Nick puso los ojos en blanco y asintió. —Por supuesto, amor. ¡Desde que la chica del servicio se nos fue, no alcanzamos para la casa, la niña, el perro! —suspiró Nick—. Señorita Kerr, sería fantástico si pudiera venir a ayudarnos. Le pagaríamos el cincuenta porciento más por la hora de limpieza. —
La velocidad a la que Nick llegó hasta la puerta de la casa parecía sobrehumana, y su cara de sorpresa también. —¿Qué es lo que está pasando? —demandó con voz seca. —La señorita Milli Kerr fue encontrada muerta en uno de los callejones detrás de Sheffield & Lieberman, y encontramos evidencia que i
—¿Hasta qué hora estuvieron en el restaurante? Valeria cerró los ojos. —Como hasta las… dos de la madrugada. —¿Y tan tarde está abierto el restaurante? —preguntó con sarcasmo el detective. —El lugar de Nino es muy sencillo, comida italiana muy básica y está cerca de un hospital, así que permanec
Nick dejó de respirar en ese mismo segundo. Parpadeó y estaba a punto de gritar que aquello era una absurda mentira, cuando Connor lo empujó hacia la salida de la estación. —¡No puede ser, Connor! ¡Ella estuvo conmigo toda la noche! ¡Te lo juro por Alice! —¡Ya lo sé! Pero poniéndote histérico no v
Connor empujó la puerta de la oficina y le ofreció entrar. El detective lo pensó por un momento, pero después de todo, no tenía nada que perder. —Ya solicité la orden para los videos de doce cámaras de la ciudad —le explicó Connor cuando se acercaron al escritorio—. Esta es la matrícula del auto qu
Valeria se incorporó en cuanto sintió movimiento, y giró la cabeza para encontrarse el rostro agotado de Nick, que forzaba una sonrisa. —Tiene quince minutos —dijo el detective abriendo la puerta para dejarlo pasar. Valeria se lanzó a sus brazos y Nick dejó a un lado lo que llevaba en las manos pa
Nick suspiró con un alivio que no había sentido en años. —Espere… ¿y qué pasó con el testigo? —preguntó Nick—. Porque es obvio que está mintiendo. El detective asintió. —Sí. De eso venía a hablarle también al señor Sheffield —admitió el detective—. Por más duro que fue el interrogatorio, no conse
Nick se restregó los ojos y se desperezó un poco mientras le servía café a la trabajadora social, que había hecho esta vez una visita de cortesía tras enterarse de todo lo que había ocurrido. —Lo lamento, señora Baptiste… —Lidya, por favor. —Lidya… Val no se ha sentido bien. No está durmiendo, ap