—Val… ¡Por Dios! ¡Eres deliciosa! ¡Te deseo tanto! Valeria cerró los ojos y se dejó consentir, sintiendo aquel calor que le bajaba hasta el sexo y que cada vez se iba haciendo más intenso. Movió las caderas de forma provocativa, sintiendo la violenta erección de Nick contra su intimidad, y gimió po
Nick condujo como si pudiera ver al diablo en el retrovisor de su coche. No pasaron ni veinte minutos desde que Layla le dijo que Valeria estaba en la comisaría, hasta que él llegó y entró por aquella puerta, desesperado. —¿Qué fue lo que pasó? —preguntó acercándose a su madre y a los gemelos, sin
Nick asintió. —Yo también lo creo —murmuró preocupado—. Y tienes razón, será mejor que busque la forma de estar cerca de ella. —¿Pensaste en la idea que te di? —La pensé y la ejecuté… —le sonrió Nick como no le había sonreído a su madre en muchos años—. Supongo que ahora todo depende de ella. Se
Quizás en otro momento, en otra vida, Valeria hubiera podido decir las palabras que quería decir, pero por lo pronto solo le salió la verdad. —Ve, Alan. Es mejor si vas. El médico bajó la cabeza, comprendiendo claramente lo que aquellas palabras significaban. Había creído que podía conquistar a Va
—A mí, todo —confesó él con seriedad—. Pero no vine a molestar, ustedes me llamaron. Valeria abrió la boca muchas veces pero siempre acababa cerrándola sin decir nada hasta que Nick le señaló la carpeta de diseños que tenía sobre la mesa. —Esos son míos. —¿¡Tú…!? ¿Tú diseñaste…? ¿Tú diseñaste est
—¿Te has puesto a pensar que podrías matarme de un infarto? —rezongó Valeria y Nick se quedó paralizado. Levantó la vista de los reportes y la vio, muy acomodada en el sofá donde la había dejado dormida. —Emmmm… despertaste. —No, espero estar durmiendo todavía, o de lo contrario a alguien le irá
—No se preocupe por eso, señora Davies. Yo la sostengo —se rio Gilbert—. Pediré que le lleven ropa adecuada a su habitación, ¿nos vemos en las pistas en media hora? Valeria asintió y Artur Gilbert salió de la sala de juntas del hotel con una sonrisa. —Nick, por Dios, que no se te ocurra hacer una
A Valeria le encantó aquel paisaje. Esquiar era mucho más difícil de lo que parecía, pero tanto Artur como sus chicos se habían portado como profesionales. O mejor dicho, como nanas con mucha paciencia, porque ella se iba de bruces cada cuatro metros. Finalmente después de cuatro circuitos Valeria