Lady Willow

El aire en el harén era denso, cargado con perfumes dulces y el murmullo constante de las concubinas. El lugar, adornado con cojines de terciopelo y cortinas diáfanas, exudaba un lujo opresivo. Willow entró sosteniendo la copa de vino que Aurelius le había entregado, sus dedos firmes alrededor del delicado cristal. Avanzó con pasos calculados, la determinación en su rostro eclipsando cualquier fragilidad que pudiera mostrar.

Las mujeres, esparcidas por el lugar, conversaban entre risas apagadas. Amara peinaba el cabello de Aisha; Layla y Zahra tejían cerca de la ventana, mientras Samira reía ante un chiste de Savannah. Todas las miradas se dirigieron hacia Willow cuando esta se sentó frente a un gran espejo dorado.

Willow mantuvo la mirada fija en su reflejo, con la mente ocupada en pensamientos sombríos. Aurelius le había dado una misión, una última misión: matar a Turin. Las implicaciones de esto no eran simples, pero sabía que vacilar no era una opción. Ya había demostrado su lealt
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