sonido ensordecedor de una caída interminable llenaba sus oídos. En su sueño, ella caía una vez más en el barranco, reviviendo la angustia de aquella noche terrible. Sin embargo, algo era diferente esta vez. Cuando finalmente alcanzó el agua helada, no hubo impacto. En lugar de eso, la sensación era la de estar siendo succionada, como si el agua la estuviera tragando. El frío dio paso a una oscuridad opresiva, y Phoenix se dio cuenta de que estaba cayendo directamente en la boca de un lobo negro, cuyos ojos azules brillaban como faros en la oscuridad.La boca del lobo se abrió, y una voz femenina, profunda y seductora, resonó a su alrededor.“Ríndete a mí”, dijo la loba, sus palabras reverberando en la mente de Phoenix, envolviéndola como un velo
Cuando entraron en la sala, fueron recibidas de inmediato por las otras damas de compañía: Arabella, Isadora, Genevieve y Lyanna. El ambiente en la sala era tenso, y los ojos de Lyanna estaban fijos en ellas, claramente esperando respuestas."¿Cómo están las heridas de la reina?" preguntó Lyanna, con voz firme y autoritaria.Eloise, siempre compuesta, respondió de manera directa, mirando a Lyanna con seriedad."Las heridas de la reina están evolucionando muy bien. No hay nada de que preocuparse."Seraphina, sin embargo, no pudo ocultar su nerviosismo y dejó escapar."Sorprendentemente, muy bien."Eloise lanzó una mirada severa a Seraphina, golpeándola suavemente en el brazo para que se callara."Vamos a concentrarnos en lo que vinimos a hacer," murmuró, tratando de desviar el foco de la conversación.Lyanna se levantó
Phoenix estaba inmersa en la lectura de lo que sería el diario de su madre, Ruby, mientras el suave aroma de café fresco llenaba la sala. La luz del sol de la mañana entraba por las ventanas altas, iluminando las páginas amarillentas del cuaderno de cuero que descansaba delante de ella en la mesa de desayuno. Cada palabra, cada línea escrita por la mano de su madre, parecía desenterrar secretos olvidados hace mucho tiempo, secretos que tal vez fueran la clave para entender lo que le estaba sucediendo a ella misma.Las primeras páginas del diario revelaban relatos detallados de las experiencias de Ruby con lobos. Ruby describía cómo, desde joven, había sentido una conexión profunda con estas criaturas, un vínculo que iba más allá de la mera comprensión instintiva. Phoenix se vio absorbida por estos relatos, sus propias experiencias con lobos comenzando a cobrar sentido a me
La noche caía suavemente sobre el bosque de Blackmoon, nombrado en honor a la luna que había sido testigo de tantos encuentros y secretos compartidos entre Ruby y Kaleo. Los árboles, imponentes y antiguos, formaban una catedral natural, con sus ramas entrelazadas creando un dosel sagrado bajo el cual se realizaría la boda. La luna llena, ahora teñida de un tono profundo de azul, colgaba en el cielo como la guardiana silenciosa del momento, bañando el claro con su luz etérea.Ruby, la Peeira del Éter, estaba deslumbrante en un vestido blanco que parecía hecho de pura energía cósmica, que centelleaba como el propio firmamento. Las estrellas parecían estar atrapadas en su vestimenta, brillando con una intensidad que desafiaba el propio espacio y tiempo. Su diadema de plata, adornada con una piedra lunar, reflejaba la luz de la luna, creando un halo de poder a su alrededor. Sus ojos, profundos com