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—Claro... hiciste exactamente lo que haría un buen asistente. Respetaste a tu jefe—. Afirmó Enrique y Isabella frunció ligeramente las cejas durante un segundo ante su extraño comportamiento, antes de apartar los ojos de él.

De repente sonó su teléfono móvil y Enrique lo cogió de donde lo había dejado sobre la mesa. Leyó el identificador de llamadas y la sonrisa que se le había dibujado en la cara desapareció lentamente. Sin embargo, decidió contestar y así lo hizo. Se acercó el teléfono a la oreja.

—Hola—. Empezó, mientras miraba a cualquier parte menos a Isabella, que hizo exactamente lo mismo.

—Enrique, he concertado una cita para ti y Cecile—. Sofía comenzó y las cejas de Enrique se fruncieron seguidas por la repentina oleada de ira.

—Has quedado con ella en el restaurante Denver dentro de treinta minutos. Necesito que llegues antes que ella—. ordenó Sofía, pero en un tono bajo y más suave. Enrique cerró los ojos un segundo y luego los abrió. No pudo evitar echar un vistazo a Isab
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