Aquellas palabras de Oli le sonaron a Nick como una sentencia, y aunque no quería saber absolutamente nada de Valeria… y aunque la sola mención de su nombre le molestaba, no podía evitar que se le hiciera un nudo en el estómago al saber que tanto Alice como Valeria estaban en el hospital. Valeria e
—¿Qué…? —Nick arrugó el ceño, incrédulo… ¡no, aquello tenía que ser otra mentira! —Valeria ya ha pasado por varias transfusiones de sangre y le costará meses recuperarse, tanto física como mentalmente de todo lo que le han hecho tú y Miranda Jones —Andrew gruñó con rabia controlada—. ¡Y no creas ni
Catorce días, ni uno más ni uno menos. Catorce días habían pasado desde que Valeria había sido admitida en el hospital. Los gemelos no se habían separado de ella más que para ir a comer algo o a bañarse, y Andrew se había mantenido a una distancia prudencial, pero Valeria sabía que estaba afuera, es
—Llegué tarde porque fui al aeropuerto a despedir a Valeria y a Alice. —Vio a Nick levantar la cabeza como un rayo. —¿Al aeropuerto…? —Si, al aeropuerto. Se fueron hace una hora. —¿Se fueron…? —Nick repetía como un autómata sin poder creerlo—. ¿A… adónde? —Lejos. Valeria quería poner tierra y ma
Valeria respiró hondo. Regresar a Los Ángeles le traía demasiados recuerdos, y la inmensa mayoría de ellos eran dolorosos. Bajó las escalerillas del avión y vio a Alice fruncir el ceño desde lo alto, no quería bajar. Los últimos seis meses habían sido increíbles para ella, y regresar también le tra
—Sí, podemos hacerlo. Tengo más de doce colecciones diseñadas y para las que faltan, sé exactamente a quién pedirle ayuda —pensó en voz alta—. Inscríbenos. Estaremos listos en tres semanas. Los gemelos se miraron y chocaron los cinco con un gruñido de satisfacción. —Tú solo dinos qué necesitas muñ
El teléfono sonaba con insistencia, pero Nick no se molestaba en levantarlo. Miranda había adquirido la incómoda manía de llamarlo apenas se levantaba en la mañana, y ya le estaba colmando la paciencia. Pero después de todo era su novia de nuevo, así que no había mucho que pudiera hacer al respecto
—¿De tu vida? ¡Ja! De tu oficina, quizás. No olvides que yo te parí, querido, y sé muy bien que no has dejado de pensar en ella ni un solo día. Layla se levantó, le dio la vuelta al escritorio y tomando la carpeta la empujó contra el pecho de su hijo. —Fírmalo. Quiero mi capital depositado en mi c