La oscuridad rodeaba a Phoenix, arrastrándola hacia un abismo sin fondo. El viento cortante azotaba su cuerpo, y el sonido ensordecedor de una caída interminable llenaba sus oídos. En su sueño, ella caía una vez más en el barranco, reviviendo la angustia de aquella noche terrible. Sin embargo, algo era diferente esta vez. Cuando finalmente alcanzó el agua helada, no hubo impacto. En lugar de eso, la sensación era la de estar siendo succionada, como si el agua la estuviera tragando. El frío dio paso a una oscuridad opresiva, y Phoenix se dio cuenta de que estaba cayendo directamente en la boca de un lobo negro, cuyos ojos azules brillaban como faros en la oscuridad.La boca del lobo se abrió, y una voz femenina, profunda y seductora, resonó a su alrededor.“Ríndete a mí”, dijo la loba, sus palabras reverberando en la mente de Phoenix, envolviéndola como un velo
Cuando entraron en la sala, fueron recibidas de inmediato por las otras damas de compañía: Arabella, Isadora, Genevieve y Lyanna. El ambiente en la sala era tenso, y los ojos de Lyanna estaban fijos en ellas, claramente esperando respuestas."¿Cómo están las heridas de la reina?" preguntó Lyanna, con voz firme y autoritaria.Eloise, siempre compuesta, respondió de manera directa, mirando a Lyanna con seriedad."Las heridas de la reina están evolucionando muy bien. No hay nada de que preocuparse."Seraphina, sin embargo, no pudo ocultar su nerviosismo y dejó escapar."Sorprendentemente, muy bien."Eloise lanzó una mirada severa a Seraphina, golpeándola suavemente en el brazo para que se callara."Vamos a concentrarnos en lo que vinimos a hacer," murmuró, tratando de desviar el foco de la conversación.Lyanna se levantó
Phoenix estaba inmersa en la lectura de lo que sería el diario de su madre, Ruby, mientras el suave aroma de café fresco llenaba la sala. La luz del sol de la mañana entraba por las ventanas altas, iluminando las páginas amarillentas del cuaderno de cuero que descansaba delante de ella en la mesa de desayuno. Cada palabra, cada línea escrita por la mano de su madre, parecía desenterrar secretos olvidados hace mucho tiempo, secretos que tal vez fueran la clave para entender lo que le estaba sucediendo a ella misma.Las primeras páginas del diario revelaban relatos detallados de las experiencias de Ruby con lobos. Ruby describía cómo, desde joven, había sentido una conexión profunda con estas criaturas, un vínculo que iba más allá de la mera comprensión instintiva. Phoenix se vio absorbida por estos relatos, sus propias experiencias con lobos comenzando a cobrar sentido a me
La noche caía suavemente sobre el bosque de Blackmoon, nombrado en honor a la luna que había sido testigo de tantos encuentros y secretos compartidos entre Ruby y Kaleo. Los árboles, imponentes y antiguos, formaban una catedral natural, con sus ramas entrelazadas creando un dosel sagrado bajo el cual se realizaría la boda. La luna llena, ahora teñida de un tono profundo de azul, colgaba en el cielo como la guardiana silenciosa del momento, bañando el claro con su luz etérea.Ruby, la Peeira del Éter, estaba deslumbrante en un vestido blanco que parecía hecho de pura energía cósmica, que centelleaba como el propio firmamento. Las estrellas parecían estar atrapadas en su vestimenta, brillando con una intensidad que desafiaba el propio espacio y tiempo. Su diadema de plata, adornada con una piedra lunar, reflejaba la luz de la luna, creando un halo de poder a su alrededor. Sus ojos, profundos com
Roderic Beaumont despertó sintiéndose revitalizado después de una noche de sueño profundo. La cama en la que había descansado, hecha con pieles suaves y mantas pesadas, le brindaba el confort necesario para recuperar sus fuerzas. Al abrir los ojos, la luz suave del amanecer se filtraba a través de las gruesas cortinas, anunciando el inicio de un nuevo día.El duque se levantó con un movimiento ágil, estirando sus bien entrenados músculos mientras se preparaba para enfrentar las responsabilidades que lo esperaban. Después de un baño rápido y revitalizante, se vistió meticulosamente, como era su costumbre. La túnica de lana pesada, con detalles en bordado de plata, combinaba perfectamente con los pantalones de cuero negro y las botas de caña alta.Al salir de sus aposentos, Roderic recorrió los pasillos de la fortaleza de Eldorheim, con sus botas resonan
El suave crepitar de la chimenea en la sala de estar contrastaba con la tranquila rutina de las damas de compañía de Phoenix. La sala estaba bañada por una luz dorada, suave y acogedora, que danzaba sobre las tapicerías que decoraban las paredes, representando escenas de caza y paisajes idílicos. Isadora, Genevieve, Eloise, Seraphina y Arabella estaban inmersas en sus propios quehaceres, y la tranquilidad de la mañana solo se rompía por el suave sonido de las agujas de bordado pasando por la tela y el ocasional clic de las cartas al ser repartidas.Isadora, con su postura siempre impecable, estaba concentrada en su bordado, manipulando delicadamente la aguja mientras creaba intrincados patrones de flores sobre el lino. Genevieve, a su lado, hojeaba un libro, aunque de vez en cuando su mirada vagaba por la sala, observando a las demás. Eloise y Seraphina estaban en una partida reñida de cartas, alternando entre la
Fue entonces, en medio de su desesperación, que algo inesperado ocurrió. La barrera a su alrededor, que hasta ese momento parecía inestable y a punto de deshacerse, comenzó a brillar con una intensidad renovada. La energía alrededor de Phoenix se solidificó, creando una barrera más fuerte y estable. Phoenix sintió el cambio, aunque no supiera cómo había sucedido.Era como si la propia energía estuviera respondiendo a su desesperación, moldeándose para protegerla. El fuego a su alrededor retrocedió ligeramente, como si estuviera siendo contenido por la barrera. Phoenix todavía sentía el calor, pero la sensación de que sería consumida por las llamas comenzó a disminuir.Con un último esfuerzo, Phoenix logró ponerse de pie, aun temblando, pero decidida a mantener el control de la situación. Extendió las manos haci
La mañana estaba envuelta en una quietud casi surreal, rota solo por el sonido distante de las brasas crepitando, el último suspiro del incendio que casi lo consumió todo. Phoenix estaba sentada en las escaleras del porche de la mansión, un grueso cobertor sobre sus hombros, tratando de calentarse del frío que venía de dentro de sí, no del clima. Su cuerpo todavía temblaba ligeramente, no tanto por el frío, sino por el agotamiento y la adrenalina que aún circulaban por sus venas. Se había dado un baño, lavando el hollín y el sudor, pero no logrando deshacerse completamente de la sensación de terror que la había dominado momentos antes.Arabella se acercó en silencio, sosteniendo una taza de té humeante. Se agachó al lado de Phoenix, extendiendo la taza con cuidado, como si temiera romper el momento de calma que la reina parecía haber encontrado.