Gracias por tu ayuda, Karl

El pasillo del palacio estaba silencioso, pero el sonido de los pasos de Lady Evelyne Rivestone resonaba como una tormenta de ira contenida. Su expresión era rígida, los labios apretados en una línea fina, y las manos crispaban la tela del vestido, como si apenas pudiera contener su indignación. Mientras atravesaba las amplias galerías iluminadas por candelabros, la mente de Evelyne hervía. No podía creer lo que había presenciado esa mañana.

Al llegar a la puerta del despacho del duque Karl Dubois, Evelyne ni siquiera se molestó en tocar. Empujó la pesada puerta de madera, entrando como un huracán. El duque estaba tranquilamente sentado en una silla de cuero, un cigarro colgando de sus labios, el humo retorciéndose perezosamente en el aire mientras hojeaba un informe. Al escuchar la puerta abrirse bruscamente, levantó la mirada, sin prisa.

"Ah, Evelyne," dijo el duque, soltando un perfecto anillo de humo. "Parece que alguien está particularmente animada esta tarde. ¿Ocurrió algo i
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